
Madrid vive en una eventitis aguda capaz de encadenar veinte, treinta o cuarenta cócteles en una sola noche. La ciudad se ha convertido en un calendario que no admite descanso, entre inauguraciones, desfiles y brindis infinitos. Esta semana yo misma he tenido un evento propio cada día y ni siquiera pude acercarme al desfile de mi adorada Agatha Ruiz de la Prada. El viernes, para colmo, era el precumple de mi amiga Johana Müller en la terraza del Campo del Moro, ese nuevo place to be que promete sacarnos de los barrios de siempre, y caí rendida en la cama. Ni el mejor DJ logró rescatarme de mi edredón.
Y miren que lo intenté. La noche anterior había prometido pasarme por la afterparty de Carolina Herrera, ese templo de la elegancia impecable donde hasta los silencios llevan perfume. Me contaron después que fue una oda a la feminidad sin estridencias, una celebración que flotaba como si el mundo no conociera el estrés. Pero yo, que llevaba días acumulando canapés y copas de champán, preferí quedarme abrazada a mi almohada. El único front row que conquisté fue el de mis propias sábanas.
Y puestos a repartir agradecimientos empiezo por mí misma. Gracias, querida, por no haber hecho el esfuerzo de ponerte los tacones.
Mientras tanto las influencers compiten en un nuevo deporte olímpico. Suben a redes un carrusel de fotos "dando gracias por todo", gracias a la vida, gracias al universo, gracias a ese ramo de peonías estratégicamente colocado. Parece una obligación social, como si la gratitud valiera solo cuando se etiqueta y se publica.
Yo, en cambio, hoy agradezco algo mucho menos fotogénico: dormir. Quien no ha padecido insomnio no sabe de qué hablo. Es un ladrón que roba el humor, la piel y la mirada. Despertar sin alarma después de una noche entera de sueño es el verdadero lujo.
Quizá ahí resida la pequeña rebeldía que nos queda. Mientras la ciudad colecciona invitaciones y los algoritmos se inflan de agradecimientos de postal, yo celebro un acto más subversivo, el silencio de la noche y la certeza de que mañana la fiesta seguirá sin mí. Ningún hashtag iguala la gloria de ese descanso.
