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Sombras vivas, historias mudas

Roma en 49 fotografías despojadas de color, rincones que no esperas en la ciudad eterna

Esta colección de 49 fotografías en blanco y negro te invita a redescubrir Roma. El viaje visual va más allá de los monumentos icónicos para explorar el alma de la ciudad a través de sus contrastes, texturas y detalles ocultos. Cada imagen es un retrato del misterio y la emoción que habita en sus rincones. Déjate cautivar por una Roma despojada de color, llena de sombras y contraluces que dejan ver su esencia.

Guardián del tiempo en vía del Corso
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Guardián del tiempo en vía del Corso

Este antiguo reloj, situado en la fachada del edificio de la Banca di Roma en el número 307 de Via del Corso en Roma, es un icono del patrimonio urbano y financiero de la ciudad. La Banca di Roma, se ha caracterizado por el uso de arquitectura monumental, integrando elementos como este reloj aportando funcionalidad y arte a partes iguales, reflejando la tradición europea de marcar el tiempo en espacios públicos destacados. Via del Corso, como arteria histórica de Roma, alberga numerosos edificios emblemáticos que narran la evolución social y económica de la ciudad. En este contexto, el reloj actúa como un “guardián del tiempo”, evocando no solo la funcionalidad horaria, sino también la historia colectiva y el prestigio institucional que atraviesa los siglos en el corazón de Roma. La imagen en blanco y negro captura esa esencia atemporal, resaltando la conexión entre el pasado y el presente en esta vibrante vía romana.

Guardia invisible de los tesoros papales
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Guardia invisible de los tesoros papales

Escudo papal grabado en una puerta de cristal que divide varias estancias dentro de los Museos Vaticanos, uno de los museos más grandes y visitados del mundo, ubicado en la Ciudad del Vaticano. Este escudo es el símbolo oficial de la Santa Sede y del Estado Vaticano, compuesto por dos llaves cruzadas —una dorada y otra plateada— unidas por un cordón y coronadas por la tiara pontificia de tres coronas. Las llaves representan el poder espiritual y temporal conferido al Papa, mientras que la tiara simboliza sus funciones pastorales, docentes y de sumo sacerdote. Situado en esta puerta, el escudo no solo actúa como un elemento decorativo sino que también simboliza la autoridad espiritual que protege las valiosas obras de arte y reliquias históricas que se conservan en los museos. Este detalle es un recordatorio constante de la conexión entre el legado artístico, religioso y político que se vive en cada rincón del Vaticano, haciendo de esta puerta, un umbral simbólico hacia la riqueza cultural y espiritual que albergan las estancias del museo. Este elemento visual dota a la imagen de una profunda carga histórica y simbolismo, reflejando la importancia del patrimonio del Vaticano como una custodia del arte y la fe a lo largo de los siglos.

Vida cotidiana en los muros del Vaticano
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Vida cotidiana en los muros del Vaticano

El empedrado y las edificaciones alineadas revelan la organización interna de los patios y áreas de servicios que circundan los museos, con vistas hacia las cúpulas y jardines de la Ciudad del Vaticano. Este acceso, reservado y ajeno al flujo habitual de turistas, resalta un lado menos conocido del microestado: su vida interna y la logística que permite el funcionamiento cotidiano de uno de los complejos museísticos más visitados del mundo.

Custodia de hierro, techo de arte
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Custodia de hierro, techo de arte

Detallado forjado interior en los Museos Vaticanos que porta el escudo heráldico del Papa Clemente XIV, pontífice bajo cuyo mandato se fundó en 1771 el Museo Pio Clementino, núcleo histórico de los actuales Museos Vaticanos. El escudo presenta como elementos distintivos las tres estrellas, dispuestas en faja (horizontal) en la parte superior, sobre una franja central y, en la parte inferior, un monte estilizado, todos rasgos característicos de la heráldica de Clemente XIV. Sobre el blasón destacan la tiara pontificia y las llaves cruzadas, símbolos universales del papado. Este tipo de ornamentación no solo cumple una función decorativa, sino que también evoca la autoridad espiritual y el legado artístico dejado por el pontífice y por la institución. La integración del escudo en el hierro forjado, enmarcando la magnífica decoración de los techos del museo, remite a la conexión entre arte, historia y poder en el corazón del Vaticano.

Horizonte cautivo, mirada enjaulada
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Horizonte cautivo, mirada enjaulada

Esta panorámica de Roma tomada desde el Vaticano, está enmarcada por una red protectora que aporta un aire introspectivo y contemporáneo a la escena. Al fondo, se distinguen dos de los monumentos más emblemáticos de la ciudad: el Castillo de San Ángelo, antigua fortaleza papal y mausoleo del emperador Adriano, y el imponente monumento a Víctor Manuel II, símbolo de la unificación italiana. La composición en blanco y negro resalta las formas arquitectónicas y la sucesión de tejados, evocando la grandeza y la historia milenaria que caracteriza a la capital italiana. La red en primer plano sugiere la dualidad entre la protección y la sensación de estar al resguardo mientras se contempla la eternidad de Roma, fundiendo pasado, presente y futuro en una sola mirada.

De la calma del Vaticano al bullicio de Roma
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De la calma del Vaticano al bullicio de Roma

Una vista poco habitual de Roma desde una ventana de los Museos Vaticanos, asomándose hacia el barrio de Trionfale. Entre los tejados y jardines se adivina la vida cotidiana de una zona menos explorada por el turismo, que sin embargo guarda joyas como la famosa via Andrea Doria, arteria emblemática del barrio. Este distrito es célebre por el Mercato Trionfale, uno de los mercados más grandes y tradicionales de Italia, donde la esencia popular romana se mantiene viva entre productos frescos y especialidades locales. La perspectiva elevada desde el Vaticano transmite el contraste entre el monumental entorno papal y la vibrante normalidad del Trionfale, invitando a descubrir la Roma auténtica más allá de sus grandes monumentos.

La simbología a través de la historia del Vaticano
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La simbología a través de la historia del Vaticano

Este escudo, decorando uno de los armarios de las salas de Museos Vaticanos, muestra una división en cuadrantes con dos leones rampantes, superior izquierdo e inferior derecho, y franjas diagonales en los otros dos; coronoados con la tiara pontificia y las llaves de San Pedro. Este tipo de blasones era común en familias de linaje italiano y frecuente en las decoraciones empleadas en el mobiliario religioso de los siglos XVIII y XIX. En la Galería de los Candelabros y otros espacios del museo es habitual armarios y suelos ornamentados con reproducciones de escudos de familias benefactoras y cardenales o papas responsables de ampliaciones o patrocionios de colecciones y dependencias.

