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Nuevamente se han vuelto a disparar todas las alarmas en la República Popular de Corea, representante del socialismo real en su línea más ortodoxa. La población de 22 millones de personas se enfrenta a una próxima hambruna si no llega un masivo auxilio internacional en las próximas semanas. La incapacidad de este régimen comunista para alimentar a su población es endémica. El país ha venido sufriendo hambrunas persistentemente durante los años 90.

Los necios que ridiculizaron el coraje moral de Ronald Reagan cuando éste describió la aberración socialista como imperio del mal, volverán a mirar para otro lado. No habrá manifestaciones ni caceroladas ante la embajada de Corea del Norte. Ken Loach no hará una película sobre el tema. Noam Chomsky, autodesignada voz de los niños que no tienen pan, tampoco hablará. Si lo hace será para a atacar a los medios de comunicación por informar de vez en cuando de este asunto y hacerle el juego al capitalismo yanqui. Ya lo hizo durante la masacre de los khmeres rojos en Camboya y no se ha retractado jamás.

Para esta gente, el mal no es que millones de personas se mueran físicamente de hambre. El mal no es que vivan permanentemente bajo un sistema policiaco que controla hasta el último aspecto de sus vidas. El mal no es tener que escuchar una estúpida propaganda que desgraciadamente, poco se diferencia de la que aquí repiten los pseudo-progresistas. No, señores. El mal es comprar en el Corte Inglés, en vez de en una tienda de barrio. El mal es meter tus ahorros en una maleta y cruzar la frontera cuando algún demagogo trata de robártelos. El mal es utilizar el automóvil propio en vez de coger el Metro. El mal es en fin, dejar que la gente planifique su propia vida, administrando su patrimonio y respetando el del vecino.

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