
Eurovisión terminó, y con ello todas las "divas valientes". Pero algunas verdades siguen retumbando más que cualquier estribillo en sueco con autotune. Europa no tiene huevos. O al menos, no suficientes como para cantar lo que siente, amar sin disclaimers o llevar transparencias sin pedir permiso a la censura.
Entre dramas geopolíticos disfrazados de pop, baladas que lloran en 4K y estilismos diseñados para ser meme, la gala dejó un mensaje claro. Las lentejuelas (lentejas, para el autocorrector de mi IPhone 16) ya no bastan si no hay fuego detrás. Ni chorizo.
Y sí, hay artistas que lo intentan. Melody es una de ellas. ¡Felicidades a la niña del Gorila! Yo crecí bailándola. Pues eso. Que hay artistas que se plantan ante cien millones de espectadores y se dejan el alma en la garganta.
Pero, por lo general, fuera del escenario, reina otra cosa. La pereza emocional. El vínculo flotante. El hombre (o la mujer) que no se moja porque teme empaparse de verdad. Como en el amor en tiempos de Tinder.
Mientras en Cannes se prohíben las transparencias por "cuestiones de decoro" (cosa que aplaudo), en la vida real seguimos editando nuestras emociones como si mostrar la piel fuera menos obsceno que mostrar el alma.
Y yo, que escribo esto desde el asiento trasero de un taxi, saliendo de mi club Arsenal y vestida con un chándal que no sabría decir si es de deporte o de desidia, me doy cuenta de algo importante. La dejadez también puede ser un manifiesto. Porque he llegado a tal nivel de desapego emocional, que hasta el chándal viste ya mi alma. Y me queda bien.
Es ese punto exacto en el que una deja de disfrazarse para gustar y empieza a vestirse para no fingir. Donde no importa si el eyeliner está corrido, si la sudadera es de tu ex o si el moño parece un nido. Estás viva, y eso ya es estética, y es lo que de verdad importa, que todo te importe -casi- nada.
Cannes podrá prohibir transparencias, pero lo que debería dar miedo no es el cuerpo que se ve, sino la emoción que se esconde. Y aquí estoy yo, medio despeinada, en modo postfiesta emocional, con la dignidad intacta y las expectativas en rebajas.
Porque sí, Europa canta. Pero muchas seguimos comiendo lentejas. Porque sus huevos no nos los dejan.