Luz de la Inmaculada
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Luz de la Inmaculada

Aunque la Capilla Sixtina acapara mayor atención de quien visita Museos Vaticanos, la Sala de la Inmaculada merecería una visita exclusiva por sí sola. Esta estancia fue creada tras la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción por el papa Pío IX en 1854. Como homenaje a este hito doctinal, el pontífice encargó un ciclo de frescos y una lujosa decoración a Francesco Podesti, quien, entre 1856 y 1865, ideó el conjunto que incluye pintura mural, puertas, portones de madera y mármol ornamentales. En la sala destacan los frescos alegóricos de las virtudes de la Virgen, la escena de la proclamación del dogma, el mosaico romano traído de Ostia Antica y una serie de relieves que enriquecen puertas y ventanas. Es precisamente uno de esos relieves tallados en madera el capturado en la fotografía a contraluz de la imagen de la Virgen, resaltando la espiritualidad latente del lugar poniendo el foco en el claroscuro propio de la tradición artística vaticana.

La sombra de un Papa
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La sombra de un Papa

Escultura de bronce en una fundición póstuma de los bocetos de Lucio Fontana para el Concurso de la Quinta Puerta del Duomo de Milán, representando al papa Martín V dando la bendición. Este pontífice fue elegido papa en el Concilio de Constanza de 1417 poniendo fin al Cisma de Occidente y restaurando la unidad de la Iglesia Católica tras décadas de división papal. Su pontificado estuvo marcado por la reconstrucción de Roma, devastada tras el prolongado abandono de la sede pontificia, impulsando el renacimiento artístico y urbano que viviría la ciudad en las décadas posteriores. La fotograrfía, centrada en un juego de luces, sombras y texturas, es una metáfora visual del proceso de refundación de Roma y el espíritu de renovación del pontificado de Martín V.

Constelaciones de luz y sombra
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Constelaciones de luz y sombra

La representación de constelaciones y figuras mitológicas pertene a la tradición de los globos celestes renacentístas, cuando la cartografía y la astronomía estaban íntimamente ligadas al arte y el saber enciclopédico del Vaticano. Estos globos forman parte de la colección cintífica vaticana, reflejando el interés de la Iglesia por descifrar y ordenar el cosmos, así como su papel pionero en la difusión del conocimiento astronómico y geográfico en Europa. La fotografía trata de amplificar ese diálogo entre luz, ciencia y espiritualidad, en la incansable búsqueda de la humanidad por comprender su lugar en el universo.

Geometría de luz sobre mármol
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Geometría de luz sobre mármol

Mesa de mármol circular colocada bajo uno de los grandes ventanales de Museos Vaticanos que mira hacia el patio interior. El trabajo en mosaico y grabajo del mármol expresa el gusto clásico por la simetría y la variedad de colores, reforzando la idea de permanencia y dignidad institucional. La luz natural proyectada sobre la superficie del mármol crea un diálogo entre el patrimonio arquitectónico y los detalles artísticos, profundizando en la atmósfera instrospectiva y serena de los Museos Vaticanos.

Espiral hacia la luz, inspiración de Bramante
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Espiral hacia la luz, inspiración de Bramante

La famosa escalera de caracol situada a la salida de Museos Vaticanos vista en picado, enfatizando su hipnótica espiral. Esta monumental escalera fue diseñada en 1932 por el arquitecto italiano Giuseppe Momo, inspirándose en la renacentísta escalera de Bramante. El ingenioso diseño de doble hélice permite dos flujos simultáneos -uno de subida y otro de bajada- sin que los visitantes se crucen, simbolizando el avance ordenado y renovación del conocimiento en cada recorrido por el museo. La escalera es estructura y escenografía a un tiempo: su barandilla de bronce, sus relieves neorenacentistas y el juego lumínico que se filtra desde el vestíbulo proporciona un marco de belleza, historia y modernidad. La escalera, obra maestra de la arquitectura vaticana, imprime en el visitante que ya se marcha el sentido de infinitud, una metáfora del viaje artístico y espiritual que acaba de recorrer. La fotografía trata de enfatizar la simetría y el ritmo de los escalones, invitando a perder la mirada y reencontrarse con la geometría.

Centinelas del Vaticano
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Centinelas del Vaticano

La fotografía muestra un potente detalle escultórico en la famosa escalera de salida de Museos Vaticanos. El centro de la imagen lo ocupa el escudo de la Santa Sede, grabado en relieve, con las emblemáticas llaves de San Pedro y la tiara papal, simbolos ancestrales de la autoridad e historia del Vaticano. A ambos lados del escudo podemos ver dos figuras alegóricas: a la izquierda, un ángel con alas desplegadas y expresión solemne; a la derecha, una figura femenina cubierta por un manto, ambas vigilantes y protectoras. El tratamiento monocromático de la imagen potencia el dramatismo de la escena, acentuando los juegos de luces y sombras sobre las texturas y modelado de las formas. La composición se equilibra por la simetría del escudo central y la disposición de las figuras, evocando solemnidad y respeto ante la tradición vaticana. La perspectiva, ligeramente ascendente, sugiere una sensación de magnificencia y reverencia, invitando a contemplar la riqueza simbólica de cada detalle.

Silencio y solemnidad en la Plaza de San Pedro
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Silencio y solemnidad en la Plaza de San Pedro

Esta fotografía en blanco y negro de la emblemática Plaza de San Pedro, representa una visión magestuosa y serena del corazón del catolicismo. Al fondo se erige la imponente Basílica de San Pedro, cuya cúpula domina la composición y transmite la sensación de recogimiento espiritual. A la izquierda se puede observa el antiguo obelisco egipcio trasladado a la plaza en el siglo XVI, que actúa como eje vertical y símbolo de la historia milenaria de este lugar sagrado. El encuadre aprovecha la geometría del empedrado y las vallas en primer plano, guiando la mirada hacia la profundidad de la escena, mientras el claroscuro enfatiza el contraste entre los elementos arquitectónicos y el cielo abierto. La ausencia de multitudes, frecuentes en esta plaza del Vaticano, refuerza una atmósfera de tranquilidad y contemplación, poniendo en valor la escala de la plaza y su importancia como espacio de encuentro espiritual. El tratamiento monocromático otorga al conjunto atemporalidad e invita a reflexionar sobre la permanencia de la fe y la historia frente al devenir del tiempo. 

Obelisco, testigo de los siglos
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Obelisco, testigo de los siglos

El obelisto central de la Plaza de San Pedro se alza como protagonista silencioso, testigo de incontables momentos históricosy espirituales del Vaticano. El cielo poblado de nubes bien definidas aporta profundidad a la escena, en contraste con la geometría precisa de las vallas y la columnata que acompaña al encuadre. El lateral de la plaza aporta el contexto arquitectónico y refuerza la idea de monumentalidad, aprovechando el juego de líneas horizontales y verticales en primer plano y fondo, guiando la mirada hacia el punto más alto: la cúspide del obelisco.

