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Cuando Isabel Pantoja pasaba hambre con su familia

Antes de subirse al carro de la fama musical, Isabel Pantoja no lo pasó exactamente bien.

Antes de subirse al carro de la fama musical, Isabel Pantoja no lo pasó exactamente bien.
Isabel Pantoja. | Gtres

No hay semana que no se hable en las tertulias rosas de Telecinco, preferentemente esta cadena, o se lea en las revistas del corazón, asuntos sobre Isabel Pantoja, su parentela y los millones que hayan pasado por sus manos, mientras se especula acerca de sus deudas y el dinero que le reclama su hijo. Sórdida historia en torno a una primera figura de la canción española sin duda y asimismo mujer ambiciosa que, pese a llegar a lo más alto de su género, desde que enviudó vive negros y complicados episodios harto conocidos. Quizás se ignore o se olvide cómo fueron sus comienzos artísticos cuando, todavía adolescente, llegó a pasar hambre con su familia. De pobre a millonaria… con problemas en sus cuentas corrientes.

Nacida en agosto de 1956, Maribel como siempre fue llamada en su entorno, es la segunda de los cuatro hijos (los demás, varones) de la familia formada por el cantaor gitano Juan Pantoja Cortés y la bailaora Ana Martín. Se enamoraron cuando formaban parte de la compañía de Pepe Pinto. Vivían en un barrio humilde, El Tardón, en las cercanías de Triana, en Sevilla. Descendía la futura estrella de la copla de un cantaor calé apodado "El Pipoño de Jerez", que como abuelo de la neófita intérprete medió siempre para que encontrara oportunidades en los escenarios. Así, aquella Maribel de siete años pisó por vez primera el del teatro sevillano de San Fernando, gracias a que Juanito Valderrama y Dolores Abril le ofrecieran debutar en una función-homenaje al antes mentado Pinto. Todavía iba con calcetines y cantó y bailó el pasodoble del maestro Naranjo "Soy de Triana". El padre enfermó de hepatitis. Y eso se notó en el ya de por sí modesto hogar de los Pantoja. La madre, Ana, hubo de ponerse a vender frutas y hortalizas en un mercado muy cerca de su domicilio. La futura Isabel Pantoja pasó penurias muchos días junto a sus hermanos.

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Isabel, en familia | Gtres

Había que espabilar. Y como la niña Maribel imitaba los bailes de su madre y los ecos y jipíos de su progenitor, el abuelo pensó que podían encontrar una oportunidad marchándose a Palma de Mallorca, donde estaba actuando como cantaor de un modesto cuadro flamenco un familiar, Antonio Cortés, al que aún no se le conocía por su futuro mote de "Chiquetete", entonces casado con su primera mujer, la bailaora Amparo Cazalla. Transcurría el año 1969 y nuestra protagonista sólo tenía trece años. A la que su primo le proporcionó un hueco en su conjunto, sólo para dar palmas y bailar, anunciada como Maribel. Las actuaciones sucedían en un local para turistas, un tablao llamado "El Rombo", situado en la playa de C´an Pastilla. La adolescente causó sensación y el dueño la incluyó al poco tiempo como cantaora. Vestía ropa de gitana, traje de volantes con lunares y cantaba con voz algo chillona, dada su edad, por rumbas, algunas piezas del momento, éxitos de Julio Iglesias, Manolo Escobar…

Cierta noche se pasó por aquel local un conocido del mundo artístico mallorquín, el leonés Miguel Aller Martín, que de miembro del Ejército se había convertido después en empresario discográfico: disponía de un estudio de grabación y también una editora musical. La actuación de Maribel le sorprendió. Tratándose de una artista novel, menor de edad, habló con su padre, Juan Pantoja, al que le propuso un contrato para que grabara su primer disco. Y de paso le ofreció al progenitor otro, de cuatro canciones flamencas. La firma se realizó el 5 de noviembre de 1970, comprometiéndose Juan Pantoja en nombre de su hija a registrar veinte canciones, en sucesivas grabaciones, durante cinco años. A cambio, como adelanto por los posibles royalties, percibiría cinco mil pesetas, que era entoinces una respetable cantidad tratándose de una desconocida intérpretes de coplas.

