
Este domingo, 14 de enero, se celebra en el madrileño WiZink Center un homenaje a María Dolores Pradera. Fallecida en mayo de 2018, fue "la gran dama de la canción", especialmente interpretando boleros y piezas folklóricas hispanoamericanas, después de una larga carrera teatral que, comenzada mediados los años 40 concluyó en 1985 cuando representó "Cándida", de Bernard Show. Si bien fue una notable actriz escénica, su gran popularidad la obtuvo como cantante. A este homenaje se han sumado artistas que actuaron a su lado, en grabaciones de magníficos duetos, entre ellos Amancio Prada, Diana Navarro, Estrella Morente, Víctor Manuel, Lolita…
María Dolores comenzó a cantar en 1952 en una sala de fiestas, Alazán, en el madrileño paseo de la Castellana. En esa época, prestó su voz para la banda sonora de varias películas, caso de Todo es posible en Granada, que protagonizó Merle Oberon, donde aquella interpretaba "Alhambra y tú". Otros filmes donde sin aparecer ella en la pantalla cantaba, fueron Llegada de noche, Vértigo y La vida es maravillosa. Mediada la citada década es cuando comenzó a grabar sus primeros discos. Y es en los años 60 cuando intensifica su labor musical, acompañada por Los Gemelos con sus guitarras. Esa actividad la mantuvo hasta un año antes de su muerte.
Hay un dato acerca de su edad que resulta controvertido: en enciclopedias figura como nacida en 1924. Pero resulta que ella confesó un día que para obtener su carné de actriz profesional hubo de mentir asegurando tener dos años más. Si fuera así, habría fallecido a los noventa y un años y no a los noventa y tres, como consta en todas sus biografías.
Actuó como meritoria (término que se refería a quien se iniciaba en el teatro con breves intervenciones) en el madrileño teatro de la Comedia con una comedia de Enrique Jardiel Poncela, "Los ladrones somos gente honrada". Uno de sus protagonistas era Fernando Fernán-Gómez. Ello transcurría en 1943. Un año después aparecieron juntos en el reparto de la película de Juan de Orduña "Yo no me caso". De 1946 era "Los habitantes de la casa deshabitada", de Gonzalo Delgrás, donde también coincidieron. Y en 1947 se casaron.
Vivieron un tiempo en Barcelona atravesando grandes penurias, aumentadas cuando nació su primogénito, Fernando. Y tiempo después, una niña, Elena. Entre los problemas hogareños que arrastraban y la fama de juerguista de Fernando, asiduo visitante de cabarés de la época, se separaron en 1959. Callaron siempre la causa de su ruptura.
Madrileña, hija de asturiano y vasca, María Dolores Pradera se enteró un día que no era española, sino argentina. Semejante situación le causaría graves problemas burocráticos durante casi toda su vida. Y todo ello porque su ex marido tenía pasaporte argentino, aunque había nacido en Lima (Perú), pero su madre, soltera, lo había inscrito en una de sus giras teatrales en el consulado de Argentina. Nunca se preocupó por otra parte la gran actriz y cantante en resolver su situación sentimental. No podía divorciarse, según las leyes españolas, ni lo intentó por la condición de argentina. Y hasta que se aprobó el divorcio en la década de los 80 tanto ella como Fernán-Gómez estaban legalmente casados.
Como puede suponerse nada de ello les privó de sostener relaciones sentimentales con otras parejas. Y en el caso de María Dolores las tuvo, pero desconocidas públicamente. Primero porque en esos años la prensa no lo hubiera publicado. Y también dada la discreción que siempre manifestó al respecto ella. Pero sí pudimos saber que mantuvo amores con un prestigioso abogado, al que llamaremos Z. También con un prestigioso periodista, que fuera director de "ABC". Y sin poderlo comprobar, con uno de los dos de sus acompañantes musicales, Los Gemelos. Su hija Elena era actriz, aunque no tuvo mucha fortuna. Y Fernando, ingeniero de sonido y director de una galería de arte.
María Dolores Pradera atravesó temporadas en las que en las entrevistas no aceptaba preguntas sobre su fracasado matrimonio. Soy testigo de ello. Como también pude comprobar que, dejando a un lado su fuerte carácter, entre amigos, derrochaba un humor desternillante. Aguda y amena en sus conversaciones. Disfrutó en sus últimos años requerida para unir su delicada voz a la otros colegas, que podían ser hijos suyos o, incluso, nietos, que la adoraban. Como también el público de toda España e Hispanoamérica le tributaba en cada actuación el reconocimiento que se ganó con su elegante puesta en escena, la brillantez de sus espectáculos, donde todo era sencillo. Temas de amores y desengaños, piezas que nos llevaban a tierras de la América hispana. Ataviada con sus ponchos o mantones, María Dolores reinó durante varias décadas con un estilo propio que nadie le despojó. Su legado no ha muerto aunque a ella la sigamos echando de menos desde hace poco más de cinco años.

