Menú
Ignacio Villa

De charco en charco

Llevamos mes y medio de Gobierno Zapatero y las previsiones se han cumplido con más rapidez de la esperada. La descoordinación del Ejecutivo es pública y notoria, el desbarajuste autonómico va a más, la constante contradicción entre los ministros del Gobierno forma parte ya de la agenda política y la propaganda se ha convertido en la única fórmula de amortiguar tanto error encadenado del actual gabinete.
 
A día de hoy ya tenemos alguna idea clara sobre lo que nos espera en los próximos meses. Un gobierno que anuncia mucho, reflexiona sobre lo anunciado, decide poco y gestiona menos. Pocas decisiones y encima algunas de ellas polémicas en extremo. La medalla de José Bono ha sido el ejemplo más claro de la manera de actuar de este Ejecutivo. Vaya por delante que la rectificación, y más si viene de un político, debe de ser bien recibida. Pero hay tanto descontrol que, a este paso, lo de la condecoración rectificada se va a convertir en una simple anécdota en un océano de errores. Va a ser la punta de un gran iceberg que terminará apareciendo.
 
Ante esta situación, que pese a la ayuda de los medios de comunicación amigos ya es difícil de esconder, el Gobierno recurre a una simpleza: "los gobiernos socialistas -explican- nunca serán como los gobiernos del PP. Es impensable que con el PSOE se ejecute un ordeno y mando. Es lógico que haya disparidad de opiniones y de enfoques. No pasa nada".
 
Pero un gobierno, sea del signo que sea, no puede ser una jaula de grillos. Sí el PSOE, en la calle Ferraz, quiere aplicar el modelo de "sálvese quién pueda" es su problema; pero en el gobierno del Estado, por la cuenta que nos trae a todos, debe de existir una disciplina interna. En el Ejecutivo no se deben airear los enfrentamientos o las disputas. Y hacer del gobierno un "espectáculo nacional" es un peligro para todos. La fórmula de patentar la indisciplina como sistema de hacer política no parece muy serio. El gobierno Zapatero mantiene un ritmo inaudito de polémicas y más polémicas. Parece que necesita ir de charco en charco para demostrar que vive siempre al borde del precipicio. Y es que, en política, no hay que brindar demasiadas emociones porque terminan afectando a todos los ciudadanos. Sí no se pone orden, el festival está servido.

En España

    0
    comentarios