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Fundación Heritage

La temprana prueba de Gordon Brown

Es una guerra que se debe librar conjuntamente con el aliado más cercano de Gran Bretaña, que es Estados Unidos, enviando así el claro mensaje de que Occidente no se dividirá ante la defensa de la libertad.

Nile Gardiner

Este viernes, la policía británica frustró un ataque con coche bomba que habría ocasionado una matanza en las calles de Londres a pocos días del segundo aniversario de los atentados del 7 de julio de 2005, que se cobraron 52 vidas. El coche, que iba cargado con clavos, bombonas de gas y contenedores de gasolina, se encontraba aparcado a la salida de un club nocturno cerca de la estación de metro de Piccadilly Circus.

Esta penúltima tentativa para matar y mutilar a centenares de civiles es muy probablemente obra de Al Qaeda o de uno de sus numerosos afiliados con sede en el Reino Unido. Se programó para coincidir con la salida del Gobierno de Tony Blair y la entrada del nuevo primer ministro Gordon Brown. También coincidió con el nombramiento de Blair como nuevo representante especial del Cuarteto para Oriente Medio, en medio de una fuerte oposición en el mundo árabe.

En los meses venideros, la red de Al Qaeda y sus aliados intentarán poner a prueba la fortaleza y decisión del nuevo Gobierno británico, así como las del bisoño primer ministro, a quien la red terrorista podría ver como una figura más débil que Blair. Procurarán intimidar a la opinión pública británica y a los líderes políticos de la nación para que se retiren de Irak y reduzcan progresivamente la estrecha alianza de Gran Bretaña con Estados Unidos.

En los últimos años, Gran Bretaña se ha convertido en un avispero de extremismo islámico. El servicio de inteligencia doméstico MI5 está investigando actualmente treinta tramas terroristas en el Reino Unido y tiene alrededor de 1.600 individuos bajo vigilancia que están funcionando como parte de doscientas redes terroristas dentro del territorio británico. En abril, los tribunales británicos condenaron a una célula islámica terrorista por intentar matar a millares de compradores en el centro comercial más grande del Reino Unido, en Bluewater, Kent. Entre septiembre de 2001 y diciembre de 2006, se practicaron 1.166 detenciones relacionadas con el terrorismo en el Reino Unido, con más de 400 personas imputadas.

La escala del problema que implica a jóvenes extremistas islámicos en Gran Bretaña ha sido puesta de relieve en un importante estudio realizado en 2005 por los ministerios británicos de Asuntos Exteriores y del Interior. Las organizaciones terroristas como Al Qaeda han encontrado terreno fértil en el Reino Unido, donde la mitad de los musulmanes tiene menos de 25 años y donde hay una amplia oposición a la guerra contra el terrorismo liderada por Estados Unidos y Gran Bretaña. El informe reveló que los grupos extremistas están reclutando secretamente en universidades británicas a musulmanes instruidos y acomodados, además de a musulmanes empobrecidos y fracasados buscándolos en mezquitas y cárceles. La ex directora de MI5, Eliza Manningham-Buller, estima que más de 100.000 ciudadanos británicos consideran que los ataques del 7-J en Londres están "justificados".

El frustrado atentado de la mañana del viernes pone de manifiesto que Gran Bretaña sigue estando en estado de guerra y que es un frente fundamental en la guerra global contra el terrorismo. El nuevo primer ministro, Gordon Brown, debe mostrar valor, decisión y determinación de cara a esta creciente amenaza. De hecho, su propio legado como líder británico podría decidirse en última instancia por su capacidad para enfrentarse al asunto más importante de nuestro tiempo: el terrorismo global y los apoyos que recibe de estados que lo patrocinan como, por ejemplo, Irán y Siria.

Es imprescindible que Brown no muestre signo alguno de debilidad como líder. Debe comprometerse a aumentar el gasto para defensa y estar dispuesto a exhibir el poder militar británico en la escena mundial donde fuere que los intereses de su país se vean amenazados. Al igual que Blair, Brown tendrá que demostrar su capacidad como líder en tiempos de guerra, en un momento de gran amenaza para la seguridad británica e internacional.

En el terreno doméstico, Brown debe hacer todo lo posible para ocuparse de la amenaza terrorista. Se deberá otorgar mayores poderes a las autoridades británicas para vigilar, detener y extraditar a terroristas sospechosos y el Reino Unido debe invalidar inmediatamente todos los artículos y protocolos de la Convención Europea de Derechos Humanos que pudieran servir de freno a las medidas eficaces contra el terrorismo. A la postre, Gran Bretaña debería retirar su adhesión a la Convención en su totalidad y reafirmar su soberanía nacional en un área tan importante.

El Reino Unido no debe tolerar la militancia islámica en su entorno, ya que ésta busca destruir la sociedad británica e imponer un estado musulmán. Los clérigos islámicos extranjeros que predican la traición y la violencia deberían ser deportados, prohibiéndoles la entrada al país. Claramente, Gran Bretaña necesita también una nueva generación de líderes musulmanes, impolutos por asociación o simpatía con el extremismo islámico y que estén orgullosos de su identidad británica. Deben estar dispuestos a condenar inequívocamente el terrorismo en todas sus formas y a colaborar para arrancar de raíz a los extremistas que están dentro de las comunidades musulmanas.

En la escena mundial, el nuevo Gobierno británico no debe permitir que Al Qaeda y sus aliados dicten la política exterior británica como sí han logrado en países como España. Brown no debe aceptar un calendario artificial para la retirada de las fuerzas británicas en Irak y debería mantener el compromiso de aumentar el número de fuerzas británicas como parte de la operación conducida por la OTAN contra los talibanes en el sur de Afganistán. También deberá hacerle frente a la intimidación iraní en Irak y enviar el claro mensaje sobre consecuencias militares por ataques que cuenten con apoyo iraní contra las fuerzas británicas. Además, Gordon Brown debe asegurarse como gran prioridad de que se mantenga la relación especial anglo-americana.

La batalla de Gran Bretaña contra el terrorismo se debe luchar en varios frentes, tanto dentro del territorio nacional como en el extranjero. Se debe llevar la guerra al enemigo, incluyendo a estados patrocinadores de terrorismo internacional. Es una guerra que se debe librar conjuntamente con el aliado más cercano de Gran Bretaña, que es Estados Unidos, enviando así el claro mensaje de que Occidente no se dividirá ante la defensa de la libertad.

©2007 The Heritage Foundation
* Traducido por Miryam Lindberg

Nile Gardiner
es doctor en Filosofía y miembro del Centro Margaret Thatcher por la Libertad, una división de la Fundación Heritage.

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