Legado del papa Alejandro VII
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Legado del papa Alejandro VII

La fotografía inmortaliza un de los laterales monumentales de la Plaza de San Pedro en el Vaticano, donde podemos leer la inscripción “ALEXANDER VII PONT MAX" en referencia al papa Alejandro VII, principal impulsor de la construcción de la columnata en el siglo XVII. Sobre el entablamiento se erigen magestuosas esculturas de santos y figuras alegóricas, envueltas en la luz suave que resalta el detallado pulido del marmol y la nobleza de la arquitetura barroca. La composición fotográfica está dominada por la simetría de la estructura y la disposición de las estátuas, creando una sensación de orden y solemnidad. El escudo pontificio centra el conjunto en su parte más elevada, reforzando el sentido histórico y el poder de la sede papal. El fondo de cielo limpio, sin distracciones, ofrece protagonismo absoluto a las esculturas y la inscripción, mientras el contraste marcado entre luces y sombras acentúa la profundidad de la escena.

El emblema de la Santa Sede a merced del viento
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El emblema de la Santa Sede a merced del viento

La bandera de la Santa Sede ondéa con soltura en la Plaza del Papa Pío XII, continuación de la Plaza de San Pedro y entrada hacia Vía della Conciliazione. El encuadre ascendente y la luz lateral otorgan protagonismo tanto a la tela como a la textura de la arquitectura que la rodea, contraponiendo lo efímero del movimiento del viento a la solidez de la arquitectura del edificio. La tiara papal y las llaves de San Pedro simbolizan al papa como guardián del legado apostólico. La bandera, tal y como la conocemos hoy, fue oficializada tras los Pactos de Letrán en 1929, aunque sus colores, blanco y amarillo, ya eran utilizados desde 1808 cuando Pío VII los adoptó para diferenciar a sus fieles de las tropas romanas durante la ocupación napoleónica.

Tras los pasos del apóstol Pedro
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Tras los pasos del apóstol Pedro

La Basílica de San Pedro es la iglesia más importante de la Ciudad del Vaticano y una de las más emblemáticas del mundo. Su origen se remonta al siglo IV, cuando el emperador Constantino mandó erigir una primera basílica sobre el lugar que la tradición identifica como la tumba del apóstol Pedro. Aquella antigua basílica constantiniana fue el centro espiritual del cristianismo durante más de un milenio. A partir de 1506, bajo el papado de Julio II, se inició la construcción de la actual basílica, un proyecto titánico que reunió a los más notables arquitectos del Renacimiento, como Bramante, Rafael, Miguel Ángel, Maderno y Bernini. La obra fue concluida y consagrada en 1626. La cúpula, que domina el horizonte romano, fue diseñada por Miguel Ángel y es emblema universal de la fe y el arte. Bajo su altar mayor, la tradición y las evidencias arqueológicas sitúan la tumba de San Pedro, primer papa de la Iglesia católica. La fotografía presenta una perspectiva frontal de la majestuosa Basílica de San Pedro, capturada desde la Plaza del Papa Pío XII. El encuadre aprovecha la arquitectura circundante, enmarcando la gran cúpula y la fachada renacentista, a la vez que resalta el obelisco situado en primer plano, eje central que guía la mirada hacia el altar mayor. La imagen, en blanco y negro, subraya la monumentalidad y el contraste entre la multitud congregada y la atemporalidad pétrea del Vaticano.

Traspontina: Custodia barroca en la vía de la fe
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Traspontina: Custodia barroca en la vía de la fe

La iglesia de Santa Maria in Traspontina se encuentra en la Via della Conciliazione, a pocos pasos del Vaticano, y es un enclave barroco construido a partir de 1566 por orden del papa Pío IV, quien demolió la iglesia medieval preexistente porque obstaculizaba la trayectoria de los cañones de Castillo de San Angelo; por ello, su cúpula es inusualmente baja y sin tambor, permitiendo disparar artillería sobre la ciudad sin obstáculos. El diseño fue obra, en parte, de Ottaviano Mascherino, y su interior se distingue por una sola nave, capillas laterales ricamente decoradas y un altar mayor barroco de Carlo Fontana que alberga una venerada imagen medieval de la Virgen, tradicionalmente atribuida a los carmelitas llegados desde el Monte Carmelo en el siglo XIII. Una peculiaridad es que la iglesia sobrevivió intacta a las radicales reformas urbanísticas del siglo XX que transformaron el entorno de la Via della Conciliazione. La imponente fachada de la iglesia de Santa Maria in Traspontina resalta por la luz solar que acentúa los volúmenes del barroco romano y la textura de los sillares. El encuadre frontal revela tanto la simetría del templo como el contraste con los edificios laterales. La composición integra a la perfección la farola de la Vía della Conciliazione con la fachada de la iglesia, mientras resalta el campanario posterior jugando con las sombras de la parte baja.

Peregrinos en perspectiva: arte y orden del Vaticano
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Peregrinos en perspectiva: arte y orden del Vaticano

La basílica de San Pedro es un paradigma de la arquitectura renacentista y barroca, rematada con la célebre plaza elíptica diseñada por Gian Lorenzo Bernini. Su cúpula, la más alta de la cristiandad, es símbolo icónico de la ciudad y referente del skyline de Roma. La fachada principal presenta cinco puertas, cada una con historia propia y diversos significados litúrgicos. En cuanto al urbanismo, la Via della Conciliazione es resultado de una polémica reforma del siglo XX, diseñada para abrir el acceso monumental al Vaticano tras los Pactos de Letrán, y construir un eje visual directo entre el Tíber y la plaza de San Pedro, transformando el antiguo y denso barrio del Borgo en una avenida escenográfica de unos 500 metros. A pesar de su polémica, la perspectiva lograda resalta el carácter central y universal de la basílica, convirtiéndose en una de las puertas simbólicas del cristianismo global. En esta fotografía, la basílica de San Pedro domina la composición, vista desde la Via della Conciliazione. Las masas de peregrinos resaltan la escala monumental de la iglesia y la organización urbanística, enfatizando el contraste entre el bullicio humano y la solemnidad de la arquitectura sagrada. El tratamiento en blanco y negro realza la textura del mármol y los juegos de luces, mientras las farolas guían la mirada hacia el centro de la fe católica.

El eterno Coliseo, símbolo del imperio
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El eterno Coliseo, símbolo del imperio

La panorámica presenta el Coliseo romano en todo su esplendor, resaltando su monumentalidad y el diálogo entre la arquitectura milenaria y la vida contemporánea que bulle a su alrededor. El blanco y negro acentúa la textura erosionada de sus muros y la regularidad de los arcos superpuestos, conduciendo la mirada por la curva perfecta del anfiteatro. La distribución de visitantes y sombras en el primer plano aporta dinamismo, recordando que este coloso sigue siendo centro de encuentro y admiración tras casi dos milenios. El Coliseo es el mayor anfiteatro jamás construido por el Imperio Romano: mide aproximadamente 189 metros de largo, 156 metros de ancho y alcanza una altura de 48 metros, semejante a un edificio de 12 a 15 pisos. Durante su época de esplendor, podía albergar entre 50,000 y 80,000 espectadores, quienes se distribuían según su estatus social en las gradas que rodeaban la enorme arena central. Además, alojaba un complejo sistema subterráneo —el hipogeo— por donde animales y gladiadores aparecían en escena, y contaba con un sistema de toldos retráctiles (velarium) que protegía al público del sol, avances que asombran aún en la actualidad. La elipse del Coliseo cubre más de 24,000 metros cuadrados, resultado magistral de la ingeniería y el poder simbólico de la Roma imperial.

