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Juan Carlos Girauta

Tranquilos

Piensa en algo y sucederá. Con tal bagaje, y advertido por asesores de la existencia de componentes psicológicos en la economía, vio la luz y, sin pensárselo dos veces, se colocó la máscara teatral sonriente.

Derecho sí estudió, pues tiene el título. Del uso que le dio se ignora todo, aunque se supone que el léxico jurídico-político que uno adquiere en segundo de carrera le sirvió a las mil maravillas en la siesta de quince años, o así, que se echó en el prematuro escaño. Desarrolló, según cuentan, extraordinarias habilidades para la imitación, encontrando su personaje estrella en aquel presidente de Gobierno tan racial, tan dueño de los tonos y los silencios, tan vendedor de mantas. Nuestro hombre lo calcaba, haciendo las delicias de la tropa parlamentaria de a pie, que dispone de infinitos tiempos muertos para decorar con su presencia la cafetería del Congreso.

–¿Y ese cómico quién es?
–Un diputado.
–Ah.

En Derecho no se enseñaba, ni creo que se enseñe hoy, una palabra de economía, y no digamos ya de finanzas. De ahí la imposibilidad absoluta de que en el orden penal español distinga un juez una pirula de calidad, con una pizca de ingeniería financiera. O para el caso, sin ella, porque ven un balance y creen tener delante la carta del Bulli. Por los intangibles.

En materia propiamente empresarial, la ignorancia de nuestro protagonista es oceánica. Ha debido de ser de los que creen que Cisco Systems es un catálogo de formas de ir al baño, y que el primer ordenador de Apple lo inventaron los Beatles. Sabemos que en dos horas un amigo imprudente le explicó mal que mal lo que eran el IPC, el PIB, la renta per cápita y el déficit público. Para la inflación subyacente no hubo tiempo. De algún libro de autoayuda extrajo la conveniencia de sonreír pasara lo que pasara y de decir siempre “sí”.

–Sí.
–¿Seguro?
–Que sí, que sí.
–Gracias.
–Sí.

En otra obra improbable (acaso El Secreto), descubrió los poderes de la ley de atracción: piensa en algo y sucederá. Con tal bagaje, y advertido por asesores de la existencia de componentes psicológicos en la economía, vio la luz y, sin pensárselo dos veces, se colocó la máscara teatral sonriente, le colgó la otra a la oposición y empezó a formular afirmaciones positivas y a evitar palabras cargadas de energía negativa, como “crisis”. Estamos en manos de un ex cómico metido a brujo, a chamán, a hechicero. Así que tranquilos.

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