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Pío Moa

Crónicas anacrónicas

Con este título ha publicado Aquilino Duque, en ediciones Áltera, un libro de lo más recomendable. Dice el autor que escribió buena parte de sus colaboraciones en El Correo de Andalucía, cuando mandaba el PSOE en el periódico. Esto suena duro de creer, porque Duque no se muerde la lengua, y no para complacer precisamente a los socialistas. ¿Quizá la calidad de sus breves escritos los hace respetables incluso a sus enemigos? ¡Vamos, eso es aún más increíble en el ambiente periodístico de estos años! Simplemente, toda regla tiene excepción, y el mérito de la excepción recae en este caso sobre un redactor jefe de talante ecuánime y liberal, Antonio Avendaño.
   
Nadie, creo, llamaría a Aquilino Duque un demócrata convencido, y, la verdad, él no se esfuerza demasiado en pasar por tal, al revés que tantos otros. Es de los que cree en los valores de la decencia, el mérito personal, el patriotismo y todas esas antiguallas arrasadas por la "ética" altisonante de los políticos y la regodeante chabacanería emanada del espíritu –por así llamarlo- del 68. Pero el hombre no se da por vencido, y sus "crónicas" constituyen otras tantas y certeras saetas contra mil convenciones impuestas en estos años, cuya sandez mana de la herida como un chorro de pus, más que de sangre.
  
Aquilino tiene el don de la brevedad ajustada y el acierto de la frase, y sería difícil hacer una selección entre tantas como dan en el clavo. "Proclamar que una teología es tan buena como otra y una cultura tan buena como otra, no es otra cosa que negar y proscribir la teología y la cultura". "Poco se hará por evitarlo (el terrorismo) mientras no entendamos que no es sólo una conspiración, sino una enfermedad moral que padecen los que también en tiempos del marxismo se llamaron los tontos útiles". Etcétera. Sus artículos constituyen un sano ejercicio intelectual contra tanta bobería ambiente.
  
Un servidor, que cree en la democracia por una mezcla de espíritu plebeyo y de experiencia personal antes que por teorizaciones, no se siente afectado, sin embargo, por los dardos que Aquilino le arroja. Es claro que bajo el marbete "democracia" se ha colado en estos años una cantidad ingente de basura, pero también lo es que basura muy parecida existe en regímenes supuestamente aristocráticos en el sentido intencionalmente literal de la palabra. La democracia es incómoda porque, aunque evita que la lucha por el poder se convierta en degollina, sigue siendo una dura palestra de ideas e intereses. ¿Es culpa del sistema que muchas personas razonables y sensatas, pero algo blandengues, cedan el campo por un prurito de refinamiento o desdén? Al hacerlo, desacreditan sus ideas y perjudican el funcionamiento de un sistema que, si bien admite mucha morralla, permite también combatirla.
 
Aquilino Duque no cede el terreno, se defiende con talento, y por ello sirve a la democracia, aunque diga que no le gusta.

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