Arco de la Victoria: el legado de Constantino
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Arco de la Victoria: el legado de Constantino

El Arco de Constantino fue erigido en el año 315 d.C. para conmemorar la victoria del emperador Constantino I el Grande sobre Majencio en la famosa batalla del Puente Milvio, acontecimiento que marcó el inicio de una nueva era para el Imperio Romano, con el ascenso del cristianismo y el fin de las persecuciones religiosas. Este arco triunfal, situado entre el Coliseo y el Palatino, es el más grande de los tres que aún se conservan en Roma, alcanzando casi 25 metros de altura y presentando tres arcos, con el vano central como protagonista. Una de sus características más notables es la reutilización de elementos escultóricos de monumentos anteriores —de épocas de Trajano, Adriano y Marco Aurelio— reflejando tanto un resumen de dos siglos de arte romano oficial como la primera gran muestra de “reciclaje” artístico de la Antigüedad. El Arco de Constantino no incluye motivos cristianos explícitos, sino inscripciones y relieves neutros, ya que en ese momento el emperador aún no había manifestado abiertamente sus simpatías religiosas. Esta fotografía resalta la riqueza decorativa del monumento. El encuadre frontal hace destacar los tres vanos del arco, con la luz lateral realzando los relieves históricos y esculturas que representan episodios de la campaña victoriosa de Constantino.

Venus, Roma, Santa María Nova
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Venus, Roma, Santa María Nova

El Templo de Venus y Roma fue el mayor de la antigua Roma, diseñado por el emperador Adriano en el siglo II como templo doble dedicado a dos potencias: Venus Felix (el amor y la buena fortuna) y Roma Aeterna (la ciudad eterna). Su planta original constaba de dos santuarios situados espalda contra espalda y orientados a este y oeste, representando simbólicamente la dualidad amor-Roma (palíndromo y simetría en latín: “AMOR”/“ROMA”). Tras un incendio y por mandato del papa León IV en el siglo IX, parte de los restos del templo se integraron en una iglesia cristiana: Santa María Nova, posteriormente llamada Santa Francesca Romana. La comunidad benedictina estableció allí su monasterio, preservando tanto la devoción mariana como el recuerdo de la grandeza romana. La supervivencia y transformación de estas estructuras en el mismo solar es un testimonio de la continuidad y superposición de las creencias, urbanismo y poder en la colina Velia, junto al Foro. La imagen, con los elementos en restauración, evoca esa riqueza histórica donde la Roma pagana y cristiana conviven pared a pared, amalgamando siglos de fe, arte y memoria. En la fotografía se aprecia, bajo una luz clara y celaje abierto, la grandiosidad fragmentada del Templo de Venus y Roma a la izquierda ―su emblemática bóveda de casetones parcialmente conservada— y, a la derecha, la elegante torre campanario del monasterio e iglesia de Santa María Nova. El encuadre enfatiza la convivencia entre ruina clásica y arquitectura medieval, un diálogo entre los orígenes imperiales y la posterior sacralización cristiana del espacio.

Arco eterno: la curva monumental de Roma
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Arco eterno: la curva monumental de Roma

El Coliseo es el símbolo indiscutible de la ciudad de Roma por varias razones históricas y culturales. Es el anfiteatro más grande jamás construido por el Imperio Romano y representa la cúspide de la ingeniería y arquitectura romana, un legado de la antigüedad que supera los 1,900 años. Fue el escenario primordial de espectáculos masivos como luchas de gladiadores, simulacros de batallas, venationes y actos públicos, reflejando el poder, la cultura y el entretenimiento de la Roma imperial. Su posición en el corazón de la ciudad, su monumentalidad y la asociación directa con el nombre mismo de Roma han convertido al Coliseo en emblema universal de la urbe eterna. Además, el edificio ha sobrevivido a terremotos, expolios y el paso de los siglos, manteniéndose como testimonio de la gloria y resiliencia romana, a la vez que puente entre la historia y la actualidad, admirado en todo el mundo. La perspectiva ascendente el arco del Coliseo Romano enfatiza las sucesivas galerías de arcos y la grandiosidad de su estructura. El enfoque cercano permite admirar la textura milenaria de la piedra y la armonía matemática del diseño circular, evocando la escala colosal e inconfundible que define este ícono de la antigüedad.

Majencio tras la reja del tiempo
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Majencio tras la reja del tiempo

La Basílica de Majencio, también conocida como Basílica Nova o de Majencio y Constantino, fue el último y más grande de los edificios administrativos erigidos en la Roma imperial. Su construcción fue iniciada por el emperador Majencio en el año 306 d.C. y finalizada tras la victoria de Constantino I en 312 d.C., quien además modificó partes del proyecto original. Destacaba por una nave central imponente de 35 metros de altura y 80 de largo —una proeza arquitectónica—, cubierta con bóvedas de arista y flanqueada por naves laterales menores, inspirando incluso a arquitectos del Renacimiento. El edificio albergó la sede judicial del Prefecto Urbano y, posteriormente, parte del tribunal del Senado Romano. Las enormes dimensiones y la técnica constructiva —inspirada en grandes termas imperiales— convierten a las ruinas de Majencio en un claro testimonio de la ingeniería y el arte cívico de Roma en su última etapa de gloria. La cámara enfoca la Basílica de Majencio a través de una reja, utilizando el enrejado como elemento compositivo que separa dos mundos: el espectador y el monumental vestigio del poder romano. La profundidad de campo y el contraste de luces y sombras acentúan el misterio y la grandeza de las ruinas, mientras el patrón geométrico de la reja y la textura de los muros de ladrillo aportan ritmo visual, remarcando la monumentalidad y el paso del tiempo.

