
Se gasta más agua en un café que en una ducha. Esto puede sorprendernos, pero si tenemos en cuenta la huella hídrica, los litros de agua se multiplican. Y es que cada producto o servicio que usamos en nuestro día a día requiere agua para ser fabricado o consumido, ya sea de forma directa o indirecta. Ese uso, muchas veces invisible, es lo que conocemos como huella hídrica. Un concepto cada vez más presente en nuestras vidas que EMASESA, la Empresa Metropolitana de Abastecimiento y Saneamiento de Aguas de Sevilla, mide cada año para mejorar en eficiencia y sostenibilidad.
¿Por qué es importante para una gestora del ciclo urbano del agua, como EMASESA, calcular la Huella Hídrica?
En EMASESA, medir la huella hídrica es clave para entender el impacto real de nuestra actividad. La huella directa, relacionada con la extracción de agua del medio natural, es la más significativa. Pero también analizamos la huella indirecta, que nos ofrece una visión estratégica: nos ayuda a detectar oportunidades de mejora en nuestros procesos industriales, más allá del consumo de agua potable.
Gestionar el agua es mucho más que distribuirla o depurarla: es proteger el medioambiente y tomar decisiones sostenibles. Por eso, integramos estos indicadores en nuestra estrategia ambiental, para avanzar hacia una gestión más eficiente y concienciar a la ciudadanía sobre el valor del agua.
¿Qué ha aprendido EMASESA desde que comenzó a medir estos indicadores?
Hemos identificado que las fases del ciclo urbano del agua con mayor impacto son la captación y potabilización - cuando extraemos el agua del medio- y la depuración final -cuando la devolvemos a la naturaleza-.
La estabilidad de la huella hídrica en los últimos años refleja que estamos optimizando nuestros procesos. Además, la depuración tiene un efecto positivo: al devolver agua en buenas condiciones a la naturaleza, reducimos el impacto ambiental y reforzamos nuestro compromiso con la sostenibilidad.
¿Cómo se garantiza la precisión de los cálculos de huella hídrica?
Nuestro estudio abarca todo el ciclo del agua, desde que se capta en los embalses hasta que se vierte depurada al cauce. Utilizamos metodologías internacionales reconocidas, como la de la Water Footprint Network y la norma ISO 14046. Además, contamos con auditorías internas y externas que verifican la calidad de los datos. Es un proceso riguroso que nos permite tomar decisiones basadas en información fiable y transparente.
¿Qué papel juega la ciudadanía en todo esto?
Reducir nuestra huella hídrica está al alcance de todos. Desde instalar dispositivos de ahorro en casa hasta informarnos sobre el agua que hay detrás de los productos que consumimos. En EMASESA apostamos por la transparencia y la divulgación: publicamos los resultados anuales del cálculo de la huella hídrica y estamos desarrollando una calculadora online para que cada ciudadano pueda conocer su consumo y tomar decisiones más sostenibles.
¿Cree que el concepto de huella hídrica llegará a tener tanta repercusión como el de huella de carbono?
Sin duda. El agua es un recurso cada vez más escaso, especialmente en el contexto del cambio climático. La huella hídrica nos ayuda a visualizar ese consumo invisible y a tomar conciencia de su valor. En EMASESA ya estamos trabajando para que este concepto forme parte de la rutina de todos.
Además de calcular la huella hídrica, ¿qué otras acciones está desarrollando EMASESA para promover la sostenibilidad?
Nuestro compromiso con la sostenibilidad va más allá del cálculo de la huella hídrica. Aplicamos principios de economía circular, apostamos por energías renovables, fomentamos la movilidad sostenible y desarrollamos proyectos innovadores para gestionar de forma eficiente los recursos hídricos. Todo ello con un objetivo claro: construir un futuro más responsable y resiliente.
¿Qué es y cómo nace el concepto de huella hídrica?
La huella hídrica es mucho más que una cifra. Es una herramienta que nos permite saber cuánta agua dulce se ha utilizado -de forma directa o indirecta- para producir cualquier bien o servicio. No se trata solo del agua que vemos, sino también de la que está oculta en todo el proceso de producción.
Este concepto fue desarrollado en 2002 por el profesor Arjen Hoekstra mientras trabajaba en el Instituto UNESCO-IHE para la Educación relativa al Agua. Fue tan importante y despertó tanto interés, que terminó fundando la Water Footprint Network 8 años después para crear conciencia sobre el enorme volumen de agua que requiere el tejido productivo y nuestros propios hábitos de vida y así fomentar un uso racional y sostenible.
En 2009 se publicó la primera edición del The Water Footprint Assessment Manual, que contiene el estándar mundial para la evaluación de la huella hídrica. Desde entonces se ha convertido en una herramienta clave para evaluar el impacto de nuestras actividades sobre los recursos hídricos, permitiendo definir estrategias para la gestión sostenible y eficiente del agua.
Huella hídrica versus huella del agua
Aunque suenen parecidas, no son lo mismo. La huella hídrica se centra en el volumen de agua utilizado y sigue los estándares marcados por la Water Footprint Network, mientras que la huella del agua va un paso más allá: mide también los impactos ambientales asociados a ese uso y se ciñe a la norma ISO 14046. Es decir, no solo mide cuánta agua se consume, sino cómo afecta al entorno.
