Desde hace casi 50 años que disfrutamos en la capital de un templo del producto como Atrapallada. Y desde el año 2015, María Ángeles cogió el testigo familiar junto a su marido, el chef Kiko Rodríguez, para convertir este restaurante ubicado en pleno barrio de Arganzuela –Paseo de las Acacias, 12– en un lugar apto para hedonistas.
Reformado ese mismo año por el estudio de aquiterctura Zooco, le han sabido dar ese toque de taberna marinera donde la madera se convierte en elemento distintivo en unos comedores con mucha luz, mesas revestidas con manteles de tela blanca y con capacidad hasta 250 personas, además de una estupenda terraza en la que pueden dar servicio a otros 80 comensales más.
"La idea era hacer un restaurante más a la carta y alejarse del menú degustación", cuenta Kiko a Libertad Digital. Así que decidieron, siendo gallegos, reversionarlo para "que la base sea el producto con buen pescado, buen marisco, buena carne y también arroces".
"Nos basamos en productos gallegos ya que tenemos proveedores que son casi como de la familia, que te dan una garantía. Se trata de tener una línea y una calidad para que el cliente no note nada raro", nos asegura el chef.
Así que sentados a la mesa tras una agradable charla con el chef, nos llega el aperitivo de anchoas con pan de cristal y tomate en el que ya apreciamos la calidad del producto.
Producto natural y nacional
Y como nos confirma Kiko, la clave "es mostrar un producto completamente natural, con elaboraciones sencillas, plancha, horno, bilbaína, lo que hace qe todo el mundo vuelva, porque siempre está alaborado de la misma forma, sencillo y donde realmente se ve el producto".
Así que para productazo los camarones (12,50€ / 100grs) frescos y perfectamente cocidos. También ricas, gordas y con buen coral las zamburiñas (16,80€) preparadas a la plancha con un ligero aliño. Platazo imprescindible el de las almejas en salsa de ajo negro (28,50€), con un fondo que le aporta el ajo negro que nos hace dudar de que esté elaborado a base de carne. Un manjar con el que además huntarás pan.
Además, ofrecen un servicio en el que el cliente se siente cómodo y a gusto, en el que te reencuentras con esa esencia de antes en la que se trataba de fidelizar al cliente sin ser pesados. En definitiva, un servicio experto del que ya no queda y en el que se trata a los clientes como si fueran de la familia, siempre desde el respeto y la profesionalidad.
Y como no podría ser de otra forma en todo restaurante gallego que se precie, un buena ración de pulpo a la gallega con sus cachelos (23,50€). Puedo decir que es de los mejores que he comido últimamente porque estaba tierno, con mucho sabor y con unos cachelos de nivel.
Y es cierto que casi todo el producto viene del norte de España, pero hay mariscos que hay que buscarlos en el sur y de ahí, de las costas de Cádiz y Huelva, llegan unos extraordinarios carabineros (14€ / 100grs) también a la plancha, para mancharte las manos y disfrutar a lo grande.
Pescados salvajes
Como nos cuenta Kiko, su producto estrella es el pescado, como el rodaballo salvaje, aunque también el chuletón es una apuesta válida. Y si eres de arroz, los arroces funcionan muy bien porque, como nos asegura, en fin de semana cambia el público, es más familiar y con un buen fondo es un plato que la gente agradece porque es fácil de compartir y está muy bueno. Pero su base es el pescado y mariscos.
Y si el rodaballo salvaje (34€) es la estrella, así la recibimos, salivando con su bilbaína por encima. Una pieza perfecta para compartir entre dos y disfrutar de un pescado que no es tan fácil de ver en los restaurantes madrileños y con el que vuelve a demostrar su dominio de las técnicas clásicas.
Los postres también tienen sabor gallego como las filloas de crema, la tarta de Santiago o el sorbete al albariño o al orujo de hierbas.
Además, la carta de vinos de Atrapallada ofrece una selección hecha con mimo por Kiko, con especial atención a los vinos gallegos de bodegas de pequeño tamaño y con predilección por las referencias a partir de uvas menos conocidas "y a precios comedidos, porque queremos que el cliente se sienta invitado a probar distintas referencias". Así que maridamos toda la comida con un vino tinto 30 Copelos (30€), elaborado por la bodega Lagar do Merens con uvas Sousón 40%, Caíño 30%, Ferrón 20% y Garnacha 10% y bajo la DO Ribeiro.
Más allá de su comedor y su terraza, Atrapallada cuenta con una barra que es mucho más que el espacio informal del restaurante. En la carta conviven algunos de los grandes éxitos de la carta con creaciones diseñadas específicamente para esta zona. Bocados que se convierten en tentaciones como el brioche de pulpo, la gilda o la brocheta de zamburiña y gamba.
A todo esto hay que sumar una oferta de coctelería clásica para alargar la sobremesa o tomar en el aperitivo donde caben desde un buen Aperol hasta un Gin Tonic, pasando por un Bloody Mary.
Atrapallada es un restaurante que goza de una increíble salud gracias al buen hacer de sus dueños, de sus proveedores y del servicio que prestan. Una cocina sincera, con buen producto y elaboraciones tradicionales que enamoran al comensal por un ticket medio de 50€.
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