La torre de Santa María Nova
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La torre de Santa María Nova

El monasterio y la iglesia de Santa María Nova tienen su origen en el siglo IX, cuando el papa Sergio III reubicó el culto mariano al lugar del antiguo Templo de Venus y Roma, convirtiendo estas ruinas en una iglesia dedicada a la Virgen Nova para diferenciarla de la antigua Santa Maria Antiqua. El campanario, de estilo románico y construido en el siglo XII, es uno de los más altos y distintivos de Roma, símbolo de la continuidad cristiana sobre el legado pagano del entorno del Foro Romano. En el siglo XV, la iglesia recibiría las reliquias de Santa Francesca Romana, pasando a llamarse así y convirtiéndose en centro espiritual de los monjes olivetanos y refugio de peregrinos, atesorando siglos de historia, arte sacro y devoción popular. En esta fotografía destaca el contraste entre la textura rústica y milenaria del paramento de ladrillo y la elegancia vertical del campanario románico de la iglesia de Santa María Nova, también conocida hoy como Santa Francesca Romana. El encuadre ascendente, junto con el blanco y negro, potencia la severidad y serenidad del conjunto, subrayando la relación entre lo terrenal y lo espiritual, tan característica de la arquitectura medieval y monástica romana.

Silencio, luz y recogimiento
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Silencio, luz y recogimiento

La fotografía revela la atmósfera íntima y espiritual del claustro de Santa Maria Nova, hoy iglesia de Santa Francesca Romana. El encuadre centraliza el mobiliario litúrgico adornado con medallones de san Benito y la histórica cruz de San Benito, mientras al fondo, una imagen devocional de la Virgen y el Niño preside con serenidad el espacio, enmarcada por un arco de luz suave y simetría armónica. Los juegos de luz natural, que penetran desde las ventanas altas, refuerzan el carácter contemplativo del recinto y el contraste sereno del blanco y negro acentúa la profundidad y solemnidad del lugar. Detalles de los cuadros en las paredes y los elementos ornamentales evocan siglos de recogimiento monástico y la importancia de esta iglesia para la espiritualidad benedictina y romana.

Luz y eternidad en el altar de Santa Francesca Romana
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Luz y eternidad en el altar de Santa Francesca Romana

Bajo el altar mayor de la basílica reposa una de las reliquias más veneradas de Roma: el cuerpo de Santa Francesca Romana, patrona de los automovilistas y símbolo de caridad, cuyo sarcófago puede ser contemplado en la cripta. Francesca, conocida como “Ceccolella” por el pueblo romano, es recordada por su dedicación a los pobres y a los enfermos; cada año, en su festividad (9 de marzo), multitudes acuden a pedir su protección y bendición, así como a admirar la belleza única de este conjunto artístico y la tradición de las famosas huellas de las rodillas de San Pedro. Entre los elementos históricos del altar sobresale el extraordinario mosaico del siglo XII y una icónica “Virgen con el Niño” medieval, ambos testigos de siglos de fe y arte en la Ciudad Eterna. Esta fotografía captura la riqueza visual y simbólica del presbiterio de la Basílica de Santa Francesca Romana en el Foro Romano. El ábside decorado con mosaicos medievales, la luz de los cirios y la majestuosidad del órgano sobre el lateral realzan la monumentalidad barroca y el recogimiento espiritual. El blanco y negro enfatiza la policromía de los materiales y la atmósfera solemne del espacio, donde la mirada del espectador es guiada desde el altar hasta la bóveda en busca de los detalles artísticos y devocionales que hacen de este lugar un tesoro patrimonial romano.

Altar de la Patria, referente de la nación italiana
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Altar de la Patria, referente de la nación italiana

El Monumento Nacional a Víctor Manuel II, también conocido como Altare della Patria o “Il Vittoriano”, es un símbolo colosal de la unificación de Italia. Dedicado al primer rey de la Italia unificada, Víctor Manuel II, su construcción comenzó en 1885 y fue inaugurado en 1911, convirtiéndose en un referente visual y simbólico de la nación italiana. Realizado fundamentalmente en mármol blanco, el conjunto arquitectónico se distingue por sus enormes columnas corintias, la escultura ecuestre del monarca y las cuadrigas que coronan el pórtico. Además de su función conmemorativa, alberga la tumba del Soldado Desconocido, custodiada de manera permanente, y el Museo Central del Risorgimento. Por su escala y significado, el “Vittoriano” no solo homenajea a Víctor Manuel II y la unidad nacional, sino que también representa los valores democráticos y europeos modernos de Italia, consolidando su importancia en la memoria y la identidad colectiva del país. La imagen en blanco y negro captura una vista emblemática del monumento a Víctor Manuel II desde la Vía del Foro Imperial, en el corazón de Roma. En el primer plano destaca una farola ornamentada, encuadrando visualmente el fondo monumental y alineándose con la arquitectura clásica que caracteriza la capital italiana. La fotografía está cuidadosamente compuesta; el contraste entre las masas oscuras de los árboles y el mármol blanco del monumento enfatiza la monumentalidad de la edificación y resalta la atmósfera solemne y atemporal de la escena. El cielo salpicado de nubes añade dinamismo, mientras que la vegetación romana proporciona una textura orgánica que equilibra la geometría imponente del Altar de la Patria.

Ecos de Poder en el Foro Romano
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Ecos de Poder en el Foro Romano

El Arco de Septimio Severo, ubicado al noroeste del Foro Romano y erigido en el año 203 d.C., celebra las victorias militares del emperador Septimio Severo y sus hijos sobre los partos, uno de los enemigos históricos del Imperio romano. Concebido en mármol, el monumento alcanza casi 21 metros de altura y está ricamente decorado con relieves que narran las campañas triunfales y la procesión del emperador, además de escenas simbólicas de victoria y divinidades. El arco es también célebre porque el nombre de Geta, hijo de Septimio, fue eliminado tras ser asesinado por su hermano Caracalla, un testimonio del poder y las intrigas imperiales. Restaurado durante el siglo XIX y considerado uno de los monumentos mejor conservados y más evocadores de la Roma antigua, el Arco de Septimio Severo no sólo es memoria de la gloria militar, sino una piedra angular de la narrativa histórica y artística del Foro Romano. La imagen presenta una poderosa panorámica del Foro Romano centrada en el Arco de Septimio Severo. El fotógrafo ha utilizado una composición profunda, donde la multitud en el primer plano dirige la mirada del espectador hacia las antiguas ruinas y el imponente arco que se alza monumental en el centro. La estructura del arco destaca por su blanco luminoso y sus detalles esculpidos que capturan la luz del mediodía, mientras que a su alrededor los edificios antiguos y restos arqueológicos refuerzan la atmósfera histórica. El fondo incluye la inconfundible silueta del Altar de la Patria, sumergiendo la escena en el contexto de la grandeza romana.

Las Arcadas Severianas del Palatino
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Las Arcadas Severianas del Palatino

Las Arcadas Severianas son una impresionante serie de arcos de soporte construidos durante los siglos I al IV d.C., principalmente en época de Domiciano y ampliadas por Septimio Severo. Estas arcadas sostenían una gran terraza artificial, permitiendo la expansión sur del palacio imperial sobre el Circo Máximo y se caracterizan por su doble orden de estructuras abovedadas de ladrillo. Constituyen uno de los ejemplos más extraordinarios de ingeniería romana en el Palatino. La imagen ofrece una perspectiva ascendente y dramática de las monumentales ruinas ubicadas en el monte Palatino, centrándose en los potentes arcos y muros de ladrillo que emergen hacia el cielo. El fotógrafo utiliza una composición que enfatiza la verticalidad y la solidez de la estructura, invitando al espectador a recorrer visualmente cada recoveco de estas antiguas galerías imperiales. Las texturas del ladrillo antiguo y el juego de luces y sombras refuerzan el carácter imponente y milenario del conjunto. El blanco y negro potencia la tridimensionalidad y resalta la mezcla de robustez y elegancia que definían la arquitectura palaciega romana.

