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Enrique Urquijo

Enrique Urquijo, músico madrileño y líder del grupo Los Secretos falleció en Madrid el 17 de noviembre de 1999. Su carrera había empezado en 1979 con Tos, una banda fundada con sus hermanos. La década de los ochenta estaba a punto de empezar y se vivían días de gran ilusión. Empezaba una nueva era para la música pop y una generación se disponía a empaparse de libertad.

Enrique Urquijo pertenece a esa generación nacida en una España en torno a 1960 que se modernizaba a pasos de gigante, abierta al exterior, vital y dispuesta a romper con muchas cosas del pasado. Y en el Madrid de aquellos años, la "movida madrileña" es un magnífico ejemplo del cambio que se operó en España y que ha dejado una huella que todavía no se puede analizar con suficiente distancia. Los jóvenes hicieron de la música su bandera de rebeldía e individualismo, como ya había hecho la juventud anglosajona. En España, esta época también se corresponde con un profundo cambio en las costumbres y con la ruptura casi trágica con una generación que había vivido en un mundo totalmente diferente. Muchos valores se derrumbaban y eran sustituidos por cosas tan variopintas como la música, la moda, las revistas, el cine o la televisión.

En el Madrid de los años ochenta, la música y el cine canalizaron muchas energías, rupturas y unos enormes deseos de libertad individual. Surgieron grupos musicales por todas partes: Tequila, Nacha Pop, Paraíso, Mamá, Radio Futura, Los Zombies, Alaska y los Pegamoides, Los Secretos... muy diferentes entre sí, pero que arrastraban en sus actuaciones a una juventud deseosa de romper con convencionalismos y prejuicios. Las canciones eran en su mayoría frívolas e invitaban a experimentar y a divertirse de una forma casi voluntarista. Y dentro de este panorama caótico, Enrique Urquijo, con su grupo Los Secretos, buscaba su sitio. Ya desde su primera época, con canciones aceleradas como Déjame, Sobre un vidrio mojado u Ojos de perdida, Los Secretos fueron pioneros en dar a conocer los problemas sentimentales de los cachorros urbanos de la nueva ola. Muchos de estos grupos desaparecieron con rapidez, pero Enrique Urquijo era un compositor de enorme talento y sensibilidad y le quedaba mucho por decir. El grupo, tras vivir momentos difíciles, se reinventó y dio rienda suelta a su estilo personal en canciones dedicadas a expresar con elegancia la fuerza de los sentimientos.

Enrique Urquijo reivindicaba la idea de que la mejor música popular siempre expresa sentimientos melancólicos, de tristeza o de abandono. "Cansado de cambiar de solo a solitario... qué voy buscando", dice una de las más bellas canciones de Enrique Urquijo, y también una de las más sobrecogedoras. No cabe duda, era un cantante y compositor irresistiblemente atraído por la tristeza, la derrota y el desengaño, que sabía expresar con precisión y sin sentimentalismos. Desde sus primeras canciones, con apenas veinte años, ya nos estremecía con ese castellano seco, desgarrado y contenido, que iba directo al corazón, sin buscar ningún atajo. A pesar de que a él no le gustaba la etiqueta de miembro de la "movida madrileña", él y su grupo son uno de los baluartes más importantes de aquel estallido juvenil y supieron sobrevivir con dignidad a muchos otros. Su identificación con Madrid, sus calles, sus bares y las ansias de vivir y sentir de quienes vivimos aquí queda patente en sus composiciones. Sus canciones aúnan nuestra música española tradicional, la más desgarrada y pasional y el pop, la música de su generación. Una combinación condenada al éxito instantáneo y que aprovecha una de las grandes cualidades del pop-rock: su imparable capacidad de regeneración, que podemos ver ahora mismo en artistas muy distintos como Malú, Alejandro Sanz, o Maná. Al igual que otros grupos de aquella época, Los Secretos rompen con la aplastante presencia de los cantautores politizados, elitistas y muy aburridos que invadieron los setenta, así como con la psicodelia grandilocuente del rock de aquellos años.

En Madrid, los años ochenta no sólo fueron canciones y juerga. Fueron sobre todo ganas de vivir, de ser libres, y de soñar, aunque a todos nos esperaba un Cambio de planes, que para algunos ha sido cruelmente fatal. Los jóvenes volvieron a recuperar su idioma en una música con la que se identificaban porque era la que hacían ellos mismos: sencilla, directa y sentida. Quizás excesivamente romántica, ya sea por demasiado alegre o demasiado triste, como en el caso de Enrique Urquijo. (A él mismo no le gustaba cantar una de sus canciones Ahora que estoy peor cuando se la pedían porque decía que era demasiado depresiva.) Pero no hay duda de que su música forma parte de la banda sonora de una generación que tenía veinte años al principio de los ochenta, una juventud que quería volar por sí misma, cambiar el mundo, pero no haciéndolo con la revolución sino con el corazón. Su vida estuvo plagada de dificultades y desilusiones, como ha estado la de muchos de su edad, pero también de grandes emociones. La feroz ansia de ser uno mismo, la ambición por realizar un trabajo personal (había fundado otro grupo, Enrique Urquijo y Los Problemas, para dar rienda suelta a sus proyectos más personales con magníficas versiones y colaboraciones y con el que publicó dos CD), la obsesión por la perfección y grandes dosis de ingenuidad no son un equipaje fácil cuando no se tienen demasiados puntos de referencia, y además no se quieren tener.

Enrique Urquijo declaró en una entrevista que el éxito de Los Secretos estaba en que siempre habían hecho lo que les había dado la gana, una obsesión muy característica de su generación y del intenso Madrid que le tocó vivir. El Hotel del amor es tan nuestro como el Hotel California y Y no amanece o Buena chica bien pueden ser nuestro Walk on the Wild Side. Le gustaban las rancheras y, entre otras, cantó una versión de Volver, Volver contenida, cantada sin florituras, muy a la española. Se puede disfrutar de su música en una caja con los dos volúmenes de sus Grandes Éxitos y en otra lujosa caja recopilatoria con tres CD (La historia de Los Secretos), una de las primeras dedicadas a un grupo pop-rock español que se editan en España, con cincuenta y tres canciones. Son canciones heroicas, pequeñas obras de arte de emoción, sentimientos y cierto descontrol. No hay duda de que estamos ante uno de los compositores más importantes de la historia del pop-rock español. Puede que sea triste que se hable de Enrique Urquijo con motivo de su desaparición, pero nunca es tarde para disfrutar de sus inquietantes canciones, escuchar sus letras con detenimiento y por qué no, llorar con ellas. Es el mejor homenaje que podemos hacerle desde aquí abajo. En las diferentes webs que Los Secretos tienen en Internet, sus fans no han dejado de llorarle ni de acordarse de él. A algunos de nosotros, Los Secretos y Enrique Urquijo nos acompañaron en los mejores y en los peores momentos de nuestra juventud y lo siguen haciendo. Afortunadamente, hoy hay muchos jóvenes que no vivieron los ochenta y que aman su música, como prueban sus éxitos de ventas.

Enrique Urquijo, tal y como dice él mismo en una de sus letras, se sentía "un turista en su país", algo propiamente español. Se fue como siempre nos había amenazado que lo haría: "por la calle del olvido donde nunca brilla el día". Su desaparición deja a los de su generación un poco más "solos y solitarios", pero quedan sus canciones que dentro de un tiempo sus incondicionales podremos volver a escuchar sin que se nos rompa el corazón. Por ahora sólo podemos decir: "Aprendí a echar de menos y nunca seré el mismo".

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