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Venecia: la ficción de la realidad

Pocos saben defender una red-carpet como Cate Blanchett, que se proclamaba digna reina del Festival de Venecia 2022.

Pocos saben defender una red-carpet como Cate Blanchett, que se proclamaba digna reina del Festival de Venecia 2022.
Ana de Armas | Cordon Press

Venezia, amore mio. Se canta lo que se pierde, decía el poeta. Y hoy canto a Venecia desde las tormentas veraniegas y tardías de Madrid. Ya acabó, pero en mi memoria retumba como el sueño de una noche de verano que jamás acabará. Tengo una historia de amor con la ciudad de los canales. Parece un cliché, pero es más real que la vida misma, y dicen que si no pisas la alfombra roja del Festival de Cine de Venecia no eres nadie. La alfombra roja tiene ese je-ne-sais-quoi que atrapa a todos. Las alfombras de los festivales de cine son otro nivel. Y se nota. Venecia sabe distinta, e incluso la humedad la hace diferente a todas. Si en Cannes hay arena, aquí hay unas gotas de agua. O de Campari, que es la versión del agua veneciana.

Pocos saben defender una red-carpet como Cate Blanchett, que se proclamaba digna reina del Festival de Venecia 2022. Timothée Chalamet seducía con un outfit de Haider Ackermann y Penélope Cruz eternamente de Chanel. Venecia se ha convertido, como otro año más, en el foco de atención: cada vez menos por el cine, y más por la moda. Así son las alfombras rojas. Y me alegro, porque sale a relucir lo importante. Si el cine muestra una visión idílica de la vida, lo que le precede muestra la realidad. ¡Qué looks! De Fendi a Valentino pasando por Chanel. Pura moda y puro lujo en una de las citas más aplaudidas por la prensa.

Si me cuentan hace años que me podría haber sentido Ana de Armas por minutos, no me lo creería. Y es que puedo confirmar que yo también he vivido la experiencia del Festival de Cine de Venecia. Fui una de las 12 afortunadas a las que Lexus le ha ofrecido la posibilidad de vivir la oportunidad de la ‘red carpet', junto a un grupo de editores y periodistas. Y sí: también pasé y posé, y saludé a la decena de fotógrafos que inmortalizaron mis minutos de gloria, que darán meses para mi Instagram (frivolidad e ironía, a partes iguales).

Alfombra roja, Vaporetto por un tubo y Campari por doquier. Con el coche oficial aparcado haciendo presencia en una de las paradojas más bellas que recuerdo: Lexus, la elegante firma de coches era el coche oficial del evento en una ciudad donde si hay algo que brille por su ausencia son los coches. Ahí está la paradoja, la genial realidad de una irrealidad. Una ciudad hecha para los vaporettos en la que el coche brilla en la alfombra roja. Ahí estaba, siendo testigo de las mayores estrellas del cine, que abren la temporada en una ciudad de ensueño en la que la ficción, la realidad y el surrealismo se entremezclan hasta la confusión.

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