Frescos eternos en Santa María Antiqua
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Frescos eternos en Santa María Antiqua

La Basílica de Santa María Antiqua es el monumento cristiano más antiguo del Foro Romano, célebre por su colección única de pinturas murales fechadas entre los siglos VI y VIII. El descubrimiento de sus frescos permitió comprender el arte medieval temprano y la influencia bizantina en Occidente. La iglesia es especialmente conocida por el muro “palimpsesto”, donde coexisten diversas capas de decoración y estilos, incluyendo la representación más antigua de la Virgen María como Reina de los Cielos. Tras su abandono por el terremoto de 847 y su posterior redescubrimiento, Santa María Antiqua se ha convertido en emblema artístico y espiritual de Roma. La imagen, captada en potente contraluz, retrata el interior de la Basílica de Santa María Antiqua en el Foro Romano. Al fondo, una luz intensa irrumpe por el gran vano, silueteando a los visitantes en penumbra y bañando de resplandor los frescos de santos y mártires en primer plano. El fotógrafo logra una atmósfera casi mística por el diálogo entre el blanco radiante —que parece invadir el espacio sagrado— y el juego de sombras sobre los muros de ladrillo y mosaicos del suelo.

Los rostros persistentes en los frescos de Santa María Antiqua
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Los rostros persistentes en los frescos de Santa María Antiqua

Estos frescos, datados entre los siglos VI y IX, representan a santos mártires y obispos vinculados a la tradición cristiana y bizantina, como Cosme y Damián, Ciro y Juan. El conjunto pictórico es una exhibición única de estilos y capas superpuestas, conservando un inventario de 250 metros cuadrados de pintura mural original. Por siglos, los frescos de Santa María Antiqua han sido clave en el estudio de la iconografía cristiana y la transición artística entre el helenismo tardío y el arte bizantino, resistiendo la destrucción iconoclasta y las inclemencias históricas. El detalle de los frescos ubicados en los muros de la basílica de Santa María Antiqua muestran una secuencia de figuras santas, identificables por las inscripciones griegas y los nimbos dorados que rodean sus cabezas. El fotógrafo resalta la texturización del muro antiguo, con zonas donde el tiempo y la humedad han desgastado parcialmente la pintura, pero sin opacar la fuerza expresiva. El encuadre frontal y la luz suave permiten apreciar la técnica pictórica bizantina: líneas rígidas, rostros solemnes y vestiduras estilizadas, que evocan la espiritualidad y la solemnidad del culto cristiano primitivo.

Túneles imperiales hacia el Palatino
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Túneles imperiales hacia el Palatino

Estos túneles corresponden a los célebres pasajes abovedados de acceso y circulación del monte Palatino, conocidos como “cryptoporticus” o corredores subterráneos imperiales. Construidos durante los reinados de emperadores como Nerón y Domiciano, estos corredores servían para conectar los diferentes palacios, terrazas y espacios ceremoniales del Palatino, permitiendo el paso discreto y seguro de la familia imperial y su séquito. Estas estructuras, ingeniosamente diseñadas y recubiertas de mosaicos y estucos, representaban tanto una solución funcional frente a las inclemencias del clima romano como un símbolo del misterio y el aislamiento del poder absoluto. La imagen muestra una imponente galería abovedada construida íntegramente en ladrillo, un corredor estrecho y profundo que se pierde en la penumbra y la monumentalidad de los muros antiguos. La luz natural, al filtrarse desde el extremo, acentúa la textura rugosa de los paramentos y genera una atmósfera de misterio y grandeza. El encuadre, que recoge a los visitantes en perspectiva, enfatiza la escala colosal de la arquitectura y su función de transición entre el mundo cotidiano y los espacios reservados al poder imperial.

Las galerías y mosaicos ocultos del Palatino
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Las galerías y mosaicos ocultos del Palatino

Destacan los pavimentos de mosaico geométrico, perfectamente conservados en las galerías superiores, y la profundidad invisible de los pasadizos que se pierden en la estructura. La composición acentúa la verticalidad y el complejo entramado arquitectónico, y la luz cenital realza las texturas de los materiales antiguos, reflejo de la majestuosidad y el misterio del Monte Palatino.  Los mosaicos geométricos son característicos de los pisos nobles de estas zonas residenciales y ceremoniales, y reflejan tanto la sofisticación técnica romana como el estatus de quienes habitaban el lugar. Estas galerías sustentaban terrazas artificiales sobre el Circo Máximo y servían como acceso entre las áreas privadas y públicas del palacio.

Roma eterna, Roma infinita
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Roma eterna, Roma infinita

Vista clásica del Foro Romano desde el mirador de los Jardines Farnesio, en el Monte Palatino, que resume la esencia plena de la Roma eterna, siglos de historia condensados en una sola imagen.  Es una panorámica que abraza la extensión del Foro Romano y parte de la ciudad eterna. El encuadre amplio recoge las columnas y ruinas dispersas del Foro, el Arco de Septimio Severo, la Basílica de Majencio, la Via Sacra y diversos edificios históricos, mientras el Monumento a Víctor Manuel II destaca en el horizonte con sus formas imponentes. El juego de nubes y luz crea una atmósfera majestuosa y nostálgica que acentúa la sensación de viaje en el tiempo. La composición, de fuerte perspectiva aérea, permite al espectador admirar la densidad histórica de este epicentro de la civilización romana, donde cada piedra y estructura cuenta siglos de vida política, religiosa y cotidiana. Este mirador fue creado en el siglo XVI como parte de los primeros jardines botánicos privados de Europa, y sigue siendo hoy uno de los puntos más celebrados por visitantes y artistas para contemplar la grandeza de Roma y la relación poética entre ruina y memoria.

Testigo alado sobre la eternidad
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Testigo alado sobre la eternidad

La imagen muestra una gaviota posada en primer plano sobre un pretil del Mirador de los Jardines Farnesio, mientras que al fondo se alzan la Basílica de Santa Francesca Romana y la silueta monumental del Coliseo, acompañados por la torre medieval y la vegetación característica del Palatino. El encuadre en blanco y negro resalta el cielo parcialmente nublado y el contraste entre la vida natural urbana y los vestigios arqueológicos de Roma. El ave, símbolo del mar cercano que no se ve, introduce una dimensión poética que conecta la ciudad con su ancestral vocación mediterránea, aunque el mar no esté físicamente presente. La perspectiva desde el mirador permite apreciar la grandeza del Coliseo, escenario de la Roma imperial, y la serenidad de Santa Francesca Romana, iglesia con fachada de travertino y campanario románico que desde el siglo IX ha sido una referencia espiritual y arquitectónica junto al Foro Romano. Este cruce de naturaleza y civilización, historia y mar, hace que la presencia de la gaviota evoque la universalidad de Roma y su apertura a todos los horizontes.

