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Enrique Dans

Google y la batalla de la privacidad

Los clientes de Ask.com podrán manejar un pequeño conmutador en la parte superior de la página que les indicará si sus intercambios de información con el buscador están siendo registrados o no.

Los movimientos se iniciaron la semana pasada, cuando Ask.com, un buscador que detenta en torno al 5% del mercado mundial, anunció un importante giro en su política: ofrecería a sus usuarios una opción, el llamado AskEraser, destinada a ofrecerles un control total sobre la retención de sus datos, y que estará en el mercado a finales de este año en USA y UK y a principios del siguiente en el resto del mundo.

Mediante el uso de la herramienta, los clientes de Ask.com podrán establecer una política de privacidad en lo concerniente a la retención de los datos de sus búsquedas, y manejar un pequeño conmutador en la parte superior de la página que les indicará si sus intercambios de información con el buscador están siendo registrados o no. Si estás haciendo búsquedas cuyo resultado no te importa que sea registrado –por ejemplo, temas sobre los que quieres recibir sugerencias, publicidad o, en general, que el funcionamiento del buscador se adapte a tus preferencias– dejarás el conmutador en su posición normal. Pero cuando decidas hacer otro tipo de búsquedas que, por la razón que sea, prefieras que permanezcan anónimas, el AskEraser te proporcionará la oportunidad de que así sea. Todo un brindis a la capacidad de control del usuario sobre su propia privacidad.

Naturalmente, a la medida de Ask.com en seguida le han salido imitadores. Microsoft, que en este mercado es un competidor relativamente menor que comanda en torno al 13% de las búsquedas, ha anunciado pocos días después que se une al movimiento pro-defensa de la privacidad. Empezará convirtiendo en anónimos los datos de las búsquedas transcurridos dieciocho meses, eliminando todos los datos referentes a identificadores de cookies, direcciones IP o cualquier otra información que pueda servir para vincular una búsqueda determinada a una persona o máquina en concreto. Es un movimiento que no deja de ser, cuando menos, bastante paradójico, al ser desarrollado por la empresa que una vez aspiró a convertirse en el auténtico Gran Hermano mediante un acuerdo con Intel que le permitiría identificar a todos los usuarios mediante el chip que tenían en su máquina. Microsoft afirma, además, que complementará la medida con la introducción en su Live Search de una tecnología parecida a la desarrollada por Ask.com, que permitirá a los usuarios decidir en cada momento el nivel de privacidad que deseen tener.

El mismo día, un tercer competidor, Yahoo!, el segundo buscador más importante a nivel mundial con un 25% de los usuarios, se apunta al carro de la defensa de la privacidad y afirma que también anonimizará completamente los datos de sus usuarios, pero que lo hará no en esos dieciocho meses que amenazaban con convertirse en un estándar de la industria, sino en trece meses, iniciando así una especie de carrera armamentística inversa por ver quien es capaz de anunciar un menor período de retención y quedar como el que más nivel de protección otorga a sus usuarios.

En realidad, todos estos súbitos movimientos alrededor del tema de la privacidad provienen de una raíz mucho más importante que una simple moda pasajera: se trata de un desplazamiento de los usuarios siguiendo una particular reinterpretación de las directrices de las jerarquías de necesidades del psicólogo norteamericano Abraham Maslow, un hombre que, al igual que los faraones, es especialmente conocido por su pirámide. En ella, Maslow describe como las jerarquías básicas, las que él denomina como "necesidades fisiológicas", se sitúan en la base de una pirámide estratificada en la que, a medida que ascendemos, alcanzamos la satisfacción de necesidades más "elevadas": seguridad, afiliación, reconocimiento y autorrealización. En el particular mundo de la búsqueda en Internet, un número cada vez mayor de personas hemos superado la fase de "necesidades básicas" o prácticamente "fisiológicas" –el que un buscador, simplemente, haga lo que tiene que hacer y ofrezca resultados adecuados que respondan a la búsqueda solicitada– y nos aventuramos en la búsqueda de la satisfacción de necesidades más "elevadas", como las de "seguridad": queremos controlar lo que el buscador sabe de nosotros y lo que pretende hacer con dicha información.

La mismísima Google, hace no mucho tiempo, empezó a notar este cambio de actitud con la aparición de sitios como GoogleWatch, herramientas de proxy anónimo como Scroogle o la muy recomendable extensión TrackMeNot para el navegador Firefox, que genera ruido aleatorio para los buscadores que convierte el intento de captura de datos del usuario en un esfuerzo completamente inútil. Al sentir la presión creciente, expresada a través de organizaciones como Privacy International, Google reaccionó: anunció que anonimizaría sus datos a los dieciocho meses y una nueva política de cookies: en lugar de intentar permanecer en el ordenador del usuario hasta el año 2038, se borrarían a los dos años "siempre que el usuario no las autorrenovase entrando en alguna propiedad de la compañía". Un cambio puramente cosmético que viene a decir que seguirás teniendo cookies de la compañía hasta dos años después de tu muerte. Medidas que han sido juzgadas como insuficientes por todo aquel que las sabe interpretar, y que han hecho que sus competidores intenten explotar el nicho que la compañía empieza a crear en el segmento de usuarios que valoran su privacidad.

Las necesidades de los usuarios empiezan a cambiar, a sofisticarse. Ya no se trata sólo de buscar, sino de hacerlo con más seguridad, con más garantías, con más respeto. Ha comenzado la batalla de la privacidad.

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