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Katy Mikhailova

¿Adónde vas así, Marta López?

Marta López ha acudido a Sálvame vestida de la manera más estrafalaria posible. Analizamos su look.

Marta López ha acudido a Sálvame vestida de la manera más estrafalaria posible. Analizamos su look.
Marta López | Instagram

Todo sucedía este miércoles cuando Marta López asistía a Sálvame vestida de la manera más estrafalaria. La audiencia no entendía nada; los profesionales de la moda, menos aún. ¿Qué necesidad tenía de defenderse de un presunto currículo sentimental, vestida de aquella manera? Como compartía en los stories el diseñador Eduardo Navarrete, el estilista de Marta (si es que existe) había mezclado un tutú en color negro, con una torerita mortal, combinado todo ello con unos botines negros de cuerpo ‘de bruja piruja’, unas gafas de los 90, y un corpiño de sex-shop. Sí. Aquello era terrorífico. Y el que diga lo contrario: miente.

Marta para mí ha sido esa gran desconocida que empecé a descubrir a raíz de Merlos-Place, un culebrón que ha pasado a mejor vida. Y es que, a raíz del disfraz de este miércoles, me detuve unos cuantos minutos en analizar sus fotografías en Instagram. Marta lo mismo presume de un rollo ‘naif’ con sudaderas en color pastel (que por cierto, le quedan muy bien, porque suavizan su estética), que abraza el boho-chic con faldas largas asilvestradas y botines (tampoco va mal así); u opta por un look rockero, con chupas negras de cuero (¡moderna!); que se viste de ‘femme fatal’ embutida en minúsculos vestidos (¡horror!). Sí: es este último estilo el que creo que no le favorece.

Marta no sabe quién es. O quien la viste no quiere descubrirlo.

Todo ello me ha reconducido a pensar en la figura del estilista. El problema que veo en algunos "asesores de imagen" de programas de televisión es que piensan más en la ropa que en la persona (y, por consiguiente, se olvidan también del personaje). Escogen ropa "divertida", "sensual" o llamémosla "x", y les visten de cualquier manera. La cuestión es que les "encaje" por talla y asistan "guapos" al reality.

Antes de lanzarse a vestir a una persona, primero (digo yo) habrá que estudiar quién es, de dónde viene y adónde se dirige. Marta es una mujer cosmopolita, de más de 45 años, madre, profesional, atractiva. Viene de un programa como Gran Hermano (no podemos esperar un outfit de Dior, salvo que quiera hacer un Pedroche y transformar Vallecas en La Moraleja). Pero, ¿adónde se dirige? Esa es la pregunta. ¿Quién eres y qué mensaje quieres transmitir?

Definida la personalidad, el siguiente paso es adaptar ese carácter al ambiente. O sea: si es un programa de tarde, no debemos vestirnos como si fuéramos a tomarnos una copa a Kapital un viernes noche. Y, por último: debemos estudiar el discurso que va a tener la persona en cuestión en su actuación.

Si Marta se enfrenta a una dura entrevista en la que se le acusa de mantener relaciones sentimentales con diferentes rostros conocidos (e incluso hombres casados), salvo que se quiera alimentar aún más este mensaje, creo que hipersexualizar a una mujer de esa manera en un programa de tarde es absolutamente desafortunado.

Me fascinó el look de Marta vestida con el traje blanco de chaqueta y pantalón aquel sábado de "directos" sucesivos (Viva La Vida y Sábado Deluxe) en los que la colaboradora de Mediaset se exponía por primera vez a la dura situación de hablar de la infidelidad del que era su pareja. Cuando la vi en la pantalla, pensé: sensual, segura de sí misma, femenina, elegante, directa, sencilla. La prefiero a ella antes que a Alexia. Más mujer. Más definida. Más honesta. Más real. Más pasión, más vida, más raza. Recuerden: la estética y la ética, no siempre van de la mano, pero es mejor que se aproximen.

Marta es guapa, tiene un cuerpo envidiable y mucha personalidad: un fallo tremendo es disfrazarnos a menudo por dejarnos asesores por pseudoprofesionales. No es una crítica a Marta, es un mero análisis de a quién le otorgamos el poder de que nos "vistan", para que España nos desvista. (Quizás este outfit lo escogió Marta sola). La moda es un grito de libertad, pero a menudo la libertad mal gestionada puede jugarnos una mala pasada. Si el Doctor Virus, el Sr. Simón, se rascara menos la nariz en cada intervención, se le respetaría un poco más. Pero, aunque la mona se vista de seda en bragas se queda.

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