Arqueología viva frente al Circo Máximo
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Arqueología viva frente al Circo Máximo

El encuadre resalta el trabajo de los equipos de arqueólogos explorando los estratos históricos entre muros antiguos, rodeados de vegetación que recupera espacios antaño imperiales. Al fondo, la vasta explanada del Circo Máximo —el mayor recinto lúdico de la antigüedad— se extiende como un testigo silencioso, enmarcando la escena y sugiriendo la grandeza perdida de Roma. El blanco y negro enfatiza los planos y contrastes, enlazando la energía contemporánea de la investigación con la memoria de una ciudad milenaria. Esta composición subraya cómo Roma sigue escribiendo su historia: cada hallazgo bajo la tierra es una puerta al pasado, y el Palatino, epicentro del poder imperial, revela poco a poco los secretos de su fundación y desarrollo.

Luz y tiempo tras los muros del Palatino
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Luz y tiempo tras los muros del Palatino

Esta fotografía nos invita a mirar a través de un hueco en los muros antiguos del monte Palatino, el encuadre profundo captura la textura rugosa del túnel de piedra, acentuada por las sombras interiores, mientras la luz natural enfatiza la apertura en el fondo y revela parte de las estructuras exteriores bañadas por el sol. El contraste entre la oscuridad del interior y la claridad exterior genera una atmósfera de introspección, sugiriendo el paso del tiempo y el misterio de los espacios ocultos de Roma. La elección del punto de vista transforma este sencillo hueco en una metáfora visual de la transición entre el pasado y el presente, entre lo secreto y lo expuesto; un testimonio de cómo la arquitectura romana, incluso en sus detalles más humildes, puede ofrecer nuevas lecturas artísticas sobre la historia y la luz que, impasible, sigue atravesando sus muros.

Arena imperial: huellas en el Estadio de Domiciano
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Arena imperial: huellas en el Estadio de Domiciano

El Estadio de Domiciano forma parte esencial de la Domus Augustana y era usado no solo para ejercicios y recreo, sino también como jardín (viridarium) y para eventos ceremoniales de la corte. Originalmente rodeado por pórticos de mármol y jardines con estatuas, hoy sólo quedan huellas del esplendor arquitectónico y decorativo de este enorme estadio de 160 por 48 metros. La fotografía capta una perspectiva axial del Estadio del Palatino, con una composición que enfatiza la simetría del espacio, con la estructura semicircular en primer plano, los restos de columnas, y los pórticos de ladrillo y piedra que delimitan el recinto. A ambos lados se observan las paredes y galerías en dos niveles, añadiendo profundidad y destacando la grandiosidad de este antiguo espacio reservado a la elite imperial. El empleo de la luz suave y el enfoque central invitan a recorrer visualmente el estadio, mientras las ruinas y la hierba evocan el paso del tiempo y la transformación del lugar desde sus días de gloria hasta su estado actual.

Memoria bajo el Arco de Tito
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Memoria bajo el Arco de Tito

El Arco de Tito es uno de los primeros ejemplos de arco de medio punto monumental y su decoración interior influyó en muchos arcos triunfales posteriores, como el Arco de Triunfo en París. Además, durante una restauración en el siglo XIX, se utilizó ladrillo para reconstruir partes perdidas, lo que puede observarse en el contraste de materiales entre las zonas originales de mármol y las áreas restauradas. Destaca la riqueza decorativa de la bóveda y los casetones tallados en mármol, enfatizados por el relieve profundo captado en la fotografía, con las figuras esculpidas y la elegancia de los capiteles compuestos que sostienen el arco, mientras la luz natural subraya la tridimensionalidad de la construcción. La perspectiva inclinada transmite la verticalidad romana, evocando la solemnidad de este paso triunfal. En el intradós de la bóveda, resaltan motivos geométricos y, en el centro, la apoteosis del emperador Tito, quien es transportado a los cielos por un águila —detalle único que sugiere su divinización tras la muerte. A ambos lados de la bóveda se encuentran los famosos relieves con la procesión triunfal y el saqueo de Jerusalén, uno de los paneles más emblemáticos del arte romano.

Santidad y memoria desde Trajano
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Santidad y memoria desde Trajano

La imponente cúpula de la iglesia del Santísimo Nombre de María aparece entre los muros y restos arqueológicos del Foro de Trajano como si se tratase de un avance en el tiempo, de lo antiguo a lo nuevo. El encuadre artístico enfatiza el contraste entre la arquitectura barroca de la iglesia —con su tambor octogonal, ventanas altas y detalles clásicos— y las superficies irregulares de los vestigios imperiales. El muro erosionado en el primer plano intensifica la sensación de profundidad y separación temporal, mientras la luz uniforme resalta las formas y texturas de ambos elementos, mostrando la superposición de las distintas etapas históricas de Roma. La cúpula, obra de Antoine Dérizet y consagrada en 1741 como ofrenda tras la victoria cristiana en Viena, representa el vínculo entre lo sagrado y el poder civil de la ciudad. El tambor está decorado con pilastras y estatuas de profetas y evangelistas en la balaustrada. El interior de la iglesia, de planta elíptica, es célebre por sus mármoles polícromos y medallones con escenas de la vida de María, mientras que debajo del altar destaca un icono medieval de la Virgen y el Niño vinculado al tesoro del Laterano. La imagen fotográfica evoca la coexistencia de lo divino y lo terrenal, vista a través de las ruinas que enmarcan el horizonte romano, símbolo de lo eterno y lo efímero en una sola mirada.

Cúpula y columna, fe y gloria en piedra
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Cúpula y columna, fe y gloria en piedra

La fotografía resalta la cúpula luminosa de la Iglesia del Santísimo Nombre de María junto a la elegante verticalidad de la Columna de Trajano, enmarcadas por los muros irregulares y vestigios del Foro. El encuadre logra una armonía entre lo monumental y lo sagrado: a la izquierda, la columna narra en su relieve helicoidal las campañas victoriosas de Trajano; a la derecha, la iglesia barroca fue levantada como exvoto tras la victoria cristiana en Viena, con su tambor y cúpula decorados por columnas y estatuas de profetas y evangelistas. El contraste de líneas y volúmenes define el diálogo entre el pasado romano imperial y el fervor religioso moderno. La presencia de los elementos arquitectónicos canta la coexistencia de fe, memoria y poder en el corazón de Roma, donde cada piedra es testimonio de episodios históricos y artísticos, tanto en el arte romano como en el barroco. La Columna de Trajano, obra maestra de Apolodoro de Damasco erigida en 113 d.C., fue la primera columna cóclida y atesora la urna de oro con las cenizas del emperador en su basa; hoy está coronada por la estatua de San Pedro, reemplazando la original de Trajano. La iglesia, iniciada por Antoine Dérizet y consagrada en 1741, acoge un icono medieval y es célebre por su planta elíptica y mármol polícromo, erigiéndose en el mismo lugar donde se hallaban las antiguas bibliotecas imperiales.

