
Que los cotos privados de caza españoles son los mejores del planeta es una evidencia. A pesar de la oposición de los animalistas, la actividad cinegética se sigue practicando en nuestro país, y cada vez con más fuerza. Prueba de ello es que algunos de los miembros de las Casas Reales europeas más reputadas viajan de manera periódica a España para disfrutar de este pasatiempo.
Los cabezas de las monarquías belga y la de los Países Bajos han visitado recientemente la península ibérica para practicar esta actividad. Máxima y Guillermo Alejandro, acompañados de sus tres hijas, disfrutaron la semana pasada de una montería en Toledo, en la Finca La Ventosilla, la finca de caza de perdices más emblemática de España ubicada cerca de la localidad de Polán.
Según ha sabido Es La Mañana de Federico, tras la cacería los monarcas se lo pasaron de lo lindo en el ágape que prepararon para todos y en el que no faltaron las bebidas alcohólicas. El rey Guillermo incluso participó en un juego en el que los asistentes tenían que coger con sus bocas las copas depositadas en un cajón de manera. Mientras, la reina Máxima bailaba las canciones que pedía ella misma.
No estaban solos: la Familia Real holandesa estaba acompañada por los reyes de Bélgica, Matilde y Felipe, que se mostraron mucho más comedidos que sus homólogos de los Países Bajos y permanecieron casi todo el tiempo sentados en sus sillas.
Guillermo de Inglaterra, en "La Garganta"
El otro Guillermo, el heredero al trono británico, también ha viajado recientemente a España para disfrutar del arte cinegético. El marido de Kate Middleton ha estado este pasado fin de semana en Ciudad Real, en la finca "La Garganta", propiedad del duque de Westminster. En este terreno de 15.000 hectáreas situado en el valle de Alcudia, el de mayor extensión de la provincia, se realiza, sobre todo, caza de perdiz.
No era la primera vez que lo visitaba. El heredero al trono británico ya visitó este coto en 2012 con su hermano Enrique. Por entonces se llevaban bien y todavía hacían planes juntos.
Al igual que le ocurrió a Juan Carlos I, Guillermo de los Países Bajos también se ha visto salpicado por la polémica debido a su afición a las cacerías. El monarca fue acusado de cerrar uno de los parques de su país durante tres meses para hacer de él "su coto privado". La Cámara de Representantes se vio obligada a intervenir en la polémica y los holandeses solicitaron que la zona fuese privatizada para que sea la Corona la que corra con todos los gastos de este terreno.
