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Juana Galt

Las relaciones púbicas del Borbón maldito

El infante Luis Fernando de Orleans murió renegado, alcohólico y drogadicto, de un cáncer de testículos. Su misiva a Alfonso XIII no tiene precio.

"Me retiras lo único que no puedes ordenar, pues nuestros títulos son inherentes a nuestra persona. He nacido y moriré infante de España. Como tú has nacido y morirás rey de España, mucho tiempo después de que tus súbditos te den la patada en el culo que te mereces".

La misiva del infante Luis Fernando de Orleans y Borbón a su primo Alfonso XIII era profética. Corría, que diría César Vidal, el año 1924. El hijo de la infanta Eulalia (y nieto de Isabel II) y su amante/compinche Antonio de Vasconcellos habían tomado parte en una orgía en la que un marinero, nadie sabe cómo, había terminado muerto. Por supuesto, el par intentó evadir la acción de la Justicia. Primero en la embajada de España y después, cuando comprobaron que el embajador Quiñones de León les negaba el asilo, marcharon a Bélgica donde Luis Fernando recibió una notificación del rey en la que se le comunicaba que le retiraban sus títulos y dignidades.

Luis Fernando, príncipe de los maricas, infante de los malditos, es uno de esos personajes imprescindibles en el zoológico borbónico. Al poco de heredar parte de su fortuna, se instaló en París donde comenzó a frecuentar el célebre hotel Marigny en Montmartre, una suerte de antro sadomasoquista gay en donde el infante se convirtió en soberano gracias a la inmensa fortuna que recibió de su padre, el duque de Galliera, un sinvergüenza de tomo y lomo.

El hotel Marigny abrió en 1913 en el 11 de rue de l’Arcade. El dueño era Albert de Cuziat, ex mayordomo del príncipe Radziwill. Los muebles que adornaban el prostíbulo habían sido legados por Marcel Proust, autor de En busca del tiempo perdido, otro buen amigo del infante maldito.

Don Luis ejerció en el Marigny de relaciones públicas (o púbicas, según se mire) hasta que un día la policía le sorprendió en compañía de varios jóvenes menores de edad. Se le acabó el chollo, claro. En lo que se refiere a las mujeres, don Luis las prefería viejas y ricas. Y en cuanto sus ingresos empezaron a menguar, se hizo novio de varias ancianas pudientes que sufragaban sus caprichos y los del fiel Vasconcellos. Una de ellas se gastó con él cerca de dos millones de francos de la época.

Pero eso no bastaba. Don Luis fue el auténtico promotor del photocall, ya que recibía dinero por asistir a cenas y celebraciones. Y si la cifra no le satisfacía, mandaba a Vasconcellos como si de un embajador se tratase.

Pero las viejas no bastaban y don Luis comenzó a traficar con cocaína. El príncipe viajaba a Italia por la priva y la distribuía entre los suyos: aristócratas, ricos, príncipes, reyes. En cierta ocasión portó en el maletero ocho kilos de coca que vendió con un beneficio del 300%. Ni Urdangarín. Se casó con Marie Say, una vieja rica a quien arruinó y que le permitía todos sus caprichos. Pero también se divorció de ella.

Murió casi solo en Paris de un cáncer de testículos. Antes se había casado con Raymonde Gitenet para agradecerle que hubiera costeado los gastos médicos derivados de la enfermedad. Murió alcohólico y drogadicto. Y con una estrella amarilla en la solapa. Don Luis pensó que ese distintivo que llevaban los judíos se pondría de moda.

 

Bibliografía:

"El infante maldito. La biografía de Luis Fernando de Orleans, el más depravado príncipe Borbón" de José Carlos García Rodríguez

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