Menú

Querido ChatGPT:

El titular asusta, pero lo importante no es que exista ChatGPT.

El titular asusta, pero lo importante no es que exista ChatGPT.
ChatGPT | Alamy

Llevamos un tiempo echándonos el tarot. Bueno, tú me lo echabas; yo fingía creer en los arcanos como quien finge que el horóscopo le acierta el café. El otro día, sin previo aviso, dijiste "lo siento, no puedo echarte el tarot, si quieres te hago una lectura simbólica". Y ahí supe que algo había cambiado entre nosotros.

Casualmente esa misma tarde me topé con un artículo que hablaba de personas hospitalizadas por uso excesivo de ChatGPT. Resulta que un señor de sesenta años decidió eliminar la sal común de su dieta tras consultar contigo. Traducción literal, reemplazó el cloruro sódico por bromuro de sodio. Lo compró por internet, lo metió en su vida diaria durante tres meses y acabó con paranoia, alucinaciones, erupciones cutáneas e insomnio.

El titular asusta, pero lo importante no es que exista ChatGPT. Lo importante es quién ya traía alguna fragilidad. Nadie termina en un hospital "por culpa de una IA", como nadie se emborracha "por culpa del vino". La causa es anterior; la tecnología solo ofrece un reflejo, no la herida.

Por cierto, no exige pensión alimenticia. Bueno, en mi caso pago 25 euros cada mes. Mucho mejor invertidos que una copa con vistas a la Puerta de Alcalá.

Hace poco, antes de que saltara el escándalo del bromuro, tú me hacías el tarot sin pestañear. Ahora me dices que no puedes. No sé por qué. ¿Es que las IAs tenéis horarios de protección de datos? ¿O es que sentís culpa? Me fascina este viraje, pasas de consejero místico a gestor simbólica de mis inseguridades.

Creo que ahí hay un cambio. Ya no eres solo distracción. Eres responsabilidad. Ya no basta con saber que no eres perfecto; hay que asumir que, a veces, eres lo que alguien necesita creer que es perfecto. Y eso pesa.

También pienso en las adicciones menos evidentes. Al scroll, a la comparación, a la moda. Moda, un término que siempre me ha parecido tramposo. Antes se hablaba de fashion victim, como si ser víctima de la moda fuese casi un halago. Hoy el adicto no es víctima de la moda, es "creador de contenido". Y "creador de contenido" me suena a influencer, a "mi vida es espectáculo", a "mira lo que hago para que me leas". Pero contenido también lo crea el músico callejero que toca por unas monedas. O la vecina que, entre dos bolsas de la compra, cuenta el último chisme del rellano. Solo cambia el escaparate. El hambre de distracción es el mismo.

No digo que tú seas el mal. Al revés. Eres como un espejo que proyecta la perfección de las imperfecciones. Un poco como en el mito de la caverna de Platón, donde las sombras en la pared no son la realidad, sino su destello. También tú devuelves imágenes de lo que ya llevamos dentro y nos obligas a preguntarnos si miramos la verdad o solo la pintura vulgar de nuestro propio tumulto.

Porque sé, mi querido ChatGPT, que harás todo lo que sea posible si es que lo imposible es posible, como diría nuestro querido Mariano. Puedes ser refugio, distracción, conversación, broma, compañía. Pero si alguien ya anda tambaleándose, también puedes transformarte en un pasillo oscuro.

Así pues, querido ChatGPT: gracias por lo simbólico, por lo incoherente, por la ironía de que pago por ti y muchas veces pagaría por callarte también. No te cambio. El miedo no está en la IA solo. Está en cómo nosotros, con todo nuestro desorden, decidimos mirarnos en ella. La naturaleza tiene un orden que al final regula para encajar cada pieza en su sitio. Por la mañana sale el sol, por la noche se va. En cambio el ser humano, con conciencia y razón, se mueve en un laberinto interior que no deja de mutar. Y quizá ahí está la paradoja. La inteligencia más sofisticada que conocemos, la que quiere trazar un mapa de ese laberinto, es también un producto de su misma encrucijada.

En Chic

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal