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Pío Moa

Gallego, vasco y catalán

El interés por esos idiomas es, salvo muy contadas excepciones, un interés propiamente español. No es difícil imaginar que fuera de nuestro país ese interés será insignificante, por mucho dinero público que se gaste para "crear demanda".

Al parecer, el Instituto Cervantes sólo tiene, en todo el mundo, 900 alumnos de catalán, 100 de gallego y 100 de vascuence. Cada uno de ellos debe salir carísimo a erario, a pesar de las continuas campañas de promoción internacional que hacen por su cuenta –y con dinero público– las oligarquías separatistas. Pero estas, pese a su permanente denigración de España, insisten en presionar al Estado para que gaste más y más en promoción, porque, dicen, si la demanda no existe "debe crearse".

Me pregunto con qué argumentos que no fueran engañosos podría crearse esa demanda. Ninguno de esos idiomas tiene utilidad práctica, aunque las citadas oligarquías intentan crear artificialmente esa utilidad en sus territorios excluyendo al español común de los ámbitos oficiales y de la enseñanza. Y vulnerando de paso la ley y la democracia. Pero, lógicamente, a un extranjero esas medidas le importan muy poco, aunque perjudique y mortifique a quienes en el país se sienten españoles. Un extranjero sabe que el idioma con que puede desenvolverse en cualquier región de España –y en muchos otros países—es el castellano o español común, idioma que la historia ha hecho desde hace mucho tiempo tan propio de las respectivas regiones como el catalán, el gallego o el vasco. Del mismo modo que, pese a las presiones y abusos separatistas, cualquier español se desenvuelve todavía en el idioma común en cualquiera de las regiones hispanas.

Tampoco puede poner el acento la propaganda, si es veraz, en una deslumbrante producción intelectual o literaria en gallego, vasco o catalán para que un extranjero aprenda esos idiomas. La producción intelectual en español (como en casi cualquier otro idioma europeo) tiene hoy un nivel mediocre, pero en los idiomas regionales el nivel es mucho más bajo, máxime cuando está contaminado por un nacionalismo falsario y cutre, cargado de resentimiento por una historia inventada o desvirtuada. A los extranjeros les interesa aprender español tanto por lo muy hablado que es en el mundo como porque dispone de un legado cultural de primer orden, cosa que no ocurre con ninguna región en particular, pues lo más y mejor de la producción cultural catalana, gallega y no digamos vasca se ha hecho desde hace siglos en castellano o español común.

Por consiguiente, el interés por esos idiomas es, salvo muy contadas excepciones, un interés propiamente español. Como un acervo cultural hispano, esas lenguas deben ser protegidas, a pesar de que los separatistas las utilicen constantemente contra España. Pero no es difícil imaginar que fuera de nuestro país ese interés será insignificante, por mucho dinero público que se gasten las oligarquías regionales o el Estado español para "crear demanda".

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