
Un nuevo estudio publicado en Science Advances reconstruye el funcionamiento de una tabla de predicción de eclipses incluida en el Códice de Dresde, uno de los textos mayas prehispánicos mejor conservados. A través de un sistema basado en ciclos lunares y el calendario ritual, los mayas lograron anticipar eclipses solares durante siglos, sin necesidad de entender su causa astronómica.
Una predicción basada en ciclos, no en ciencia teórica
El análisis, liderado por John Justeson (Universidad de Albany) y Justin Lowry (SUNY Plattsburgh), desmonta la idea de que los mayas diseñaron su tabla de eclipses a partir de una comprensión científica del fenómeno. No hay indicios de que conocieran la geometría de la órbita lunar ni los nodos eclípticos, claves para calcular eclipses en astronomía moderna.
En su lugar, lo que desarrollaron fue una herramienta predictiva empírica: identificaron que, cada cierto número de lunaciones, era posible que se produjera un eclipse solar, y estructuraron esa secuencia dentro de su sistema calendárico de 260 días.
Una tabla de 405 meses como estructura base
La tabla maya incluía 69 fechas de luna nueva distribuidas a lo largo de 405 meses lunares (11.960 días). Según el estudio, 55 de estas fechas fueron seleccionadas porque coincidían con eclipses solares potencialmente visibles desde el territorio maya. El resto eran intervalos intermedios añadidos para mantener la regularidad del sistema.
Lo llamativo no es solo su eficacia, sino su diseño: la tabla no comenzaba de nuevo cada vez que terminaba, sino que se reiniciaba desde puntos clave dentro del ciclo —los meses 223 o 358—, ajustando así los desfases entre los meses lunares y las posiciones reales del Sol y la Luna. Esto permitía mantener la utilidad del sistema durante siglos, sin necesidad de corregirlo con observaciones astronómicas complejas.
El calendario como herramienta de cálculo
Uno de los hallazgos más reveladores del estudio es la relación entre la tabla de eclipses y el calendario ritual maya de 260 días. Los investigadores comprobaron que muchas fechas eclipsables coincidían o casi coincidían con múltiplos de 260 días o de sus fracciones, lo que sugiere que el sistema se calibraba en relación con ese calendario religioso, no con el ciclo solar o el año agrícola.
Además, el estudio identifica una estructura rítmica: tres series distintas de fechas eclipsables separadas por 88 meses. Esta regularidad interna podría haber servido como regla mnemotécnica para los especialistas calendáricos, y refuerza la idea de que los mayas desarrollaron un modelo repetible y transmisible.
Una precisión sin telescopios: el modelo 1447:49
Para calcular los intervalos entre lunas nuevas, el estudio indica que los mayas utilizaban una relación matemática que ha llamado la atención por su exactitud: 1447 días cada 49 lunaciones, lo que equivale a un mes lunar de 29,5306 días, casi idéntico al valor astronómico actual de 29,53059.
Este modelo no estaba basado en fracciones decimales, sino en el uso de múltiplos enteros, acorde con su sistema de conteo. La coincidencia con el valor real sugiere una observación prolongada y sistemática de la Luna a lo largo de generaciones.
Un sistema que evolucionó durante siglos
El estudio también aborda cómo este sistema pudo haberse desarrollado progresivamente. A partir de los registros más antiguos de eclipses visibles en la región —desde el año 356 d.C.— los investigadores muestran que los mayas habrían ido comprobando y afinando su tabla a lo largo de al menos 700 años, hasta llegar a la versión que aparece en el Códice de Dresde, fechada entre 1083 y 1116 d.C.
La clave de esta evolución fue un sistema de reinicio periódico. El análisis demuestra que reiniciar la tabla cada 358 meses permitía mantener la predicción alineada con los eclipses reales durante generaciones. Cuando esta aproximación acumulaba errores, se utilizaba un segundo punto de reinicio (223 meses) para compensar el desfase.
¿Sabían los mayas qué era un eclipse?
El estudio deja claro que los mayas no tenían una explicación física del fenómeno. No sabían que un eclipse era causado por la interposición de la Luna entre el Sol y la Tierra, ni tenían un modelo heliocéntrico del sistema solar. Pero sabían que, si se repetían ciertos patrones lunares y fechas del calendario ritual, había una alta probabilidad de que el Sol se oscureciera.
Desde esta perspectiva, su tabla no es un calendario astronómico moderno, sino una herramienta predictiva basada en observación empírica y repetición de ciclos, capaz de señalar cuándo podía ocurrir un fenómeno excepcional y potencialmente ritualizado.
Justeson, J., & Lowry, J. (2025). The design and reconstructible history of the Mayan eclipse table of the Dresden Codex. Science Advances, 11, eadt9039.





