
Aunque suene extraño, en el Sol también llueve. No se trata de agua, sino de plasma: masas de gas extremadamente caliente que, tras enfriarse, caen de nuevo sobre la superficie solar. Este fenómeno, conocido como lluvia coronal, ha intrigado durante décadas a los astrónomos. Ahora, un equipo del Instituto de Astronomía de la Universidad de Hawái (IfA por sus siglas en inglés) cree haber encontrado la respuesta a cómo y por qué se forma.
El hallazgo, liderado por Luke Benavitz, estudiante de posgrado, y el astrónomo Jeffrey Reep, ambos del IfA, ha sido publicado en la revista Astrophysical Journal. Su estudio ofrece una nueva explicación sobre la rapidez con que se origina la lluvia solar durante las erupciones del astro rey.
Un misterio durante décadas
La lluvia solar se produce en la corona solar, la capa más externa de la atmósfera del Sol, compuesta por plasma a millones de grados de temperatura. Durante las erupciones solares, se forman en esta región masas de plasma más frías y densas que terminan precipitándose hacia la superficie.
Durante años, los modelos científicos no lograban explicar por qué este proceso ocurre tan rápidamente –en apenas minutos– cuando las simulaciones indicaban que debía requerir horas o incluso días de calentamiento.
El papel oculto de los elementos
El trabajo de Benavitz y Reep aporta justo la pieza que faltaba. Según sus resultados, los modelos anteriores asumían erróneamente que la distribución de los elementos químicos en la corona solar permanecía constante en el espacio y en el tiempo. Sin embargo, el nuevo estudio demuestra que esa abundancia varía, y que esos cambios son cruciales para que se produzca la lluvia solar.
"Actualmente, los modelos asumen que la distribución de diversos elementos en la corona es constante, lo cual claramente no es así", ha explicado Benavitz. "Cuando permitimos que elementos como el hierro cambien con el tiempo, los modelos finalmente coinciden con lo que realmente observamos en el Sol".
En sus simulaciones, los investigadores observaron que al incorporar variaciones en la abundancia de elementos como hierro, silicio o magnesio, la lluvia coronal podía formarse en apenas 35 minutos, reproduciendo las observaciones reales por primera vez.
Más allá de la lluvia solar
El descubrimiento no solo resuelve un antiguo misterio astronómico, sino que también redefine la comprensión del comportamiento solar, abriendo nuevas vías para estudiar cómo se calienta y enfría su atmósfera.
"Este descubrimiento es importante porque nos ayuda a comprender cómo funciona realmente el Sol", ha señalado Reep. "No podemos ver directamente el proceso de calentamiento, así que usamos el enfriamiento como indicador. Pero si nuestros modelos no han tratado las abundancias correctamente, es probable que el tiempo de enfriamiento se haya sobreestimado. Quizás tengamos que volver a empezar desde cero con el calentamiento coronal".
Implicaciones para el clima espacial
El avance permitirá crear modelos más precisos sobre la dinámica del Sol durante las erupciones, un paso esencial para predecir el clima espacial, cuyas tormentas pueden afectar satélites, comunicaciones y redes eléctricas en la Tierra.
El estudio también sugiere que la atmósfera solar es más dinámica de lo que se pensaba: la composición de sus elementos no es fija, sino cambiante, lo que obliga a revisar las teorías existentes sobre cómo se transfiere la energía en las capas externas del Sol.
La lluvia solar ya no es solo una curiosidad cósmica. Gracias a este trabajo, se ha convertido en una clave para entender los procesos más profundos y energéticos de nuestra estrella.



