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La loca vida de Gérard Depardieu: prostituto bisexual, proxeneta y vendedor de drogas

Una biografía desvela el pasado de Depardieu como "gigoló", entre otras cosas.

Una biografía desvela el pasado de Depardieu como "gigoló", entre otras cosas.
Depardieu en el 77 con la actriz Valerie Mairesse | Cordon Press

Sucede a menudo que el gran público suele desconocer cómo son realmente los mitos del cine, pongamos por caso al francés Gérard Depardieu, una de las más emblemáticas figuras del vecino país, aunque últimamente sus compatriotas hayan dividido sus opiniones acerca del gran actor. Se lo explicaremos: por haber renunciado a la ciudadanía gala convirtiéndose en súbdito ruso, y por su escandaloso pasado. Ya hace tiempo que se conocían algunas de sus fechorías, pero no tantas como ahora se reflejan en un documental sobre su vida, titulado El hombre sin límites. Invitado por sus responsables para que interviniera en él, renunció tajantemente. Suponía que iban a revelarse sucios episodios de su pasado, como así ha sucedido.

Podría deducirse que el hogar al que vino al mundo hace setenta años no era el más idóneo para ser educado sin sufrir dolorosas consecuencias. La familia vivía en un modesto piso de dos habitaciones en una pequeña ciudad francesa: los padres y seis hijos. El progenitor era un tipo agresivo que maltrataba a sus retoños. Y la madre bastante hacía con sacar adelante a su prole como podía, soportando a ese marido bebedor y violento. Así es que el futuro actor fue creciendo entre travesuras, pillerías y después, como era previsible, a merced de las peleas callejeras y la delincuencia. Naturalmente no pisó la escuela, con lo que ya veinteañero era un analfabeto total. Su biografía, ahora destapada por el mencionado documental, nos muestra a un peligroso muchacho al que no le importaba acostarse con señoras en plan "gigoló", cobrando por sus servicios sexuales, de igual modo que le era indiferente hacer lo mismo sólo que en calidad de prostituto de varones. De ahí pasó a ser chulo de prostitutas. Y entre medias llenaba de francos sus bolsillos vendiendo tabaco americano de contrabando, bebidas y hasta drogas. Una joya este muchacho que aún no soñaba con ser lo que fue luego.

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Con Vladimir Putin | Archivo

Radicado en París le dio un día por meditar ante un gran cartel de un cine de los Campos Elíseos, pensando que, por qué no, él, con su pinta de "tío cachas", podría ganarse muy bien los garbanzos en el cine: como "doble" o como héroe en la pantalla. Pero claro, no sabía hacer ni una o con un canuto. Debía formarse, seguir unos cursos de interpretación, aprender ese arte, aunque sólo fuera el de pegar puñetazos o fingir hacerlo ante unas cámaras. Dio con una pareja de directores de cine, Agnés Varda y Jacques Demy, quienes tras departir con Gérard, de momento, le proporcionaron un trabajo con el que podría pagar sus clases: el de "canguro" de sus hijos. Y así, gracias a ambos, Gérard Depardieu fue metiendo poco a poco sus narices en el complicado mundo del cine, hasta que en 1974 dio el salto a la popularidad al intervenir en Los rompepelotas, taquillero filme, verdadero trampolín para que este actor, cada vez más obeso, fuera subiendo escalones hasta ser el mejor pagado en Francia, que se unía a la listas de los más grandes galanes, desde Jean Gabin, Gérard Philippe, Jean Marais, Alain Delon, Jean Paul Belmondo... En otra línea, por supuesto. Con el corpachón de Depardieu le venía que ni pintado el personaje de Cyrano Bergérac. Y en su impresionante filmografía no podemos eludir la saga de Obélix, el héroe del comic galo.

Ya triunfador en el cine, millonario, Gérard Depardieu llevaría una vida sentimental disoluta y guadianesca, como era de esperar en un tipo de su idiosincrasia. Se casó en 1971 con Elisabeth Guignot y ya no quiso pasar jamás por ningún juzgado a repetir su casamiento. Prefirió coleccionar amantes aunque no se divorciara hasta 1996. De las tres mujeres importantes de esa lista, tenemos a Karine Sylla, que le duró sólo un año, el de 1992. Luego se emparejó con la bellísima y elegante Carole Bouquet, con la que convivió entre 1997 y 2005. Como ella no le aguantó más sus líos, él buscó pronto nueva compañía, que hasta ahora parece ser es la definitiva, pero tratándose de Gérard nunca se sabe. Es Clémentine Igou, con la que lleva amancebado catorce años. Depardieu es padre de cuatro hijos, el mayor de los cuáles, Guillaume, murió a la edad de treinta y siete años en 2008 víctima de una neumonía, dejando al actor sensiblemente consternado.

Gérard Depardieu ha ganado millones, por su elevada cotización artística. Y eso que casi todo lo percibido ha sido sólo en Francia pues su intento de probar también suerte en el mercado norteamericano resultó fallido por unas declaraciones que hizo en un programa de televisión. Tradujeron mal sus palabras y para los telespectadores quedó retratado como un machista y violador, lo que entonces parece era totalmente incierto. Sin embargo, en agosto pasado una actriz de veintidós años lo acusó de haber abusado de ella. Incidente del que después no se ha tenido más noticia. Puede que porque desde 2013 el actor ya no vive en Francia. Tras residir una temporada en un pueblecito de la frontera francesa, decidió adquirir la ciudadanía rusa y desde entonces, tras ser recibido por el propio Vladimir Putin, que le entregó en mano su nuevo pasaporte, reside en la capital de Mordovia. La causa por la que Depardieu renunció a la nacionalidad francesa estriba en los elevados impuestos que gravan en el país galo a las rentas más altas, un setenta y cinco por ciento, que ha sido determinante para que conocidas figuras como era Charles Aznavour y lo es Alain Delon, abandonaran, muy airados, su querida Francia, echando pestes, en el caso de Depardieu, de quien era entonces el Presidente, monsieur Hollande.

Lo que no sabemos cuál es el estado actual del abultado patriomonio del actor, que diversificó su fortuna y entre otras inversiones se encontraban varios restaurantes de su propiedad y unos cuantos viñedos y bodegas, una de ellas, por cierto, en suelo español. Mirando hacia atrás... sin ira, lo que no es fácil en un hombre de su carácter, hay que descubrirse ante su evidente talento y arrestos, desde que llevaba aquella miserable vida hasta convertirse en un admirado astro millonario. Lo conocí en una visita que hizo a Madrid en los pasados años 90, y entonces estuvo muy correcto conmigo. Pero la mala fama del ayer le sigue pasando factura, como evidencia ese documental del que nos hemos ocupado.

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