El primer álbum según aquel contrato firmado por Miguel Aller, como propietario de discos Fonal, empresa que luego se llamaría Maller, llevaba por título "Tablao flamenco" y en portada una fotografía del cuadro flamenco de Antonio Cortés, con Maribel ataviada con vestido gitano. Quedó ya reflejado, por otra parte, que su progenitor era de raza calé. No se citaba a los dos primos. La grabación contenia fandangos, bulerías y sevillanas a cargo de quien luego sería "Chiquetete"., su mentado primo hermano. En cuanto a Maribel, se le encomendaron las siguientes interpretaciones: "La luna y el toro", "Tengo miedo", "Mi amigo", "Encuentro", "Toro manso" y "Qué bonito es el amor", la última, un estreno compuesto por Aller, el dueño de la discográfica. El resto eran versiones de éxitos de Rocío Jurado, Rocío Dúrcal, Mikaela...La tirada de "Tablao flamenco" fue de mil ejemplares. Tardaron en venderse, entre la clientela del tablao "El Rombo" y rastrillos y puestos callejeros. La futura Isabel Pantoja era una perfecta desconocida. Y encima no aparecía con tal nombre en la portada. Posteriormente esa grabación fue comercializada asimismo en "casette" y en 1978, reeditada por la casa barcelonesa Auvi con el título cambiado de "Tablao Triana". Conservo un ejemplar de cada uno de esos discos que ya en la última fecha mencionada eran muy buscados por los coleccionistas de rarezas.

Con respecto a la primera de esas grabaciones, fechada como decíamos en 1970, ocurrió que con las cinco mil pesetas cobradas, los Pantoja abandonaron de la noche a la mañana la pensión en la que dormían sin pagarle al dueño, según confesaban los Aller, que nosotros no entramos en esa acusación, huérfanos ya de quien había firmado el contrato incumplido por Isabel Pantoja y su padre, agregando que mientras estuvieron en Palma de Mallorca, pasando dificultades económicas, dejaron otras deudas. El caso es que Isabel nunca daría cuenta de aquellas cinco mil pesetas que le entregaron a cuenta; ni tampoco respondería a las requisitorias para grabar las otras canciones pactadas hasta alcanzar el número de veinte. Miguel Aller Martín publicó el libro "Loco por la música". Contaba allí sus experiencias como compositor, productor y editor, para Los Valldemosa, Los Javaloyas, Tony Obrador y artistas de las Baleares. Autor asimismo de la banda sonora de la porimera película pop del cine español, "Megatón ye-yé", protagonizada pot Mochi y Los Tonys. Murió a los noventa años, en 2017. Sus dos hijos trataron inútilmente de que Isabel Pantoja, ya siendo una estrella desde la muerte de "Paquirri·", que reconociera la deuda contraída con el padre de aquellos. Nunca obtuvieron respuesta. Más que recuperar aquel dinero o registrar las canciones que nunca quiso grabar Isabel en virtud del primer contrato de su vida, firmado por su padre al ser menor de edad, repetimos, lo que perseguían los hermanos Aller es dejar a su difunto padre en buen lugar, como el descubridor de la ya estrella sevilla de la canción española. Todo quedó en el olvido, como rezaba aquella copla, "Dos cruces".

Isabel Pantoja ya estaba subida en el carro de la fama musical. Y de esos primeros escarceos musicales, sabemos porque él me lo dijo, que nunca quiso saber más de su primo "Chiquetete". Ambicionaba ser una diva de la canción española. Y se juró no pasar más hambre en la vida, como le ocurrió en su infancia y adolescencia, clave para entender sus ambiciones de siempre. Sacar a su madre de la miseria, ya fallecido su padre (que no alcanzó a vivir los éxitos de su querida hija), ganar todo el dinero posible, casarse con algún personaje adinerado… Un torero rico, por ejemplo. Y así, paso a paso, fue consiguiendo sus objetivos. Y hasta hoy. Eso sí: pagando muy caro sus erráticos pasos.

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