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Jake Sandoval

Goya, Froilán y el infante don Luis

Ironías del destino, la exposición de Goya y el infante don Luis la inauguró la infanta Elena, que seguro reflexionó sobre lo difícil que es ser secundaria.

La exposición inaugurada la semana pasada en el Palacio Real bajo el titulo "Goya y el infante don Luis: el exilio y el reino" intenta recuperar la figura del infante don Luis (1727- 1785), hijo de Felipe V y hermano de Luis I Fernando VI y Carlos III. El infante es la pura imagen de todas las contradicciones de una época que la Revolución Francesa tuvo a bien terminar.

El infante vivió una vida complicada, fue un personaje refinado, instruido, libertino, todavía al cien por cien ancien régime. Hecho cardenal y arzobispo de Toledo a los ocho años como parte de las negociaciones de su padre con la santa sede, a los 27 deja el mundo eclesiástico gracias a su hermano Fernando VI. Pero la muerte de sus hermanos, Luis I y luego Fernando VI, le fueron acercando peligrosamente al trono de España. Principalmente por el hecho de que los hijos de Carlos III, rey de Nápoles entonces, no hubiesen nacido en España. Este hecho incumplía la Ley Sálica de su padre Felipe V sobre la sucesión a la corona española.

El infante, con unas rentas enormes debido a la pensión del Arzobispado, construyó una minicorte a su alrededor dando patronazgo a músicos, pintores, arquitectos y escritores. Un infante más propio de Francia que de España, donde no ha habido ramas segundonas tan importantes ni infantes excéntricos, como los Condé u Orleans. Sus dos exilios fueron en sendos palacios mandados construir por él: el primero en Boadilla del Monte, que diseñó Ventura Rodríguez, y el segundo en Arenas de San Pedro en Gredos que dejo sin terminar a su muerte.

Es realmente un misterio por qué Carlos III quiso maltratar tanto a su hermano, obligándole a casarse en su vejez morganáticamente (con una persona que no era de sangre real) para apartarle de la corte, haciendo que sus hijos no tuviesen rango en la misma y que se inscribieran con el apellido de su mujer. La amenaza de la Ley Sálica no es suficiente argumento para esa crueldad. El rey lo castigó incluso muerto, dispersando a su familia e incluso no dejando que se enterrara en su Palacio de Boadilla, según su voluntad, sino en el Panteón de Infantes de El Escorial.

Paradojas del destino, una vez muerto su hermano el ascenso de un arribista como Godoy y la necesidad de buscarle una esposa con pedigree propició el rescate de la familia del infante doce años después de su muerte. En El Escorial se celebró la boda entre Maria Teresa, hija del infante, y el valido, boda que consiguió rehabilitar a la familia del infante en todos los honores y cargos.

Goya es el tirón publicitario de la exposición. El infante le hizo llamar a Arenas de San Pedro en 1784 para retratar a su familia. Goya pintó el famoso cuadro de su familia, además de varios retratos de cada uno. Goya les volvería a retratar de mayores, una vez que recuperasen su lugar en la corte, con el célebre retrato de la condesa de Chinchón y el que pintó tanto de la duquesa de San Fernando de Quiroga como de su hijo, que con la rehabilitación fue nombrado también arzobispo de Toledo.

La exposición la inauguró, ironías del destino, la infanta Elena, quien seguro que reflexionó sobre lo difícil que es ser parte secundaria en la familia real, y si Victoria Federica terminará casada con un nieto de Pujol y si Froilán tiene todavía alguna posibilidad de ser arzobispo de Toledo. Yo, por mi lado, salí de Bailen 1 ya de noche cerrada, con un aire frío que cortaba la cara y con la sensación de acabar de ver un mundo completamente desvanecido, con la misma nostalgia que se tiene cada vez que vas a una exposición a ese cementerio inútil que es el Palacio Real.

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