
Con previsora antelación los rectores del próximo Festival de Cine de San Sebastián, que alcanza su sexagésima novena edición, anunciaron que el cartel anunciador llevará la efigie de Sigourney Weaver. La actriz norteamericana visitó por vez primera la Bella Easo con motivo del estreno de Alien, el octavo pasajero. Luego, han sido varias sus visitas y esperamos pueda pisar la alfombra roja del certamen donostiarra el próximo septiembre. Su filmografía se asocia a películas de ciencia-ficción y también comedias. Una mujer que asegura no ser un símbolo sexual, de discreta vida sentimental, que no ha dado nunca escándalos y lleva una tranquila vida familiar con su esposo e hija.
Se llama Susan Alexandra Weaver. El por qué se la conoce como Sigourney me lo explicó ella misma cuando mantuve una larga entrevista, a solas en el vestíbulo del hotel María Cristina cuando llegó a San Sebastián en 1979: "Es un nombre de procedencia germánica y significa gitana. Mis padres, que nada tienen que ver con los zíngaros, me pusieron caprichosamente ese apelativo".
Alta, desgarbada, atractiva, culta, muy simpática, Sigourney me contaba que ese cine de efectos especiales no creía iba a durar mucho tiempo. Pero se equivocó. Cuatro fueron las películas secuelas de Alien. Tenían una novedad para ella: "Al menos, somos dos las mujeres que intervenimos en el argumento". Con sinceridad, me confesaría que la primera cinta de esa secuela la vio dos veces. "Y la última me aburrió mucho". El caso es que Sigourney Weaver ganó mucho dinero y popularidad con la dichosa secuela y luego con Cazafantasmas, de 1984, en el personaje de una chelista poseída por el Maligno. Así como el de Grace Augustine en Avatar (2009), de la que este año se ha rodado una segunda parte. Su estreno aún no se ha confirmado por todo el lío de la pandemia. La que sí ha llegado a nuestras pantallas, con retraso por esa misma causa, ha sido Sueños de una escritora en Nueva York, donde Sigourney es propietaria de una agencia literaria que tiene en cartera entre otros autores a J.D. Salinger, quien fuera el afortunado creador de El guardián entre el centeno.
Sigourney Weaver está cansada de que los periodistas le citen constantemente Alien. Pero es que el público la recuerda por su secuela. A ella lo que le gusta realmente es protagonizar comedias. Le encantó rodar, por ejemplo, en 1988 Armas de mujer. De hecho, su entrada en el cine, aun con una breve secuencia, fue gracias a Woody Allen, que la contrató en Annie Hall. Sigourney me habló muy bien de él: "Lo respeto. Podía haberse dedicado a las películas graciosas que tanto dinero le proporcionaron, pero prefirió buscar otros horizontes". Sigourney también conoció durante sus primeros pasos cinematográficos a Ingrid Bergman: "Una mujer simpática, agradable, con gran sentido del humor".
En el plano sentimental, íntimo. Sigourney Weaver no ha sido pródiga en romances. Y si acaso los ha tenido, pocos se han enterado. Sí conocemos el noviazgo que sostuvo antes de ser una actriz de renombre con el reportero Aaron Lathmane. Pensaban en casarse pero de la noche a la mañana cambiaron de actitud y rompieron su compromiso. Fue en 1984 cuando conoció a Jim Simpson, con quien contrajo matrimonio. Tuvieron una niña, Charlotte, que ha cumplido treinta y un años. Sigourney cuenta con setenta y uno. Quiere seguir en el cine pues todavía cotiza al alza en el mercado hollywoodiense.

