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Pío Moa

Patriotas

Un rasgo claramente discernible en la mayor parte del cine español de los últimos treinta años, o incluso anterior,  es un profundo antipatriotismo, un antiespañolismo que se ha convertido en obvio. Eso, desde luego, no tiene por qué quitarle valor artístico, del mismo modo que uno no puede evitar reírse de un buen chiste aunque ese chiste vaya contra uno y en el fondo le fastidie. El chiste seguirá siendo ingenioso, y el patriotismo no es un ingrediente importante en el arte.  Sin embargo ese antiespañolismo no ha producido ninguna o casi ninguna obra valiosa (¿quizá “Bienvenido mister Marshall”?). Se manifiesta más bien como un pesado ruido de fondo en la descripción banal, bajuna, de la sociedad española, en una hiel  difusa de un nivel de mesa camilla (el cine español, y no sólo el cine, rara vez supera ese nivel),  que desvaloriza o se mofa de  todo lo español, o ensalza lo contrario.
  
Ese rasgo ha sido bien visible en la última gala pavorrealesca que fue la de los Goya. Cuando esos señores denunciaban una imaginaria falta de libertad de expresión en España, eran ELLOS quienes atacaban esa libertad de expresión al no tolerar la libre crítica a sus bodrios y al presionar en esa línea, implícitamente, al gobierno. Y  al hacer esa calumnia colaboraban,  sin lugar a dudas, con la ETA y el PNV,  daban el máximo relieve mediático a la acusación de éstos de que no hay en España “verdadera” democracia. Pues para los terroristas y nacionalistas, como, según vamos viendo, para los progres y la  mayoría de la izquierda, la democracia no es verdadera si ellos no mandan. La derecha ha ganado las elecciones, viene respetando la ley mucho más rigurosamente de cuanto lo hizo la izquierda en su momento, ha garantizado el derecho  de expresión de todos, no sólo de la gente del cine, sino también  de las víctimas del terrorismo o los ciudadanos descontentos con ese cine. ¿Qué buscan con esos  ataques quienes, pretendiendo describir a España, en esta y en tantas ocasiones, sólo se describen a sí mismos? ¿Será obligado soportar en silencio esa ofensa permanente para no pasar por  reaccionarios o incluso por fascistas?
    
Pero he aquí que los antipatriotas se transforman de pronto en lo opuesto y, en nombre de España, atacan al cine  useño. Bien estaría la denuncia razonable y el trabajo práctico  por superar posiciones de privilegio o monopolio que puedan beneficiar injustamente al cine useño, pero oponer sin más este cine  al “español” que ellos hacen, al parecer  repleto de valores y heroico en su resistencia frente al “imperialismo”,  sólo puede hacer reír. La clave de este súbito españolismo está en las subvenciones.
  
Esperanza Aguirre visitó el otro  día la Escuela de Cinematografía de Madrid, y los alumnos le recibieron con un cartel patriótico: “¿Hay Esperanza para el cine español?”  Conmovedor. Como les  vino a responder Aguirre, eso dependerá de la creatividad y el ingenio de ellos. Pero aquellos jóvenes faltos, incluso a esa edad, de espíritu de innovación y riesgo, no pensaban en tal cosa ni demostraban la menor confianza en sí mismos. ¡Qué ánimo! Es el espíritu mediocre y lamentable  dejado por los socialistas en la enseñanza. Para ese espíritu, España carece de todo valor… excepto si se trata de obtener fondos públicos. Entonces se vuelven patriotas y lloran por el posible fin del cine “español” a manos del “imperialismo”. Tan jóvenes y qué bien han aprendido la lección.  

En Sociedad

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