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Carlos Semprún Maura

Las relaciones extrañas

Con la ayuda de Hugo Chávez y de Oliver Stone (sólo faltó Bernard-Henri Levy), las FARC han montado toda esta operación con el único objetivo de intentar desprestigiar a Álvaro Uribe, presentándole como el malo de la película

Ahora queda claro por qué las FARC fingieron aceptar la liberación de tres rehenes, Consuelo González, Clara Rojas y su hijo Emmanuel, cuando el niño ya no estaba con su madre, retenido junto a ella por los guerrilleros narcotraficantes, sino en un orfanato de Bogotá. Sencillamente nunca pensaron liberar a nadie. En ese caso, ¿qué más daba anunciar la "liberación" de un niño que ya no estaba, niño que no se sabe si es fruto de una violación o de una relación amorosa?

Con la ayuda de Hugo Chávez y de Oliver Stone (sólo faltó Bernard-Henri Levy), las FARC han montado toda esta operación con el único objetivo de intentar desprestigiar a Álvaro Uribe, presentándole como el malo de la película que ha hecho fracasar la "liberación" de esos tres rehenes, que eran dos, o sea, ninguno. Y ahora anuncian una ofensiva general contra el Gobierno. Podría ser una buena ocasión de liquidarlos definitivamente. Espero que esa trampa grosera no haya funcionado en Colombia y otros países latinoamericanos, pero en Francia sí que ha funcionado; el Gobierno se ha creído a pies juntillas esa maniobra de propaganda.

Las reformas de Sarkozy, demasiado timoratas e insuficientes en mi opinión y en la de muchos economistas y analistas políticos, avanzan lentamente, pero avanzan. De hecho, tienen menos oposición de lo previsto, tal vez precisamente por ser tan timoratas. Pero en política exterior, Francia no da pie con bola. Bernard Kouchner viaja mucho, pero no logra nada, ni en el Líbano, ni en el Darfur, ni en ningún sitio. El caso es que no es tonto y se le ocurren a veces buenas ideas, pero no logra aplicarlas nunca. Cuando me enteré que estaba en Pakistán, tuve escalofríos, porque el pobre es gafe.

 Sarkozy, quien como todos los presidentes galos considera la política internacional de su exclusiva incumbencia, sí ha logrado alguna acción espectacular, como con las enfermeras búlgaras o en el Chad, con los periodistas y la tripulación española, que no estaban pringados en los turbios negocios del Arca de Zoé. En cambio, ha hecho el ridículo con los FARC y sus cosas serias, sus grandes maniobras como el Tratado europeo "simplificado", que poco tiene que ver con una verdadera política europea –y menos mal–, o su aquelarre de la Unión Mediterránea, tampoco parece que vayan a revolucionar el mundo ni cambiar nada.

No tengo ninguna oposición de principio a que en el Gobierno haya ministros socialistas, o ex socialistas –y además, no es mi Gobierno–, pero la idea, cada vez más comentada, de nombrar a Jack Lang ministro de la Cultura tras las municipales de marzo de 2008 es grotesca. Lang es un histrión muy visto y muy usado, una nulidad. Recomiendo al señor presidente que relea lo que Jean-François Revel y Marc Fumaroli, pongamos, escribieron sobre la labor nefasta de Lang como ministro de la Cultura de Mitterrand. Podría serle útil antes de meter la pata.

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