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Ignacio Villa

Morir de éxito

El peligro existe y en el Partido Popular parece que comienzan a darse cuenta. A pocos días del Congreso de los populares, la dirección del partido es consciente de la realidad. Este cónclave, que desde hace semanas había levantado una gran expectación, ahora va rebajando por horas el interés que había despertado. A pocos días del inicio, el “núcleo duro” del PP ha caído en la cuenta de que han desvirtuado tanto las emociones mediáticas que, como se descuiden, el Congreso del PP podría pasar sin pena ni gloria entre los ciudadanos e incluso entre los propios militantes. Un peligro al que hay que añadir el agravante de que una convocatoria de estas características siempre debería ser un revulsivo para un partido político.

A la espera de las posibles sorpresas que tenga guardadas el presidente Aznar, neutralizadas en principio las enmiendas de Álvarez Cascos y con los vericuetos del Congreso visiblemente controlados, el peligro y la trampa se llama morir de éxito. Tres días de entusiasmo “pepero”, más que provechoso puede ser contraproducente para una formación que tiene que mantener una tensión importante, puesto que en los dos próximos años se juegan en diversas elecciones todo el proyecto que José María Aznar ha conformado en los últimos doce años.

Una vez conocidos los entresijos del último Comité Ejecutivo del PP, podemos decir que la dirección del partido ha encendido la alarma roja. En un Congreso diseñado para la tranquilidad y para la calma, donde no se abordará la cuestión de la sucesión y además los cargos se casi no se van a renovar y el reconocimiento permanente a los propios méritos va a estar al cabo de la calle, es muy complicado que no surja una borrachera de incienso y entusiasmo. Con este panorama, en un partido repleto de cargos públicos y en el que vivir de la política se ha convertido en el “status” habitual, la autocomplacencia y la exaltación del líder son las dos tentaciones más fáciles para aquellos que quieran medrar o simplemente conservar lo que ya tienen.

Ese es el panorama. Esa es la realidad de un Congreso que podía haber sido una cita política importante y que, gracias al empeño de la dirección del partido, a este paso se va a convertir en algo intrascendente, repleto de incienso, de “éxtasis político” y de uniformidad. Está todo tan “descafeinado” que sólo nos queda escuchar pacientemente las “flores” a la propia gestión.

Ellos se lo han buscado.

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