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Luis Medina estrena novia mientras le piden 9 años de cárcel

La novia de Luis Medina se llama Clara Caruana y es, también, de distinguida familia.

La novia de Luis Medina se llama Clara Caruana y es, también, de distinguida familia.
Luis Medina y Clara Caruana. | Cordon Press

Luis Ramón Medina Abascal, de cuarenta y tres años, el menor de los dos hijos de Nati Abascal, se enfrenta a nueve años de prisión por su presunta estafa al Ayuntamiento de Madrid, acusado, junto a un socio, de venderle una partida de mascarillas, guantes y test del Covid 19, durante la pandemia, procedente de una empresa asiática, de Malasia. La función de ambos fue ejercer de intermediarios. Cobraron seis millones y medio de euros en calidad de comisionistas. Se comprobó que todo ese material tenía un valor considerablemente menor. La autoridad judicial los acusa de estafa y falsificación de documentos. De la citada cifra se ha acreditado, en lo concerniente a Luis Medina, que se benefició, al menos, de un millón de euros. El caso está pendiente de juicio.

Ni qué decir que desde que se destapó este desgraciado asunto, Nati Abascal viene sufriendo un comprensible estado de desasosiego. Su vida social, tan intensa siempre, hubo de suspenderla en general. Se especuló con que dejó, durante un tiempo, su domicilio madrileño de la colonia de El Viso,, para trasladarse a un lugar desconocido. Probadas las acusaciones del juez, el futuro de Luis Medina, aun incierto por supuesto, tiene un pronóstico complicado. A la petición de cárcel habría que sumar la devolución de la cantidad estafada y la multa consiguiente. Teniendo en cuenta que el encausado (dejamos al margen a su socio) no tiene una profesión consolidada y se estima que su patrimonio, descartando cuanto cobró del Ayuntamiento madrileño, es escaso, estamos ante un panorama ciertamente preocupante para Luis, con el dolor que le está produciendo a su madre.

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Medina y Caruana | Cordon Press

Se da la circunstancia de que aunque los negocios emprendidos por Luis Medina en los últimos tiempos no han sido fructíferos, su vida personal, si dejamos de lado el caso judicial, atraviesa una etapa feliz, desde que hace seis meses se conoció su noviazgo con Clara Caruana, hija de una familia aristocrática, de elevada posición social. Probablemente ya pensaban fijar la fecha de su boda. Se les vio muy felices el pasado 14 de octubre, invitados a la boda familiar de la actual Duquesa de Medinaceli, prima de Luis, celebrada en Jerez de la Frontera.

Retrocediendo en el tiempo, digamos que la vida de Luis Medina, como la de su hermano mayor, Rafael, no fue lo feliz que podría suponerse dados sus ancestros, al menos desde que alcanzaron la adolescencia. Sus padres, Rafael Medina y Nati Abascal, se separaron tras la historia del progenitor, duque de Feria, encausado en un suceso de rapto de una niña. El duque venía atravesando una aguda crisis desde la muerte de su padre. Le dio entonces por la bebida y el consumo de otras drogas. Fue cuando el matrimonio se deshizo, acabó en la cárcel Sevilla 1, condenado a dieciocho años de cárcel, luego rebajados a nueve. Sólo cumplió cinco, pues se suicidó en 2001. La buena sociedad sevillana no acertaba a comprender el comportamiento del duque. Los Medinaceli fueron desde hace siglos una familia de alto rango aristocrático que rivalizaba en la historia del Gotha con la de la Casa de Alba.

Ya separada, Nati Abascal tomó la determinación de enviar a sus dos hijos fuera de España, evitándoles ser centro de las miradas y comentarios acerca de cuanto se decía sobre su padre. Pasaron un tiempo estudiando en Inglaterra y otro en Nueva York, donde los fines de semana los disfrutaban en la mansión de Carolina Herrera, gran amiga de Nati Abascal. Entonces, Rafael contaba quince años y Luis, trece. Al regreso a Sevilla, todavía el duque de Feria vivía, encarcelado, eso sí. Se cortó un día las venas, Luis se encargó de ingresarlo en un psiquiátrico. Hasta que se quitó la vida. Luis estuvo presente en el entierro. Al funeral, no asistió su madre.

Nati Abascal trató de resolver su futuro y el de sus hijos, para lo cual se entrevistó con quien ya era su ex cuñado, el duque de Segorbe, heredero de la Casa de Medinaceli. Éste propuso un pacto mediante el cual sus sobrinos, los dos hermanos, vivirían en la Casa de Pilatos, feudo familiar, estudiarían en Sevilla, con los gastos de manutención resueltos, educados bajo su tutela, pero lejos de la madre. Nati no aceptó tamaña decisión. Y fue cuando ella se hizo cargo de cuanto le supusiera pagar las facturas de los colegios, alimentación y vestimenta, siempre manteniendo el "status" que sus hijos habían conocido desde niños. Para sostener económicamente esa situación, durante varias temporadas, Nati Abascal recurrió a sus amistades, empezando por la que disfrutaba con Óscar de la Renta, modista de fama internacional, colaboró con firmas de ropa y cosmética y mantuvo largo tiempo sus trabajos para la revista ¡Hola!

Ya centrándonos en Luis Medina, digamos que fue mal estudiante. Y cuando tuvo, ya en su mayoría de edad, que buscarse la vida por sí mismo, emprendió una serie de negocios que resultaron un fracaso. Eso sí: por su indudable atractivo físico y el linaje, era en las fiestas y noches discotequeras un ligón de primera. Lo invitaban a presentaciones y eventos cobrando por ello una media de dieciséis mil euros. Y de ese modo fue viviendo. Tratado como si fuera un duque, como lo fue su padre. Pero ello era mentira. De los treinta títulos nobiliarios que podía disponer su abuela, aspiraba a serlo del Condado de San Martin de Hoyos, a lo que se opuso muerta su madre, su tío, el duque de Segorbe. Luego, su hermano Rafael, que disponía de dos títulos, quiso agraciar a Luis con el de marqués de Villalba. A día de hoy, que sepamos, tras los pertinentes trámites, el Rey no ha firmado esa solicitud. Felipe VI no parece proclive a autorizarlo, ni ése ni muchos más que lo desean.

Luis Medina ha vivido casi siempre a la sombra de su madre. Respecto a su vida sentimental, soltero y con muchas novias en su historial seductor, dio en conocer un día que sacaba a pasear a sus perros a una vecina que realizaba esa misma función. Y así, poco a poco fueron enamorándose. Ella, ya quedó dicho, se llama Clara Caruana, de muy distinguida familia, enfermera. Tenía novio, un abogado que tocaba en una banda de música pop. Éste le pidió matrimonio. Clara se negó y, además, rompió con él, cayendo rendida en los brazos de Luis Medina. El futuro de esta pareja, después de lo contado, convendrán conmigo que está en el aire.

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