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Michelle Malkin

Washingtonitis

Son los asiduos VIP que siempre dicen aquello de "¿Acaso no sabe quién soy yo?" para abrirse paso entre la gente corriente a codazos, eludir las líneas de seguridad y declararse exentos de las normas que el resto debemos cumplir.

Todo lo que odia de la cultura de Washington ha quedado plasmado en dos recientes altercados que implican a dos desagradables metomentodos de Washington, uno demócrata y el otro republicano. He escrito sobre esta clase de gente antes. Son los ambiciosos de ambos partidos, los asiduos VIP que siempre dicen aquello de "¿Acaso no sabe quién soy yo?" para abrirse paso entre la gente corriente a codazos, eludir las líneas de seguridad y declararse exentos de las normas que el resto debemos cumplir.

El representante demócrata Bob Filner ocupó los titulares la semana pasada por hacer algo propio de un arrogante en el Aeropuerto Dulles de Washington. Según ha informado la prensa, el congresista progre estaba enfurecido porque su equipaje no había llegado. Presuntamente agarró a un empleado de la aerolínea por el brazo y rehusó salir de un área restringida. El empleado ha presentado una denuncia por un delito menor de agresión y lesiones contra el congresista, que se burló de las acusaciones por ser "ridículas" y "objetivamente incorrectas".

¿Que es ridículo acusarle de perder los papeles, dice? Filner es el mismo que, el verano pasado, gritó e insultó a dos funcionarios del Departamento de Asuntos de los Veteranos después de una conferencia de prensa, profiriendo repugnantes obscenidades contra ellos delante de la prensa.

Si fuera un Juan Español cualquiera, el congresista estaría entre rejas por su última salida de tono. Pero Filner seguirá libre hasta su comparecencia ante el tribunal el 2 de octubre. Su oficina afirma que está demasiado ocupado como para explicar sus acciones a sus votantes, porque está "de camino a Irak, visitando a nuestras tropas". ¿Qué hará si sus maletas se pierden en Bagdad? En caso de que eso ocurra, me encantaría ver a Filner intentando hacer a los soldados lo que supuestamente le hizo al empleado civil de la aerolínea.

La washingtonitis ataca a ambos partidos. Por cada Bob Filner, Cynthia McKinney o Patrick Kennedy (que fue grabado en vídeo empujando a una vigilante de seguridad en un aeropuerto de Los Ángeles mientras mostraba su identificación como congresista) hay un Christopher Shays. El congresista republicano perdió los estribos el mes pasado cuando un oficial de policía del Capitolio le dio el alto, mostrando los síntomas clásicos de arrogancia, elitismo, falta de decencia básica y desprecio por el hombre de a pie.

El Político informó de que Shays armó una trifulca considerable con un funcionario de policía del Capitolio durante un control de seguridad. Presuntamente se abalanzó sobre la placa identificativa del funcionario durante la disputa, una discusión sobre si el funcionario debía permitir o no el acceso al edificio a un grupo de turistas. Los turistas tienen vetado el acceso por la entrada por la que Shays intentaba colar al grupo. El legislador republicano le gritó al funcionario. El Congressional Quarterly describió el berrinche de Shays como "una diatriba salpicada de palabras malsonantes", durante la cual el legislador agarró la placa con su nombre que llevaba del funcionario.

Shays difundió una disculpa ("El congresista manifiesta su total apoyo y admiración a los funcionarios de policía del Capitolio y ofrece sus disculpas"), pero no antes de quedar en evidencia como una diva del Capitolio. Una Lindsay Lohan legislativa con traje y corbata. Los representantes Shays y Filner son sólo los últimos de una larga lista de chavalines malcriados de Washington, y no serán los últimos. Porque para los que se saltan las colas y se abren paso a codazos, "servicio público" significa no tener nunca que disculparte por comportarte como un grano en ya saben donde.

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