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Víctor Gago

Condolencias sin compromiso

El asesinato de siete militares del CNI a las afueras de Bagdad no concederá al Gobierno una sola compañía interior en su determinación legítima de defender nuestro modo de vida combatiendo el terror junto a otras naciones occidentales. Tampoco en este Archipiélago atlántico español, situado a menos de 200 kilómetros de la cabeza de puente del Islam, José María Aznar encontrará ahora palabras o gestos sinceros de aliento por la intervención de España en Irak. Aunque la soledad del presidente sigue siendo tan sideral en este asunto, que cualquier condolencia más o menos cínica le parecerá indicio suficiente de que estas muertes han abierto los ojos a quienes, hasta ahora, se han negado a ver.
 
El presidente de Canarias, el nacionalista Adán Pablo Martín Menis, comentó a la agencia Efe, cuatro horas después del atentado, que "es un momento muy doloroso para todo el país", expresó su condolencia a las familias y dedicó su afecto y comprensión a las Fuerzas Armadas y el Centro Nacional de Inteligencia; nada que no hubiesen dicho ya a esa hora Llamazares y Zapatero, pero ni una palabra de apoyo al Gobierno, que responde de los militares españoles en la zona, ni a la política nacional de Defensa, que necesita una verdadera unidad de las fuerzas políticas y civiles detrás del Gobierno, antes que declaraciones de patriotismo huero y acomodaticio como las del presidente canario.
 
Si de verdad la izquierda y los nacionalismos compartiesen el destino de los soldados españoles en Irak y sintiesen el dolor que dicen por las víctimas del terrorismo, se habrían apresurado a ofrecer su apoyo al Gobierno y le habrían brindado el compromiso de aparcar el electoralismo mezquino en cuestiones supremas como la política de Defensa y de Seguridad. Claro que, para ello, tendrían que darse algunas condiciones previas, como que a la izquierda de la pancarta y la consigna facilona le quedase una brizna de moderación y de respeto por la verdad, o que los regionalismos formasen una corriente ilustrada que juega limpio al servicio de una España todo lo rica y matizada que se quiera, pero fuerte y unida, en vez de vulgares clanes de extorsión y rapiña garrula contra el Estado, y focos de totalitarismo a pequeña escala.
 
Adán Martín o CC no pueden ser la respuesta a la llamada a la unidad lanzada por Aznar después del atentado, porque el presidente canario encabezaba las manifestaciones de febrero en contra del Gobierno, y porque otros dirigentes de su partido, CC (Coalición Canaria), se encapotaban con banderas de Irak y portaban pancartas en las que se calificaba a Aznar de asesino. El PP no esperará un sólo gesto de lealtad de un nacionalismo cuyo máximo dirigente, Paulino Rivero, dijo la pasada semana que su tratado con el PP tiene fecha de caducidad en las próximas generales, cuyos resultados indicarán a CC a quién cotizar sus tres o cuatro escaños en condiciones de auténtica usura.
 
A este nacionalismo le incomodan los debates ideológicos y los compromisos sobre política de Estado. La imposible heterogeneidad de sus once partidos (independientes, caciques agrarios, comunistas, independentistas, asamblearios, cristianos de base...) se realiza por el acuerdo interno de prescindir de la contienda ideológica (en la que ninguno de ellos sobreviviría) y dedicarse a perfeccionar los mecanismos de control del poder local y chantaje al poder central. La naturaleza de CC no es historicista o cultural, como reconoció Paulino Rivero en una reciente conferencia. Su único sentido en la política nacional es la ambición de un buen cheque del Estado para mantener satisfecha a su clientela y conservar los resortes del poder.
 
Por desgracia para los isleños, la Educación y la Prensa están perdidos para todo programa de organización social no nacionalista. Horas antes del atentado contra agentes del CNI, la SER difundía extractos de un coloquio entre el escritor José Saramago y el profesor de Filosofía Emilio Lledó, celebrado en un foro universitario de Tenerife y moderado por el periodista Fernando G. Delgado. Una de las intervenciones que más aplausos arrancó a los estudiantes fue el retrato de Bush por Saramago: "Ese imbécil, ese retrasado mental, ese criminal de guerra". A continuación, describió a Aznar como "una marioneta patética en manos del jefe del imperio, y un criminal de guerra como su amo". La conductora del programa radiofónico concluyó el resumen definiendo a Saramago como un "coloso de sabiduría".
 
Contra los que piensan que el asesinato de los siete militares ha templado el debate y despertado una elemental razón patriótica en las mentalidades, estoy convencido de que las opciones para el juego limpio de la razón y de la verdad siguen siendo igual de difíciles, también en Canarias. La desinformación, la demagogia y el amedrentamiento desplegados desde la preguerra por la izquierda y el nacionalismo, con el servicio propagandístico de la Prensa (toda, sin excepción, en el caso de los medios locales isleños) han causado tal estrago en la Opinión, que no queda una sola voz oficial, académica, farandulera o periodística dispuesta a reconocer la necesidad de revisar las consignas de las últimas agitaciones callejeras y decir abiertamente lo que hasta la ONU ha acabado comprendiendo: que no hay alternativa a esta guerra de supervivencia contra el terrorismo.
 

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