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Declaración de amor trimestral

Hay gente que no tolera ni tu independencia ni tu ortografía.

Hay gente que no tolera ni tu independencia ni tu ortografía.
Katy y Pelayo | Katy

Madrid en junio es un horno sin tregua. Arde el asfalto, arden las redes, arden las facturas. Esta semana he rodado una nueva entrega de "Fearless on Fire" en Pasión Habanos, un club exquisito de puros en la Calle Ferraz donde el humo se enreda con la conversación, junto a Elena Tablada —que dice de mí que soy "la rusa más cubana"— y el doctor Ángel Martín que diagnostica verdades con una claridad que no se enseña en Harvard.

Entre rodaje y humo, el jueves aterrizó la fiesta de Madame Sibarita, marca de moda con alma india y espíritu nómada, con Karla Sofía Gascón y Gergard Guiu al frente en la fiesta. Color, incienso, textiles sin frontera, y una energía que parecía traída directamente desde Jaipur.

Y por si eso fuera poco, MO House trajo la playa a Madrid. Sin mar, sin perros —porque ya no se soporta ni el calor ni la gente sin sombra—, pero con arena, gafas, música y ese punto de delirio que tanto nos gusta a quienes vivimos al borde del colapso… y del trending topic.

Les escribo desde Nonetta, en el corazón de Chamberí. Al lado, la Audiencia Nacional; de fondo, el parque París, que ahora no admite perros ni tregua. Yo, con un puro Gloria Cubana encendido con un Dupont. Fino. Como hecho para nosotras. Femenino, elegante, con llama firme. Como todo lo que de verdad vale la pena.

Y entre copa y contrato, entre shooting y cierre contable, leo que Bella Hadid ha dicho que trabajar durante la menstruación debería estar prohibido. La entiendo. Pero no comulgo. Porque si nosotras mismas pedimos pausa, no faltará quien se crea con derecho a pararnos.

Yo he entregado campañas con cólico, he escrito columnas en aviones de vuelta del desamor, he moderado mesas redondas con fiebre y tacones. No porque quiera ser heroína. Sino porque el mundo no se detiene cuando tú sangras.

Y a veces, trabajar también es nuestra forma de no rompernos.

Mientras algunos siguen esperando que las mujeres seamos luz sin factura, yo me declaro: soy mujer, sí. Pero también soy empresa. Emito con IVA, con deadlines, con pasión y con papeles en regla. Y no, no hay nada más íntimo que una cuenta al día.

Julio se acerca y con él, los impuestos de sociedades. Esa liturgia silenciosa que tenemos las que no esperamos que nadie nos salve. Porque el verdadero amor —a una misma, a lo que haces, a lo que construyes— también se declara trimestralmente. Y si no cotiza, que al menos no descuadre.

El otro día me puse el mismo vestido que llevaba cuando conocí a un tal Jaime (técnicamente no un ex, fueron tres encuentros fogosos sin fuego) y me vino un recuerdo. Nada más que eso. Un gesto ligero, un mensaje sin segunda intención, casi poético. Le escribí con gracia, y él contestó que vivo en el "mundo de Yupi", que mi revista la subvenciona la "farándula comunista" y que no todos tienen dinero para la entrada de un piso. Intenté explicarle que tengo dos empresas, que no recibo ayudas, que lo mío no es una fantasía sino una factura trimestral. Me contestó que ahora era "más nazi y más borde", que no cuenta su vida a nadie. Le corregí "llendo" con "yendo" y me bloqueó.

Y ahí comprendí algo. Hay gente que no tolera ni tu independencia ni tu ortografía. Y ya que estamos en nombres propios, un pensamiento para Pelayo Díaz, recién expulsado de Supervivientes y aún en Honduras. Le tengo cariño. Hay en él algo que brilla incluso cuando el foco se apaga. Y en un mundo donde todo parece ruido, me gustan los que saben mantenerse en silencio con estilo.

He dejado de interesarme por los que no firman, por los que se esconden cuando hay que presupuestar emociones o confirmar por escrito. La única mafia que me interesa es la que me baila el vino.La que te acompaña cuando no hay prensa. La que no pide rebajas, ni explicaciones. La que entiende que hacer también es amar. Y que amar —como facturar— es un acto de responsabilidad.

Y si después de todo eso alguien quiere quererme… que me quiera como quien paga por transferencia: sin miedo, sin excusas, y a tiempo.

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