
Los estereotipos son difíciles de desanclar, especialmente los que se refieren a las mujeres. Estos surgen como resultado de prejuicios y clichés sin ningún tipo de fundamento o verdad y su desaparición depende de los esfuerzos individuales y como sociedad. Uno de los más persistentes es sin duda alguna el de las rubias. ¿Pero a qué se debe? ¿Desde cuándo se produce?
El imaginario colectivo está lleno de frases sobre las rubias, algunas bastante despectivas, igual que de chistes al respecto. Pero si hay una creencia por encima de todas las demás acerca de las mujeres con un puñado de células muertas que crecen en su cuero cabelludo de color amarillo, es que su cociente intelectual está por debajo de la media.
No existe una fecha o un periodo exacto e identificable en el que surgió el mito ya que, por ejemplo, los Romanos ya sentían fascinación por el pelo claro de los celtas. De hecho, en aquel entonces, era habitual teñirse el cabello o confeccionar pelucas rubias. Pero esta tendencia empezó a asociar el color con una forma de materialismo. En la Antigüedad, el rubio se asociaba además a la prostitución. Los mitos griegos daban un protagonismo importante a este color, tanto es así que Afrodita fue una de las primeras rubias en marcar la historia. En la Edad Media, la religión empieza a asociar el color rubio al pecado, inevitablemente asociado a Eva y María Magdalena, aunque paradójicamente también a la infancia.
En nuestra historia reciente, el mito se consolida definitivamente con personajes como el de Marilyn Monroe en ’Los caballeros las prefieren rubias’ (1953). Betty Hutton o Judy Holliday encarnaron papeles similares en el cine, reforzando esta imagen de superficialidad. Con el paso de los años y pese a los prejuicios, el color rubio explotó literalmente y se convirtió en un símbolo de emancipación.
Lejos de ser un caso aislado o una leyenda urbana sin consecuencia, el mito de la rubia afecta más de lo que uno puede pensar. La profesora de la Universidad de Tennessee Margaret B. Takeda explica, en un estudio publicado en Equal Opportunities International, que el estereotipo perjudica a las mujeres rubias en su ascensión laboral e incluso en su vida social. Y eso que fue demostrado que, evidentemente, las rubias naturales no son menos inteligentes que las morenas o pelirrojas.
Para buscar el origen de los chistes y desprecios hacia las mujeres rubias, varios historiadores coinciden rotundamente en que la noción de que las rubias son tontas se remonta a una obra de teatro representada hace 250 años y titulada 'Les curiosités de la Foire'. Estaba basada en la legendaria cortesana Rosalie Duthé, a la que se conoce como "la primera rubia tonta registrada de la historia".
Quién fue Rosalie Duthé
Pese a ser considerada por muchos como "la primera rubia tonta", atrajo la atención de muchos hombres de la Europa aristocrática del siglo XVIII, incluidos monarcas y príncipes, convirtiéndose en una de las cortesanas más famosas de su época. Sin embargo, también fue mucho más que eso.
Nacida el 23 de noviembre de 1748 en Versalles, Rosalie Duthé perteneció a una familia burguesa al servicio del rey Louis XV. Su posición no le permitió tener una institutriz, pero sí asistir al Convento de Saint Aure en París para recibir una educación católica. A los 15, aburrida de la vida monasterial, fue enviada a vivir con una tía, Madame Duval, quien se decía se ganaba la vida como casamentera y también la que sería responsable de presentarle a Marie y Géneviève Rinteau de Verrières dos conocidas actrices y cortesanas por las que muchos hombres habían gastado fortunas enteras.
Tal encuentro sería clave en la vida de Rosalie, pues serían ellas quienes le enseñaran canto, comedia, actuación, danza, etiqueta y galantería a la joven, demostrando que el estereotipo de rubia tonta no era más que una apariencia. Duthé estaba decidida a seguir los pasos de las hermanas, tanto como cantante de ópera, como de cortesana, pues había descubierto cómo ellas se beneficiaban de sus amantes y más importante: también cómo administraban sus ganancias.
Así, cuando tenía 17 y ya trabajaba como actriz, se convirtió en la cortesana de un arzobispo francés que le llevaba casi 30 años, demostrando el tipo de sociedad en que Rosalie intentaba sobrevivir como mujer. A él le siguieron otros hombres hasta que la joven se introdujo en la socialité aristocrática, ofreciendo sus servicios primero a duques y luego a condes, hasta que en 1768 se mudó a Inglaterra, continuando con sus servicios, pero ahora en la realeza británica. En este periodo, su belleza también fue registrada por diversos pintores y escultores, algunos comisionados por sus amantes, otros por ella misma y en ocasiones bajo la solicitud de renombrados artistas como Henri-Pierre Danloux y Jean-Baptiste Defernex.
Al llegar la Revolución Francesa, algunas de las propiedades que tenía en París fueron expropiadas, pero tras su regreso en 1816, uno de sus antiguos clientes y amigo le ayudó a recuperarlas. Ahí, continuó recibiendo visitantes, aunque en sus últimos años tenía una fuerte pérdida visual. Rosalie Duthé murió a los 82 años y fue sepultada en el cementerio Père-Lachaise, sin dejarle a nadie su fortuna, aunque dos de sus primas se beneficiaron de la venta de sus muebles por 9,000 francos.
Como uno se puede imaginar, esta fue una de las mujeres más astutas de su época. Además de tener un manejo financiero envidiable y sus dotes como artista, Rosalie también sabía moverse en el complejo mundo de la aristocracia. Sin embargo, su trabajo como cortesana no tardó en indignar a una sociedad que lo criticaba aunque lo practicara. Así, el estereotipo de rubia tonta se le atribuyó meramente por sus largas pausas antes de hablar, lo que en realidad parece no tener sentido alguno y ser más una exageración.
Algunos estereotipos se cumplen
Un estudio realizado en Estados Unidos hace unos años, con más de 10.878 mujeres como muestra, llegó a la conclusión de que las rubias naturales tenían un coeficiente intelectual promedio. Lo más curioso es que no es el único estudio que se ha hecho al respecto de esta cuestión, lo que significa que el estereotipo da verdaderos quebraderos de cabeza. La Universidad de Stanford también llevó a cabo una investigación similar y, de nuevo, llegó a la conclusión de que las rubias no son tontas y que solo se trata de un pequeño ajuste genético.
Aunque hay un último estereotipo que sí parece cumplirse: según los estudios los hombres sí prefieren a las rubias. Esto se debe a que ellos atribuyen distintos rasgos de personalidad a las mujeres según su color de cabello, y parece que las rubias a menudo se consideran más accesibles en lugares como clubes nocturnos que sus contrapartes morenas. En otra investigación (con opiniones de más de 350 hombres) se llegó a citar una explicación evolutiva de la preferencia de los hombres por las mujeres de cabello rubio: al parecer son vistas como más juveniles y, por tanto, mejores cuidadores de la potencial descendencia. Ahora solo falta saber si, pese a ello, se casan con las morenas.