
Llevan siete años juntos (seis de casados) y cada vez que se les ve juntos sonríen al fotógrafo y enseñan la lengua: él más frecuentemente que ella, como hizo un día el sabio Albert Einstein en la imagen que hizo historia. Algo que a mí me recuerda la infancia cuando uno quería dar envidia a un compañero de colegio que "nos caía mal". Pero es que David Muñoz y Cristina Pedroche vienen llamando la atención hace tiempo, él como un cocinero de altos vuelos y ella cautivadora en sus apariciones televisivas. Dadas las fechas en que nos hallamos, hay que recordar que la presentadora "da la nota" cada año cuando comenta las campanadas de Nochevieja medio desnuda, con vestidos transparentes que le confecciona su modista Josie. En esta séptima ocasión nos venimos preguntando, ansiosos, con qué ropa nos sorprenderá. En cuando a su marido, también tiene una costumbre: disfrazarse la noche de San Silvestre con un modelito de su mujer. Se divierte más que un mono con esa aparición. Por lo contado, "se lo pasan bomba" y, de paso, divierten a quienes los contemplan de esa guisa.

Contémosles quién es cada uno. David Muñoz Rosillo, que el próximo 15 de enero cumplirá cuarenta y dos años, madrileño, lleva unos cuantos llamando en su día la atención por su aspecto nada común: con pinta de punki. Cierto que esa apariencia no es novedad, pues los primeros así llamados surgieron hace tres o cuatro décadas por influencias de conjuntos musicales. David Muñoz puede también evoca con su cresta por peinado a alguna de las tribus mohicanas que hemos visto en algunas películas del Far West. Lo cierto es que empezó a hablarse de él a comienzos del presente siglo. Se supo entonces de su talento como cocinero, afición que le venía cuando siendo un chiquillo le decía a sus padres que lo llevaran a comer a "Viridiana", que es un restaurante de referencia para los "gourmets", comandado por Abrahán García. Pero dejando a un lado esa supuesta anécdota hay que cifrar el ascenso de David Muñoz a partir de 2007. Pasó por varias cocinas de acreditados restaurantes madrileños, marchó a Londres, donde se interesó por los platos asiáticos y al regresar a su ciudad natal dio en crear su propio local al que llamó "DiverXo", así escrito.
Inmediatamente se notó su mano en las cartas que iba presentando a su numerosa clientela. Había (y eso sigue sucediendo) que pedir reserva con varios meses de anticipación. Y lo sorprendente era que al final de temporada, a la hora de hacer cuentas, perdía dinero. No ha tenido más remedio, según propia confesión, que subir ahora el precio de su menú: de doscientos cincuenta euros a trescientos sesenta y cinco euros. Ustedes dirán que es una barbaridad, pero David aclara que aún así, es barato. Un negocio similar al suyo, por ejemplo en Japón, se eleva a seiscientos euros.

David Muñoz ha sido considerado, con sus tres estrellas Michelín que otorga anualmente una guía francesa internacional, "el mejor cocinero del mundo", según la prestigiosa lista de "The Best Chef Awards". Prestigioso personaje por lo tanto cuando la cocina española goza fuera de nuestras fronteras de una calidad excepcional. Lo que hace David no parece ser "moco de pavo". Cocina fusión de vanguardia, desde luego al alcance de bolsillos privilegiados, como años atrás fue el tan traído y llevado "El Bulli" gerundense. Siempre buscando un ángulo llamativo en su negocio, se hace conocer como Dabiz Muñoz, grafía en su nombre de pila distorsionado caprichosamente que viene a sonar en su pronunciación de la sílaba final lo mismo que hay madrileños que llaman a su ciudad "MadrIz". Y él, tan contento. Si algún día me siento en "DiverXo" le diré, a modo de pareado: "Por favor, Dabiz, tráeme una perdiz".
¿Y qué ha sido de su vida privada? Tuvo una novia, cuya identidad desconocemos. No estaría muy "colado" por ella puesto que aquel día le presentó a Ángela Montero Díaz, también madrileña. Contaba dieciocho años. Intimaron viviendo ambos en Londres, donde ella, por cierto, se ganaba las libras como bailarina. De vuelta a los Madriles se casaron y fue cuando David montó "DiverXo" con todo lo que había ahorrado en la capital británica. Tanto dinero metió en su primer restaurante propio que se quedó sin un euro en los bolsillos. Empezó de cero. Tanto es así que su hogar era el mismo local. Dormían allí. Se daba el caso que algunos de sus madrugadores camareros los encontraban todavía en pijama.
Ángela Montero ejercía de socia gerente y jefa de sala. Tenía por lo visto un carácter fuerte y sus trabajadores la sorprendían más de una vez discutiendo a voces con David. La cosa fue pasando de castaño a oscuro y acabaron separándose. En diciembre de 2014 David Muñoz se prendó de los encantos de Cristina Pedroche. Nueve años menor que él. Se entendieron a las primeras de cambio y se fueron a vivir juntos, ya no encamados en el restaurante. Cristina empezó a llamarlo no por su nombre sino por un mote, "El bonito". Ignoro si relacionado ello con el sabroso pescado. Y el 24 de octubre de 2015 se dieron el sí ante un juez. La novia iba ataviada no con el tradicional vestido blanco de tul, sino con una camiseta de andar por casa y unos vaqueros con los habituales rotos a la altura de las rodillas. Cincuenta invitados se lo pasaron pipa degustando el menú sensacional que les preoparó el novio.
Cristina Pedroche no tiene idea de cocinar. Para eso tiene a su esposo y ella a lo que viene dedicándose desde hace años es a presentar programas de televisión (Sé lo que hicísteis, Zapeando) y a intervenir en pequeños papeles de varias series (Águila roja, Aída). También pasó por un veterano programa radiofónico de la cadena Ser, donde se inició en lejanos tiempos Pepe Domingo Castaño, "Los 40 principales". Dentro de unos días, el 31, será la comentarista en Antena 3 de la despedida de 2021, las campanadas de siempre, cometido por séptima vez para ella. Insistimos en la pregunta de sus admiradores: ¿Qué llevará puesto, o no puesto? Como compañero en la retransmisión tendrá a un colega de su marido, Alberto Chicote. Lo que no veremos seguramente es qué vestido de Cristina se pondrá entonces David Muñoz. ¡Oh, perdón! Debí escribir Dabiz.