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Pío Moa

La derecha ademocrática

No era democrática ni lo contrario, sino ademocrática, y por ello le fue imposible cortar el camino a la guerra civil.

Desde la invasión francesa de 1808, la política española ha estado llena de equívocos y falsas banderas, problema que se agravó después del "Desastre" de 1898, cuando cobraron impulso los separatismos y las izquierdas mesiánicas. Estos enarbolaron, con total arbitrariedad, el estandarte democrático, dándole un cariz utópico y violento. Como decía, este hecho inquietó a una derecha mayoritaria de fondo aproximadamente liberal, que tendió a identificar la democracia con la demagogia virulenta de aquellas gentes. El fenómeno se agravó con lo que podríamos llamar traición de los intelectuales (Ortega, Costa, Unamuno, Azaña, etc.), que privaron de respaldo espiritual al régimen liberal de la Restauración y auspiciaron, aun inconscientemente, las nuevas corrientes liberticidas.

La derecha política –el grueso de ella– adquirió así un peculiar talante pragmático de pobre nivel, "posibilista" se decía en la república, "de perfil bajo" se dice ahora, dispuesto a adaptarse a la democracia, aun si con renuencia y equívocos, sin conceptos claros, siempre a la defensiva. Su fuerza real radicaba en el sustrato y la inercia de la historia, porque España no nació ayer ni el cristianismo es una moda pasajera, pero le faltaba empuje e ideas para frenar la corrosión de ambas por las izquierdas y los separatismos. La defensa de las libertades podía haberle ayudado, pero las temía e identificaba con los trastornos izquierdistas. No era democrática ni lo contrario, sino ademocrática, y por ello le fue imposible cortar el camino a la guerra civil.

Después de que el franquismo resolviera el conflicto, quedara finalmente como régimen de transición y dejara una espléndida herencia, la derecha ademocrática volvió por sus fueros sin haber aprendido gran cosa. Al contrario, trató de olvidar. Aceptó la democracia simplemente porque era el régimen prevaleciente en la Europa Occidental. Quería "adaptarse" nuevamente, sin aportar un gramo de pensamiento ni un estudio mínimamente serio de la experiencia histórica reciente. Al contrario, trató de olvidar esa experiencia, de la que le hacía sentirse culpable la izquierda, dejó en manos de esta y de los separatistas el terreno de las ideas, y llegó últimamente a una conclusión de gran calado: "la economía lo es todo". Lo mismo podría decir el Gobierno chino. Conclusión que expresa la trayectoria de esa derecha ademocrática desde Suárez y supone un retroceso incluso con respecto al antiguo "posibilismo".

La involución política que sufre España no se debe solo a la agresividad de la izquierda y los separatismos, también al carácter ademocrático de esa derecha.

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