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Pedro Osinaga: adiós a un gran galán de teatro

La muerte de su hijo y sus enfermedades fueron minando la salud del actor forjado en los escenarios y al que el cine le dio la espalda.

La muerte de su hijo y sus enfermedades fueron minando la salud del actor forjado en los escenarios y al que el cine le dio la espalda.
El actor Pedro Osinaga. | Europa Press

En el año 1973 Televisión Española emitió, aún en blanco y negro, una extraordinaria obra dramática dentro de su espacio Estudio 1, tan celebrado: Doce obras sin piedad, de Reginald Rose. Gustavo Pérez Puig logró el mayor éxito en ese género que aún se recuerda en los anales de la que entonces era la Primera Cadena. Reunió a doce de nuestros mejores actores. Todos habían ido desapareciendo. Quedaba Pedro Osinaga. Nos dejó en la tarde de ayer viernes, 29 de diciembre. Hace un par de semanas había cumplido ochenta y un años. Era natural de Pamplona. Un extraordinario actor que, aunque destacó en piezas como la antes citada se especializó en comedias y vodeviles como un galán cómico de primera categoría.

La muerte de su hijo Pedro Alejandro, cuando conducía su moto el 9 de febrero de 1992 lo postró en una depresión aguda, de la que salió poco a poco ayudado por Tomasa Losa (Tommy) su encantadora mujer, y al volver a los escenarios fue superando poco a poco aquella tragedia, aunque siempre tuvo en la memoria la figura de quien se encontraba en lo mejor de la vida, a sus veinticuatro años.

Pedro Osinaga fue un actor afortunado, popularísimo en toda España gracias a sus frecuentes apariciones en televisión y a las giras que todos los años, sobre todo en la temporada veraniega, realizaba aprovechando las ferias y fiestas de las más importantes capitales, a donde volvía cada año, como un ritual. No se perdía, como buen navarrico, los sanfermines, que creo corrió alguna vez.

Si bien, insistimos, logró ser considerado por la crítica como un primer actor y director de sus propios montajes y que los espectadores, allá donde iba, lo aplaudían con calor, en cambio la mala suerte en su salud se cebó en él los últimos años. Ya no sólo soportaba el inmenso dolor por la pérdida de su querido hijo: es que sufrió una caída, que le afectó seriamente a su cadera. No se había aún casi repuesto cuando otro golpe lo dejó manifiestamente "tocado".

Representaba una noche en el teatro madrileño Príncipe-Gran Vía una de sus comedias (de las últimas fue La extraña pareja, de Neil Simon) cuando comenzó a sentirse mal en plena función. Aguantó como pudo hasta el final e inmediatamente, advertidos sus compañeros lo ingresaron en urgencias donde le diagnosticaron un ictus, que lo dejó casi sin habla cierto tiempo. Recuperado ya, poco después de nuevo padeció otra enfermedad grave, cáncer de próstata, que le obligó a ir abandonando su profesión hacia el año 2008.

Desde entonces prefirió llevar una vida tranquila, paseando en los alrededores de La Losa, término segoviano, donde tenía una casa. Jugaba al golf, y mantenía junto a su esposa una agradable convivencia. En tiempos tuvo fama de ligón, cuando con Carlos Larrañaga, Arturo Fernández y otros galanes más o menos de su edad, solían estar muy ocupados por sus admiradoras. Pero al casarse con Tommy no se le conocieron más amores que ella. Formaban una deliciosa pareja muy querida en los ambientes teatrales madrileños.

Osinaga llegó a Madrid a finales de los años 50. En Pamplona se había ganado una justa fama como cantante del Orfeón Pamplonés, entidad donde permaneció dos años. Tenía voz de barítono. Su afición musical provenía de herencia familiar: su madre era profesora de piano. Pedro ganó en su tierra el premio Sarasate, máxima distinción para un cantante en aquellos lares, en memoria del glorioso violinista y compositor, Pablo. Prosiguió en la capital de España sus estudios con la eminente profesora Lola Rodríguez de Aragón, en el Real Conservatorio.

Dio sus primeros pasos artísticos madrileños en funciones de zarzuela y en programas de una entonces incipiente Televisión Española. Fue uno de los galancetes de Rocío Dúrcal en una de las primeras películas de ésta. Y ya en escena, interpretó papeles poco a poco más importantes a partir de Yerma, El príncipe encantado, La tonta del bote y Cuidado con las personas formales. Como se advertirá, títulos de variada temática y género. Y en funciones de comedias musicales se lució como galán de importantes estrellas: Celia Gámez (Colomba, año 1961); Nati Mistral (La Perrichola, 1963), Concha Márquez Piquer…

El cine le dio la espalda, al revés que la televisión. Pero por encima de todo Pedro Osinaga fue un primer actor forjado en los escenarios. Entre 1971 y 1985 representó por toda España la función vodevilesca Sé infiel y no mires a quien, batiendo un auténtico récord, con ocho millones de espectadores. Esa y otras obras taquilleras, como La sopera, le proporcionaron una sólida posición económica, al ser empresario de sus propias representaciones.

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