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Jorge Vilches

El presidente hace pasillo

Del superéxito de los supereuropeos con el supersí nadie se ha acordado en la cumbre de Bruselas. A Moratinos –dice él- le reclaman como asesor para referéndums y, lógicamente, para entrevistas relámpago y encuentros de pasillo

La relación con EEUU es, según Zapatero, normal. No le falta razón. Lo normal es que la administración Bush responda a los insultos e impertinencias del Gobierno español con la indiferencia y el ninguneo. Se está abriendo una nueva etapa en las relaciones entre EEUU y la UE, con la redefinición de la OTAN y una nueva política para Oriente Medio y Próximo, y Zapatero ha dejado a España fuera de todo. Y la gran aspiración de Moratinos era un “encuentro de pasillo” entre Bush y Zapatero. Dos apretones de manos, dos saludos, mucho menos que lo que el presidente estadounidense habrá dedicado a cualquier empleado del piscolabis de la reunión de Bruselas.
 
La política exterior de Zapatero y Moratinos es la propia de aquellos Estados no-alineados de los años 60 y 70. En la conferencia de Belgrado de 1961 se pusieron cinco condiciones para la admisión en aquellas cumbres que hoy, curiosamente, son los pilares del discurso socialista. La primera era seguir una política de independencia fundada en la coexistencia pacífica. Se trata del “deseo infinito de paz” con el que Zapatero se descuelga con frecuencia. La segunda era sostener los movimientos de liberación contra el Imperio. Es el caso, más que evidente, de las manifestaciones contra la guerra y ocupación de Irak. Aquí la doble moral se presenta en toda su plenitud, pues la dictadura genocida de Sadam Husein no apareció jamás en el movimiento del “No a la guerra”.
 
La tercera condición de los no-alineados fue no pertenecer a una alianza militar, lo que se unía a la cuarta y quinta: no concluir ninguna alianza militar con una gran potencia, y negarse a la instalación de bases militares en su territorio. Aquellos países no las cumplieron, aunque mantuvieron el discurso contrario a los bloques. La coincidencia vuelve a aparecer. El socialismo de Zapatero menosprecia a la OTAN –no se quedó hasta el final en la cumbre de Turquía-, y se ha empeñado en redefinir, o estropear, la relación sensata que desde 1953 se mantiene con EEUU. Así, se ha puesto en cuestión el acuerdo militar con los estadounidenses y el uso de las bases en nuestro país.
 
Zapatero y Moratinos creían que sus palabras contra Bush eran acertadas porque convenían al juego de Chirac y Schroeder. La UE se construía contra EEUU, como dijo Borrell en el referéndum sobre el tratado constitucional. El objetivo era dividir Occidente, crear un contrapoder multilateral para la paz universal. Pero ahora, Bush, en su gira europea, dice que “ningún poder sobre la tierra podrá jamás dividirnos”, y luego visita a Chirac y Schroeder para hablar del nuevo orden internacional. De los no-alineados, tras la muerte de Arafat, el gran amigo de Moratinos, le ha quedado a Zapatero el discurso de la alianza de civilizaciones y la sonrisa de Cuba, Venezuela, Mongolia y Angola.
 
Del superéxito de los supereuropeos con el supersí nadie se ha acordado en la cumbre de Bruselas. A Moratinos –dice él- le reclaman como asesor para referéndums y, lógicamente, para entrevistas relámpago y encuentros de pasillo. Pero no todo es mohína para este Gobierno: los gays podrán compartir dormitorio en la Marina Real británica. Ánimo.

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