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Sigourney Weaver, la "reina" de la ciencia ficción, cumple 70 años

Sigourney Weaver, reina de la ciencia ficción, cumple 70 años.

Sigourney Weaver, reina de la ciencia ficción, cumple 70 años.

Sigourney Weaver llega esta semana a los setenta años, cumplidos el día 8. Hay una curiosidad en el nombre de esta espigada mujer, altísima, que mide un metro ochenta y dos centímetros de estatura. Y es que, tras nacer en Manhattan, Nueva York, inscrita como Susan Alexandra, decidió al llegar a la adolescencia cambiar de apelativo, una vez que leyó, entusiasmada, El Gran Gatsby, novela del sofisticado y controvertido Scott Fitzgerald, donde aparecía tal figura femenina. Y en su familia hubieron de complacerla llamándola Sigourney. Estaban acostumbrados a la fantasía del mundo de la farsa, pues la madre era actriz y el padre, productor de televisión. No fue nada raro que la joven se dedicara al teatro y al cine.

Lo que no sospechó nunca es que su popularidad iba a obtenerla gracias a una serie de películas de ciencia-ficción, género que al principio no llamaba su atención y en el que, finalmente, reina como una indiscutible gran estrella. Woody Allen le dio su primera oportunidad: aparecer ¡seis segundos solamente! En Annie Hall. ¿Quién puede acordarse ahora de su fugaz presencia en aquella comedia? Seguramente nadie, salvo los más meticulosos investigadores. Protagonista de Alien, el octavo pasajero en 1979 fue reclamada para otras dos películas, continuación de la saga, que daría un dineral a los productores, quienes no pudieron oponerse en 1992 a pagarle a su heroína femenina la cantidad de cinco millones de dólares, que les exigió. Y como no iban a cambiarla por otra actriz y precisaban en el guión de su presencia, aprobaron su caché, lo que la convirtió entonces en una de las actrices mejor pagadas de Hollywood.

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Con su marido Jim Simpson | Cordon Press

Había rodado también Los cazafantasmas, que hizo feliz a millones de niños y no tan niños, año 1984, y finalizando el siglo XX Héroes fuera de órbita. Para en el presente lograr otro espectacular éxito con Avatar. Y no podemos olvidarnos en su filmografía de Gorilas en la niebla. Aunque Sigourney Weaver ha mostrado su vis cómica y su talento de comediante en Armas de mujer y El año que vivimos peligrosamente, no cabe duda que al ser tantas veces requerida para cintas de ciencia-ficción y terror los cinéfilos o simplemente espectadores, la recuerdan por estos últimos cometidos. Lo que sorprende es que cuando ha vuelto a ver sus interpretaciones, especialmente las de Alien y sus secuelas, se comporte como si no las conociera, o así lo entendemos después de lo que nos dijo cuando visitó España por primera vez y acudió al Festival de San Sebastián: "Créame que pasó miedo sentada en la butaca..." Nos ha visitado en otras ocasiones: dos más en Donostia, donde fue premiada con el trofeo que lleva el nombre en euskera de la ciudad, en Madrid y en Salamanca, que fue donde rodó en 2008 En el punto de mira. Además, nuestro internacional realizador J.A. Bayona la tuvo a sus órdenes en Un monstruo viene a verme, sensacional filme en el que, nuevamente, Sigourney participó en otra cinta de esas que a ella le aterran.

Saqué en conclusión al hablar cerca de una hora con Sigourney Weaver que era una dama encantadora, culta, vivaz, simpática. Y al enterarme de su biografía sentimental la he admirado mucho más. Porque en ese Hollywood donde es habitual que los matrimonios de actores se divorcien al dos por tres, resulta que Sigourney continúa siendo fiel al mismo hombre del que se enamoró por primera vez, el único novio que la llevó al altar a los tres meses de conocerse. Fue en una fiesta entre gente del teatro donde ella se fijó en un director de escena, natural de Hawai, llamado Jim Simpson. Sonaba una música especialmente del gusto de Sigourney, romántica, lenta. Y en un súbito arranque, le pidió que la sacara a bailar. "No sé hacerlo, parezco un pato mareado en la pista", se disculpó Jim. Sigourney se quedó sin pareja en ese momento. Pero unas fechas después coincidieron en otro evento y ya, sin necesidad de que él simulara ser Fred Astaire, ambos coincidieron en que se habían enamorado. Treinta y cinco años han transcurrido de aquella boda. Tienen una preciosa hija llamada Charlotte, nacida en 1990, cuando la mamá contaba cuarenta años.

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