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Zoé Valdés

Sin enterarse

Los políticos no quieren enterarse, pierden las elecciones, destrozan sus partidos y ellos como si malanga.

Los políticos no quieren enterarse, pierden las elecciones, destrozan sus partidos y ellos como si malanga, absurdos de todo y con respuestas neutras. Es el caso de Mariano Rajoy, no se ha enterado todavía del batacazo que ha recibido el PP en la reciente convocatoria electoral.

Otro que se hace el chivo con tontera es Pedro Sánchez, del PSOE, su partido ha quedado en un tercer puesto en Madrid y como si con él no fuera. A pactar, es la palabra de orden, pero nadie se pregunta por qué hay que pactar con aquellos a los que meses antes eran considerados por el mismo PSOE como populistas: los de Podemos. ¿Por qué los pactos? Pues porque perdieron estruendosamente.

El mundo ya no es lo que era antes, me comenta un amigo periodista, quiero decir periodista de los de antes, de los que salían a currarse la información y regresaban al periódico una semana después con un artículo bien terminado, bien informado. Los políticos, me dice, ya no son lo que eran antes. Ninguno tiene vergüenza, ninguno sale afectado de una derrota. Ya lo dije antes: como si malanga. Y ya la fiesta será otra.

Por otra parte, las dos señoras que acaban de salir beneficiadas, o sea, las que han ganado, la señora Manuela Carmena y la señora Ada Colau, al parecer tampoco se han enterado de su triunfo. Pocas entrevistas, casi ninguna declaración. ¿Ante qué cosa estamos que da la impresión de que sólo interesan las confesiones de los barones varoniles de la política? ¿Por qué no reclaman ellas lo que les corresponde? Que les den la palabra, de tal modo las conoceríamos un poco más tras el triunfo. Pero tampoco se enteran. O no tendrán nada que decir.

Todo pasa por Twitter o por Facebook, me dice el amigo periodista. Todo pasa por lo efímero. Nada queda. Nada sustancial pareciera eternizarse. A lo único que aspiran una vez que toman el poder es a eternizarse en él. Otra forma de eternidad, precisamente la del lado desproporcionado e irracional del poder.

Nadie se entera, y mientras tanto los ciudadanos siguen haciéndose la ilusión de libertad, como si vivieran en democracia, cuando esto cada vez más se parece a una forma bastante camuflada de totalitarismo.

En España

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