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Víctor Llano

La penúltima pantomima

Como ya informó Libertad Digital, la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas aprobó este jueves una nueva resolución que condena a la tiranía castrista. Con esta ya son trece. Jamás entenderemos por qué todos los años los cubanos se empeñan en solemnizar lo obvio. Por qué les importa tanto que países que no respetan el más mínimo de los derechos humanos les reconozca su condición de víctimas de la peor de las tiranías. Por qué después de cuarenta y cinco años de sufrimiento piden auxilio a quienes sólo preocupa las dietas que puedan o no cobrar por su estancia en Ginebra.
 
¿Acaso no les consta que Castro nunca se detiene en este tipo de reproches sistemáticos y burocráticos? No tiene tiempo para perderlo en estas tonterías. Jamás permitirá que se conozca lo que pasa en sus cárceles. Además, ya son muchas. Más de doscientas. Imposible investigarlas todas. ¿Por qué no se expulsa a Cuba de la ONU si no acepta sus resoluciones? ¿Para qué sirve entonces la condena? ¿Cómo se puede tratar a un régimen asesino y gángster como si fuera un estado capaz de asumir algún tipo de crítica?
 
Fíjense ustedes en los países que apoyaron al coma-andante: Bahrein, Burkina Fasso, China, Congo, Egipto, Etiopía, India, Indonesia, Nigeria, Pakistán, Qatar, Rusia, Arabia Saudita, Sierra Leona, Sudáfrica, Sudán, Swazilandia, Togo, Ucrania, Zimbabwe y la propia Cuba. Lo mejor de cada casa. Como pueden ver, países todos que disfrutan de una ejemplar democracia. Es la ONU. La de Rubalcaba y la de Esteban Dido. El bloque africano. La eterna patraña.
 
Por cierto, ¿qué hubiera hecho Bambi si se hubiera visto obligado a votar en Ginebra sin cubrirse con el paraguas de la Unión Europea? Tal vez algún día lo sepamos, pero hoy apostamos porque se hubiera abstenido de condenar la tiranía como se abstuvieron Lula y Kirchner. En cualquier caso el tiranosaurio perdió la votación en el último minuto y por un solo voto de diferencia. Como no podía ser de otro modo, en el Granma presentan el resultado como un triunfo. Y no les falta razón. La sola presencia de Cuba en una Comisión de Derechos Humanos es una infamia para las víctimas y un éxito para sus verdugos. Lástima que sean tantos los que se apunten a semejante farsa.

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