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EDITORIAL

Eppur si muove

Sí, los científicos se decantan un poco más, aunque tampoco mucho, por que el hombre provoca el calentamiento global. Pero quienes opinan lo contrario están lejos de ser tres locos pagados por pérfidas multinacionales.

El auto de fe que ha publicado El País se suma a las palabras de Al Gore en las que proclamaba que veía, en España, "muchos escépticos" (lo que, traducido del particular idioma del ex vicepresidente, significa que veía muchas posibilidades de hacer caja). Contradiciendo los dictums de la vicepresidenta, que dijo que "cuando se considera que quien piensa diferente es un enemigo no hay convivencia", el diario de Prisa ha afirmado que quienes expresan dudas sobre el dogma de fe del Evangelio según San Gore, entre los que se encuentra este diario, son nada más y nada menos que "enemigos de la ciencia". Nos equipara con Lysenko, cuyas erróneas teorías sobre genética Stalin convirtió en cuestión de Estado, modelando la agricultura soviética en torno a ellas. Justo lo mismo que hacen quienes, como el diario de Prisa, quieren obligarnos a todos a adoptar medidas draconianas sobre nuestra economía en nombre de un supuesto "consenso científico".

Pero la verdad en ciencia no se decide por consenso y, además, éste ni siquiera existe como tal. Cuando se dice que el IPCC, el organismo de la ONU, expresa la opinión de miles de científicos simplemente se miente. Sus informes contienen, sí, referencias a estudios de miles de académicos, pero sólo poco más de un centenar filtran qué conclusiones de esas investigaciones valen y cuáles no. En una reciente encuesta en la que preguntaron a medio millar de climatólogos de 27 países si creían cierta la teoría de que el calentamiento global es debido principalmente a la acción del hombre, en una escala que iba del 1 (de acuerdo) al 7 (en desacuerdo), la media resultó ser 3,62. Sí, los científicos se decantan un poco más, aunque tampoco mucho, por esa teoría que por otras alternativas. Pero quienes opinan lo contrario están lejos de ser tres locos pagados por pérfidas multinacionales, como afirma Greenpeace y transcriben los grandes profesionales del diario de Prisa sin cuestionarlo.

La ciencia, sin duda, determina que el dióxido de carbono es un gas de efecto invernadero y el aumento en su concentración origina por sí mismo un pequeño calentamiento de la atmósfera. Lo que los científicos discuten es si el cambio en las temperaturas durante el último siglo ha sido provocado principalmente por esa causa o ésta ha jugado un papel más o menos secundario. Pero es que, además, quienes apoyan sin fisuras la hipótesis catastrofista se niegan a considerar soluciones que no impliquen el racionamiento en el uso de la energía que supone Kyoto, como pueda ser la energía nuclear o los filtros de CO2. ¿No se suponía que Rajoy había pecado gravemente al decir que éste no era "el gran problema mundial"? Si resulta que lo es, y los apóstoles del apocalipsis climático lo creyeran sinceramente, deberían apoyar estas propuestas, porque Kyoto no hará sino retrasar el calentamiento previsto del 2100 al 2106. Pero se ve que, para ellos, lo importante es controlar la economía, no solucionar ese supuesto "gran problema mundial".

Dice la leyenda que, tras retractarse ante un tribunal de la Inquisición de que la Tierra girara en torno al Sol, Galileo murmuró por lo bajo: "Eppur si muove" (sin embargo, se mueve). A este paso, casi parece que quienes expresamos nuestras dudas sobre el gran dogma de la fe progresista vamos a tener que pasar por un trago similar.

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