Puente de sabiduría: entre Casanatense y Colegio Romano
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Puente de sabiduría: entre Casanatense y Colegio Romano

Perspectiva urbana de la vía San Ignacio, donde destaca el elegante arco elevado que conecta la Biblioteca Casanatense con el antiguo Colegio Romano. La composición utiliza la línea de fuga de los edificios y la luz intensa al fondo para enfatizar el paso entre dos instituciones históricas de saber en Roma, mientras que el movimiento de los automóviles y la vida cotidiana añaden una dimensión contemporánea a la escena.  El arco fue construido en el siglo XVIII como pasaje cubierto para comunicar la ampliada Biblioteca Casanatense, una de las bibliotecas públicas más importantes de Europa, con el recinto del antiguo Colegio Romano de los jesuitas, reflejando la rivalidad y las colaboraciones entre dominicos y jesuitas que marcaron la vida intelectual de la ciudad. Esta solución arquitectónica permitió facilitar la transferencia de obras y personal entre los edificios.

La majestuosa escalinata de la Plaza de España
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La majestuosa escalinata de la Plaza de España

La imagen en blanco y negro muestra la célebre Escalinata de la Plaza de España, abarrotada de vida urbana, con la iglesia de Trinità dei Monti dominando el fondo desde la cima del Monte Pincio. Los 138 escalones de travertino quedan enmarcados por edificios barrocos y palacetes romanos, mientras la multitud se detiene, conversa y disfruta del espacio público icónico. El fondo destaca las torres gemelas de la iglesia renacentista y el obelisco Salustiano, elementos que suman verticalidad y dramatismo a la composición. La escalinata, creada entre 1723 y 1725 por Francesco De Sanctis y Alessandro Specchi, conecta la embajada española de la plaza inferior con la iglesia francesa del siglo XVI en lo alto. Esta transición simbólica entre los ámbitos franceses y españoles hace que la escalinata sea tanto lugar de encuentro y tránsito como escenario de la vida social romana y marco para eventos culturales y desfiles de moda.

La bandera española ondea en Roma
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La bandera española ondea en Roma

La fachada del histórico Palacio de España en Roma, sede de la Embajada de España ante la Santa Sede, muestra la bandera española desplegada en el centro del encuadre. El fotógrafo utiliza las líneas ascendentes de los edificios señoriales y la sucesión de farolas para enfatizar el ambiente elegante y solemne del barrio, mientras la luz matinal suaviza las texturas de la piedra y el estuco barroco. La bandera, protagonista visual de la composición, resalta con su movimiento contra el cielo en calma, evocando presencia nacional y diplomacia en el corazón de Roma. Este palacio, ubicado en la Plaza de España, es el edificio de la embajada diplomática más antigua en funcionamiento continuo del mundo, desde que fue adquirido por Felipe IV en 1647. El edificio fue remodelado por el arquitecto Francesco Borromini y su interior alberga tesoros artísticos, como bustos de Bernini, tapices de Rubens y cuadros de Madrazo, Mengs y Vicente López, que transforman la sede en un auténtico museo barroco y neoclásico.

Altar mayor de Santa Maria in Via Lata
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Altar mayor de Santa Maria in Via Lata

Erigida sobre restos romanos y remodelada profundamente en el siglo XVII por Cosimo Fanzago y Pietro da Cortona, la basílica es célebre por su decoración barroca: estucos, mármol siciliano, capillas laterales con pavimento cosmatesco y frescos del siglo XVII-XVIII. El altar mayor, centro litúrgico y artístico, conserva la imagen de la Madonna Advocata de los siglos XI-XIII, venerada por sus milagros desde la Edad Media. El fotógrafo utiliza la simetría arquitectónica y la profundidad de las bóvedas para guiar la mirada hacia el retablo central, donde la luz resalta el icono medieval de la Madonna Advocata, protagonista devocional del templo. Lo rodean frescos con escenas de la vida de la Virgen y ángeles en vuelo, que intensifican la atmósfera mística y el dramatismo barroco, mientras la ornamentación escultórica y pictórica dibuja una composición envolvente y solemne.

Templo de Portuno en la noche
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Templo de Portuno en la noche

La fotografía resalta el Templo de Portuno iluminado sutilmente en la oscuridad del Foro Boario, resaltando su estructura de columnas jónicas y líneas puras bajo un cielo nocturno. El fotógrafo utiliza la luz rasante para enfatizar la textura de los materiales originales —travertino y toba—, así como el perfecto estado de conservación del templo, uno de los mejores ejemplos de la arquitectura religiosa de la Roma republicana. La composición frontal destaca la simetría del pórtico tetrástilo y el alzado sobre podio, mientras la sombra lateral potencia la monumentalidad y el misterio del conjunto. Fue edificado entre finales del siglo II y mediados del siglo I a.C., dedicado al dios de los puertos y del comercio fluvial. Su diseño pseudoperíptero —con columnas libres en la fachada y adosadas en los flancos— fusiona elementos griegos e itálicos, reflejando la transición cultural de la República. El edificio sobrevivió gracias a su conversión en iglesia durante la Edad Media, lo que permitió su restauración y conservación actual como emblema del patrimonio clásico de Roma y testigo de la historia urbana junto al río Tíber.

Fontana de Trevi
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Fontana de Trevi

La Fontana de Trevi, obra culminante del barroco romano diseñada por Nicola Salvi y finalizada por Giuseppe Pannini en 1762, representa el poder y la abundancia del agua, con su fachada concebida como un arco triunfal y esculturas alegóricas dedicadas a Océano, Abundancia y Salubridad. La actual iluminación artística, renovada con tecnología LED, permite admirar la fuente en todo su esplendor hasta altas horas de la noche, envolviendo el monumento en una atmósfera magnética y casi onírica: así, la fuente se transforma en un teatro urbano, escenario de deseos lanzados en monedas y sueños compartidos bajo la luna. Esta fotografía captura la Fontana de Trevi iluminada bajo el cielo romano, con una farola en primer plano que proyecta su luz cálida sobre el conjunto escultórico barroco. El fotógrafo utiliza el encuadre para crear un contraste entre la monumental fachada del Palacio Poli y la intimidad de la iluminación artificial, que realza los relieves de Océano, los tritones y los caballos marinos en el centro de la composición.

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