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Larry Elder

Cómo desnivelar aún más el campo de juego

Al contrario de lo que esperaban los críticos de la ilegalización del uso de la raza como factor a considerar en las matriculaciones universitarias, en los años posteriores a la medida la cifra de negros e hispanos en la universidad siguió siendo la misma

Olvide de una vez a Martin Luther King y su deseo de una sociedad que no haga distinciones raciales. El sistema de la Universidad de California prefiere una sociedad "racialmente coordinada".

La Junta de Admisión y Relaciones con los Centros (BOARS) de la Universidad de California quiere alterar las normas de admisión en sus 10 campus, incluyendo la rebaja de las notas mínimas para la admisión a 2,8 (de un máximo de 4) y eliminar el requisito de dos exámenes de aptitud estandarizados.

La política actual hace al 12,5% de cada clase elegible para ser admitido en un centro de la Universidad de California, basándose en un mínimo de 3,0 puntos en sus notas y los resultados de sus exámenes de aptitud de razonamiento y escritura, así como las pruebas de dos asignaturas.

Pero según la Junta de Admisión un gran porcentaje de estudiantes pobres, negros e hispanos, nunca supera los exámenes de aptitud, lo que les cierra las puertas al ingreso en la universidad. Rebajar las notas de corte y prescindir del requisito de los dos exámenes estandarizados incrementa la cifra de estudiantes aptos para la admisión, dando a las universidades una reserva mayor y más nutrida de minorías a partir de la cual elegir aspirantes.

Pero esta propuesta afecta para mal a muchos estudiantes, muchos de ellos de origen asiático (antes conocidos como minorías). Y prescindir de los exámenes estandarizados –en los que los estudiantes eligen las dos materias que mejor llevan a partir de un amplio abanico de exámenes de inglés, historia, matemáticas, ciencias y lengua– es lo que provocará los mayores estragos.

Utilizado desde 1926, con varias revisiones durante estas décadas, los exámenes estandarizados intentan dar sentido a las diferentes notas, puestas por profesores distintos en clases diferentes de institutos distintos. ¿Cómo sabemos que un sobresaliente del señor Anderson en Texas equivale a un sobresaliente de la señora Tyler en New Hampshire? Respuesta: el examen estandarizado. En cuanto a los exámenes de asignaturas (llamados exámenes de evaluación hasta 1994, y SAT II hasta el 2005), cada materia tiene una prueba de una hora de duración, y un estudiante puede presentarse hasta a tres en un día.

Los críticos del examen estandarizado argumentan que las notas siguen siendo el mejor cómputo del éxito en la educación superior. Lo cual sería correcto si estas notas pudieran corregirse teniendo en cuenta las diferencias entre centros y profesores, que es precisamente el motivo por el que la mayor parte de las universidades, a pesar de que el Gobierno no les obligue a ello, exijan a los aspirantes el examen estandarizado.

Admitir a los estudiantes con estándares más bajos perjudica a los mismos chicos a quienes los coordinadores raciales afirman proteger. En un revolucionario estudio, el profesor de la UCLA Richard Sander –un veterano defensor de la discriminación positiva– concluyó que los estudiantes de la Facultad de Derecho procedentes de minorías admitidos según criterios más flexibles sufrieron a causa de "este desequilibrio académico". Después del primer año de Facultad de Derecho, el 51% de los estudiantes negros tendía a encontrarse estadísticamente en el 10% inferior de su clase, en comparación con el 5% de los blancos. Estos estudiantes tenían el doble de probabilidades de abandonar la carrera o suspender el examen del Colegio de Abogados. Sander llegó a la conclusión de que si centros y estudiantes estuvieran mejor ajustados, tendríamos muchos más abogados negros.

Un estudiante que ingresa en un centro sin discriminación positiva tiene una probabilidad mucho mayor de competir y tener éxito. ¿Por qué? La discriminación positiva somete a un estudiante a un ritmo mucho más rápido del que es capaz de seguir. Un ritmo menos competitivo proporciona al estudiante menos preparado tiempo para aprehender el material, haciendo más probable que llegue a licenciarse.

Al contrario de lo que esperaban los críticos de la Propuesta 209 de California –que ilegalizó el uso de la raza como factor a considerar en las matriculaciones universitarias–, en los años posteriores a su implantación la cifra de negros e hispanos en la Universidad de California siguió siendo la misma. Hubo menos en los campus más competitivos como UCLA o Berkeley, pero más en en los de Riverside o Irvine. Y esto no es todo. Como escribe el economista Robert J. Samuelson:

Estudiar en Harvard o Duke no te da automáticamente un puesto de trabajo mejor o un salario más alto. Los licenciados de estos centros se desenvuelven bien en general en el mundo laboral. Pero eso es porque tienen talento. Si hubieran elegido centros con menos lustre, habrían salido de media igual de bien parados.

Investigadores de Princeton y de la Fundación Andrew W. Mellon examinaron los salarios de los estudiantes admitidos en universidades de élite como Yale. Compararon los salarios de quienes fueron admitidos y cursaron sus estudios allí con los admitidos que prefirieron estudiar en un centro menos prestigioso. Samuelson explica: "Suponga que Princeton y Podunk nos admiten a los dos, pero usted va a Princeton y yo a Podunk . En promedio, acabaríamos igual". Los resultados se mantuvieron en el caso de negros y blancos.

Los licenciados en universidades de élite tuvieron al graduarse empleos mejor remunerados, pero a lo largo del tiempo la capacidad gana la partida. Y es que la capacidad no se limita a las aptitudes académicas, sino a cualidades que en el mundo real contribuyen al éxito profesional: perseverancia, responsabilidad, sentido del humor, capacidad de liderazgo y optimismo.

Ampliar el número de estudiantes que pueden ser admitidos permite a la Universidad de California el uso de criterios subjetivos tales como la capacidad de superar "dificultades" o "desventajas". ¿Qué hay del estudiante de clase media procedente de una familia rota? ¿Está más "discapacitado" ese estudiante que un chico que viene de una familia de clase más baja pero con el núcleo familiar intacto? La respuesta a estas preguntas exige un juicio casi divino, algo que pocos mortales poseen. En última instancia, todo se reduce a si el contribuyente merece o no estándares de admisión que permitan a los estudiantes que solicitan plaza un trato lo más igualitario posible. Rebajar los estándares hace el proceso más injusto, no menos.

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