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Amando de Miguel

Nacionalismo, esa obsesión

Los nacionalistas no salen del túnel de sus obsesiones y con ellos no hay sosiego posible. Están siempre tensos, en vigilia constante, dispuestos a morir matando.

José Antonio Villar se define como nacionalista o independentista vasco, "es decir, un generador de tus pesadillas... Casi nadie puede ser no nacionalista como muchos decís [que sois]. Nunca a nadie he oído definir qué es eso de no nacionalista. ¿Por qué no me lo defines tú? Porque tú, conspicuo sociólogo, eres nacionalista español, siéntaste lo que te sientas, basta leerte". Gracias por el tratamiento de "conspicuo" (= ilustre, visible, sobresaliente), aunque mucho me temo que don José Antonio lo dice con ironía. ¿Que cómo defino el no-nacionalismo? Muy sencillo. Es la persona que no tutea a otra que no conoce. Pero hombre de Dios, ¿cómo es posible ser independentista vasco llamándose José Antonio Villar? Tendrá usted que empezar por cambiarse el nombre y el apellido.

Si digo que no me siento nacionalista es que así es. Algo así como ocho de cada diez españoles no son nacionalistas. Es la forma más natural de ser español. Los españoles seguiremos amando al País Vasco aunque lo declaremos independiente. Porque no le quepa a usted ninguna duda, don José Antonio, el País Vasco solo será independiente si lo decidimos todos los españoles. Esa voluntad nacional no podrá ser suplantada por una banda de fascinerosos, de las que ustedes, los nacionalistas, se aprovechan para medrar. En cambio, los no nacionalistas somos las víctimas de esos forajidos. ¿Ve usted la diferencia? ¿Le parece poca? Es la que va de la muerte a la vida.

Alex Tárrega Gil (Barcelona) no se considera nacionalista y se siente tan catalán como español. Añade con ironía: "A qué punto hemos llegado con este país que los catalanes, antes de entablar cualquier comunicación con un desconocido, tenemos que desvelar si nos sentimos españoles o no. Queda claro que usted no me lo ha pedido, que ha surgido de motu propio [sic]". Bueno, no se lo he pedido y, efectivamente, ha surgido motu proprio (digamos bien el latinajo). En cambio, yo no tengo que decir a todas horas que me siento español. Es un dato. A lo que voy, don Alex se queja de mi expresión baleárico para comprender en una sola voz las lenguas, dialectos o variaciones que son el mallorquín, el menorquín y el ibicenco. Ayúdeme don Alex. Ignoro si hay muchas diferencias entre el mallorquín, el menorquín y el ibicenco, o entre las tres lenguas y el catalán. Solo sé que si digo que el idioma privativo de Baleares es el catalán (el català de sos illes), me van a llover protestas de los libertarios que consideran que el mallorquín, el menorquín o el ibicenco son lenguas distintivas. Por otra parte, resulta un engorro tener que decir siempre la letanía del mallorquín, menorquín e ibicenco. ¿No se podría aceptar una solución de compromiso y hablar de un idioma balear o baleárico? Por lo mismo se dice que se expresan en árabe o arábigo los naturales de Egipto o de Marruecos, aunque supongo que entre ellos hay grandes diferencias. Nadie tiene que ofenderse por esas denominaciones genéricas. Supongo que muchos libertarios chinos (si es que hay alguno) me dirían que no existe el chino sino varios lenguajes chinos. No digamos si descendemos a la polémica de si el valenciano es o no catalán.

Cualquier solución que se adopte levantará ronchas nacionalistas en el bando opuesto. Lo mejor en estos casos es acomodarse a lo que digan los naturales. Por ejemplo, la mayoría de los españoles dicen hablar o entender "castellano", aunque solo una fracción sean castellanos. Mejor sería decir "español", pero entonces muchos paisanos de don Alex aducirían que el catalán es también un idioma español. Esto parece el cuento de la buena pipa. Volvamos a lo de Durán i Bas: "nunca nos entenderemos". Claro que ¿por qué vamos a tener que entendernos?

GNB se explaya: "Aterricé en Barcelona a finales de los setenta desde Zaragoza para hacer mi especialidad médica. Recuerdo nítidamente por aquella época una Clave [el programa de José Luis Balbín en TVE] en la que usted tuvo un brillante rifirrafe con un docente nacionalista que se hacía el mártir y le acusaba a usted de exagerado. Le confieso que también a mí me pareció que usted exageraba, pues entonces, ni remotamente se podría adivinar lo que se venía encima". Agradezco el recuerdo, pero en 1980 algunos nos aproximamos a imaginar lo que iba a ocurrir. Por eso nos fuimos de Cataluña, o mejor, nos echaron.

José Luis Matilla (Sant Boi de Llobregat) me cuenta que el Ayuntamiento de su pueblo, regido por el PSC, va a colaborar al pago de una multa que han impuesto en Valencia por la emisión irregular de TV3. Don José Luis ha dejado de hablar catalán al ver cómo sus hijos han sufrido la inmersión lingüística.

Me fatigan las polémicas y diatribas con los nacionalistas. Me alejan mucho del propósito central de estas páginas, que es el de platicar con sosiego sobre la lengua común de los españoles. Los nacionalistas no salen del túnel de sus obsesiones y con ellos no hay sosiego posible. Están siempre tensos, en vigilia constante, dispuestos a morir matando. Nada más lejos de la disposición del resto de los libertarios, que se mueven en el espacio de la relajada conversación. Desgraciadamente, los nacionalistas no cejan en su empeño salvífico o condenatorio. Vuelta la burra al trigo. Diríase que alguna autoridad les impone la misión antibíblica de convertir los arados en espadas. Si siempre ha habido varias lenguas en España, ¿por qué no vamos a convivir civilizadamente los hablantes de unas y de otras? Nadie tiene la culpa (ni el honor) de que el castellano o español sea la única lengua en la que podamos entendernos (o no entendernos) los españoles.

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