
Margarita II de Dinamarca celebra sus 50 años en el Trono cuando cumple 82 este 16 de abril. Su habitual residencia, pues habita también otras, es el palacio de Amalienborg, en Copenhague, donde padeció en invierno unas fiebres causadas por el maldito coronavirus. Es una monarca muy querida por sus súbditos, la segunda más longeva como Reina, tras Isabel II de Inglaterra. Con una personalidad indiscutible, muy sensible a los cambios de la sociedad, nada aferrada a costumbres arcaicas. Madre de dos hijos que la convirtieron en cariñosa abuela, no eligió pese a su aparente felicidad en los primeros años de casada al hombre adecuado, el príncipe Henri, ambicioso hasta el punto de reclamar – sin resultado – que lo nombraran Rey consorte, lo que le fue alejando de su esposa, hasta separarse de ella por un tiempo, y acabar en la demencia.
Esta es, condensada como puede suponerse dado el espacio de que disponemos, la historia de la hija menor, la más querida, de Federico IX de Dinamarca e Ingrid de Suecia, nacida Margarita Alejandra Thorhildur, quien subió al trono danés el 14 de enero de 1972. Un destino al que las mujeres parecían estar proscritas en general en las caducas monarquías.
Conoció al que eligió como esposo, Henri Labord Monpezat cuando estudiaba en la Escuela Económica de Londres. Coincidió con quien entonces era diplomático francés, guapo, distinguido. Tuvieron un noviazgo alejado de la prensa, por lo que el anuncio de su boda causó sorpresa. Dos años del inicio de sus relaciones se casaron en la iglesia de Holmen, en Copenhague.
¿Quién era, exactamente, aquel joven tan atractivo y elegante? Alguien cuyo pasado quiso ocultarse a los daneses y al que el Rey Federico IX no consideró jamás el hombre adecuado para su adorada hija Margarita. Incluso descendiente de una familia aristocrática, de sospechosos antecedentes. Que los eran. Pues sus progenitores no estaban casados, André Laborde y Renata Dousenot. Y ésta "le ponía los cuernos" a su marido que, para más inri, era un sacerdote secularizado quien, enterado de que su esposa le era infiel no consentía concederle el divorcio, lo que Renata al fin logró el año 1940. Legalmente, el bebé Henri tendría que haber llevado los apellidos del ex-cura, lo que al susodicho no le hubiese gustado. Se adelantó el señor Laborde, registrándolo como hijo suyo, de madre desconocida. Deshonor para la cuitada y de rebote para el pequeño, cuando éste se enteró del asunto.
En cualquier caso, Margarita de Dinamarca se casó por amor, sin tener en cuenta antecedente alguno sobre su flamante esposo, al que nombró Príncipe. Mas resultó que a Henri "le supo a poco": quería ser Rey, consorte evidentemente. Y tener un papel activo en la Corte, sintiéndose disminuido en sus funciones, como una especie de pasmarote en las recepciones palaciegas y actos donde se requería su presencia al lado de la Soberana. Una especie de muñeco, de fantasma o títere. ¿Por qué antes de casarse no precisó cuál iba a ser su activo en aquella Corte? Así es que, pese a que tuvieron dos retoños, los príncipes Federico y Joaquín, la actitud de Henri fue siempre esquiva cada vez que se veía obligado a cumplir con las obligaciones que le imponía el severo protocolo danés. Podía disimular en los primeros años de su desgraciado desposorio, pero no ya cuando iba peinando canas y se desvanecían sus absurdos y obsesivos sueños. Era soberbio, altivo, frente a una Reina que se desvivía por él, sin hacerlo del todo feliz.
Margarita II de Dinamarca, comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y autoridad suprema de la Iglesia danesa, no estaba, como decíamos, sujeta a ser una Reina distante, todo lo contrario. Se distinguió siempre por explicar algunas cuestiones relativas a sus decisiones regias, incluso contando algunas intimidades, opinando acerca de problemas mundiales. Lo hacía al ser entrevistada de vez en cuando en la prensa nacional. Lo que nunca hizo su colega, Isabel de Inglaterra. Así por ejemplo abordando aspectos relacionados con el cambio climático, o la pandemia, temas acerca de los que daba responsables consejos. Hasta aceptó lo que en chismes rumoreaban sus compatriotas: que su padre, el Rey Federico, "empinaba el codo" más de la cuenta.
En su biografía consta que era Licenciada en Ciencias Políticas. Que se interesaba a fondo por la Arqueología. En sus ratos libres hasta diseñaba sus propios vestidos. Pintaba. Ilustró la edición danesa de El señor de los anillos, firmando eso sí los dibujos con seudónimo. En fecha reciente se ha revelado que aceptó colaborar con la multinacional Netflix en los guiones y dirección de una película. En fin, una Reina moderna, de su tiempo, del presente. Que ha dicho que nunca abdicará. Muy aficionada a cambiar de sombreros habitualmente, lo que se comprueba contemplando sus apariciones en la prensa rosa. Y si hubiera de regañarla por algún vicio que atenta contra su salud, es el del tabaco: es una compulsiva fumadora. Tampoco adujo nunca que fuera una mujer perfecta. Mas bien sencilla. Y comprensiva al máximo con su marido, recordando lo mal que lo pasó cuando él en 2002 se marchó al Château de Cayx, al sur de Francia, que era una posesión de sus antepasados, muy dolido porque "no le hacían caso en la Corte danesa". Su testarudez ya era bien conocida. Suponemos que al estar separados una larga temporada, Margarita hizo lo imposible para que volviera. Y así, enamorada todavía de Henri, logró que éste depusiera su arrogante comportamiento, regresando a palacio en Copenhague.
Pero interiormente ambos sufrían. Sujeto a consultas médicas, Henri no mejoraba. De vez en cuando soltaba impertinencias como la siguiente: "Si la Reina quiere que me entierren con ella… ¡tendrá que nombrarme Rey!" Y así, entre extravagantes declaraciones y comportamiento impropio de su condición, fue pasando el tiempo, sumido en una inclemente demencia, hasta que el 13 de febrero de 2018 entregó su alma a Dios en el palacio de Fredensborg.
Margarita II de Dinamarca tenía dispuesto que en este 2022 las celebraciones con motivo de su medio siglo de reinado se extendieran por todo el país a lo largo del año. Lo mismo que Isabel de Inglaterra respecto a su jubileo. Pero el, o la Covid 19, han impedido algunos fastos. Aún queda tiempo para conmemorar ese acontecimiento. Continúa con sus obligaciones. Y lo que le perturba un poco es que uno de sus nietos, Nicolás, hijo del príncipe Joaquín y la condesa Alejandra de Frederiksborg, se dedique a desfilar como modelo de manera profesional, junto a Noemi Campbbell, por ejemplo, en alfombras rojas de París, o en las de Londres, luciendo llamativas prendas de Burberry. Hasta aparece, lógicamente, en las revistas del ramo y en carteles publicitarios. Y es que, en esta segunda decena del siglo XXI las costumbres ya no son las mismas que cuando su regia abuela comenzó su reinado, hace de esto cincuenta años.




