Celebra Miguel Bosé este domingo, 3 de abril, su sexagésimo cumpleaños. Previsiblemente en tierras americanas, donde está de gira con su Amo Tour, donde interpreta las canciones de su último disco, Amo, grabado en 2014. Ni que decir tiene que siempre se verá obligado a repetir sus más populares temas: Linda, Anna (que en su día se la dedicaba a Ana Obregón, un amor juvenil sobre todo platónico), Don Diablo, Super Supermán, Te amaré, Sevilla y, por supuesto, entre algunos otros títulos no podría faltar Amante bandido, que aún corea un par de generaciones. Ahora pasa la mayor parte del año en Panamá junto a sus cuatro hijos, fruto de vientres de alquiler.
Precisamente, vino al mundo en el hospital de San Fernando de la capital panameña por una razón: sus padres, Luis Miguel Dominguín y Lucía Bosé se hallaban fuera de España, aquel para cumplir sus compromisos taurinos en tierras americanas. En ese periplo, la actriz italiana "se puso de parto", el avión en el que viajaban aterrizó en Panamá y fue de inmediato trasladada al citado centro médico donde, tras practicarle la cesárea, nació Miguel Luchino González Bosé el 3 de abril de 1966. Lo de su segundo nombre fue por decisión de la madre, muy amiga del gran realizador Luchino Visconti, quien apadrinaría al futuro cantante. "Yo nací con una enorme cabeza, muy feo. Pensaban que me iba a morir", contó un día. "La primera botella de leche me la dio un picador de mi padre", diría luego el entonces neófito, al que de regreso a Madrid bautizaron en el transcurso de una gran fiesta llena de famosos, entre los que destacaba Sofía Loren, muy amiga de Lucía.
Disfrutó Miguelito una infancia feliz y con cuatro años conoció a Pablo Picasso en su residencia de la Costa Azul, porque sus padres tenían fuertes lazos con el genio de la pintura. En algunos de mis encuentros con Miguel Bosé le pedí algunos de sus recuerdos de esos años. Y me dijo: "En La Californie no había muebles, sólo camas y cuadros. Una tarde que mi hermana Lucía y yo lo sorprendimos mirando el horizonte nos contó por qué se quedaba ensimismado, con los brazos cruzados. "Miro el crepúsculo, las pequeñas cosas, la vida… lo más importante que tenemos en este mundo". Picasso le pagó las clases en una academia de danza al advertir su vocación de bailarín.
Divertida fue la anécdota que me refirió Miguel, ya muy divulgada: "Le dije a Pablo que mi padre había cortado cuatro orejas a un toro, él me reconvino pero al enfadarme, insistiendo en ese número de trofeos, cogió papel y lápiz y me regaló un dibujo… de un toro ¡con cuatro orejas!". Precisamente ahora, semanas atrás, la casa Christie´s subastó en Londres una parte de la colección de obra picassiana propiedad de Miguel Bosé, que le reportó trescientos setenta mil euros. Parece que también se ha embolsado otra notable cantidad merced a la subasta de dos lienzos que poseía, regalo de Andy Warhol. Recuerdo que en 1983 se editó un álbum de Miguel, Made in Spain, con una llamativa portada firmada por el artista norteamericano, ante quien el cantante había posado en el estudio que tenía en el Greenwich Village neoyorquino el padre del pop-art.
La vida de Miguel Bosé, a sus sesenta años, comprenderán que es imposible de condensar siquiera en un artículo como el presente. Contaré que supe por boca de él mismo que su padre le obligó al cumplir dieciocho años a trabajar como ejecutivo en unas oficinas que tenía para llevar sus negocios extra taurinos. Pero a los tres meses me confesó que se aburría como una ostra. Fue cuando su amigo Camilo Sesto lo animó a cantar, proporcionándole cuatro canciones, que aparecieron en sendos discos sencillos en 1975. Nada del otro mundo, pues pasaron inadvertidos para la crítica. No eran tampoco mediocres, pues allí estaba la semilla, el germen de un futuro profesional del pop.
Entre tanto, Miguel Bosé se estrenó como actor cinematográfico rodando en esa década de los 70 algunas aceptables películas como Vera, un cuento cruel y, sobre todo, Retrato de familia. Cuando llegó el momento por decantarse hacia una de sus dos facetas, sin descartar a priori ninguna, se entregó por entero a la música. A pesar de que en 1991 daría mucho de qué hablar cuando rodó Tacones lejanos, a las órdenes de Pedro Almodóvar.
El boom Bosé surgió a comienzos de 1977 cuando fue contratado por la multinacional CBS. Estuve presente en su primera grabación discográfica en los estudios de Milán. Paseando por la calle de Víctor Hugo entré con él en una pastelería: "Aquí trabajaba mi madre de dependienta antes de ser Miss Italia". Cuando el 26 de abril de 1977 actuó por vez primera ante las cámaras de Televisión Española en Martes, noche, presentado por José María Íñigo, causó gran impacto por su desenfadada puesta en escena. En la fiesta que siguió luego en la casa familiar de Somosaguas, donde estuve invitado, recuerdo cómo sonreían felices Luis Miguel y Lucía Bosé, que llevaban separados desde que el cantante cumplió los doce años. Aquella noche se sentían muy unidos sólo por comprobar el primer gran éxito musical de su hijo.
Al que ya seguirían muchos más, hasta el presente, cuando han transcurrido casi cuarenta años de carrera. Más de treinta millones de discos vendidos jalonan su biografía. Harto de la persecución de los paparazzi decidió adquirir una casa en Panamá, en un lujoso barrio residencial. Allí juega con sus cuatro hijos: Telmo, Diego, Tadeo e Ivo. Los dos primeros se llevan siete meses con los otros. A Madrid cada vez viene menos, aunque mantiene su chalé de Somosaguas, en la cercanía de la Casa de Campo. Poco se comenta su implicación en campañas solidarias de diverso tipo. Parece que aquí importa más su aureola frívola. Es un hombre culto, creativo, de gran imaginación. "He vivido mucho y demasiado deprisa", me confesó la última vez que nos vimos.