
Las emociones están íntimamente ligadas al hambre, tanto es así que el estrés favorece las enfermedades del estómago y estas, a su vez, perpetúan el estrés. Es un círculo vicioso del que es complicado salir sin ayuda. Por ello, hay que reconocer que el estrés puede tener un impacto significativo en la salud digestiva, el motivo es que cuando uno está estresado, su cuerpo libera hormonas como el cortisol, que pueden afectar negativamente el funcionamiento normal del sistema digestivo.
De hecho, el estrés es uno de los mecanismos del ser humano que permite advertirle de un peligro y estar alerta para atajarlo. Pero esa tensión física y emocional, esa reacción del cuerpo ante una situación nueva, también ataca a su bienestar repercutiendo directamente en la salud física y psicológica.
Una de las zonas del cuerpo donde más incide el estrés es en el sistema digestivo, ya que se liberan hormonas, que en exceso, afectan al proceso digestivo como son cortisol y catecolaminas. Por ello, es importante conocer de dónde procede el estrés y cómo afecta al proceso digestivo, ya que el problema se agrava cuando el estrés se vuelve crónico, pudiendo afectar al aparato digestivo y al normal funcionamiento de los intestinos. Además, por eso, es importante seguir consejos para prevenir problemas digestivos ante situaciones estresantes.
La frase de "No puedo, se me ha cerrado el estómago", es realmente típica cuando se considera que no se puede tomar bocado, suele ocurrir por nervios, tristeza o enfado. La pérdida de apetito es una consecuencia del impacto de aquello que se siente en un momento determinado, pero no la única. Alteraciones mentales como el estrés influyen directamente en el sistema digestivo y, más allá de los mecanismos que regulan el hambre, pueden ser causa de complicaciones que comprometen la salud física.
Una amenaza continua
Ante un episodio de estrés, el organismo libera ciertas hormonas en una reacción atávica de defensa; en esa situación, las funciones de los sistemas digestivos e inmunitarios se detienen, contribuyendo a que el cuerpo se centre en la amenaza. El problema surge cuando los niveles de estas hormonas se mantienen elevados de forma continuada, cuando se entra en un cuadro de estrés crónico. En ese caso, el organismo continúa en un estado de semiemergencia permanente que tiene consecuencias en el intestino: alteración de la microbiota, disfunción de la barrera intestinal, menor recuperación de la mucosa digestiva, disminución de las secreciones gástricas y de los movimientos peristálticos… Por ello, lo ideal es tratar de frenar el estrés crónico para solventar estos problemas digestivos.
Problemas de salud causados por el estrés
- Alteraciones en la motilidad intestinal.
- Cambios en las secreciones digestivas.
- La mucosa gastrointestinal pierde capacidad de regeneración.
- Acidez estomacal y úlceras. El estrés puede aumentar la producción de ácido en el estómago, lo que puede provocar acidez estomacal, reflujo ácido y úlceras. El exceso de ácido estomacal puede dañar el revestimiento del estómago y el esófago, causando dolor y malestar.
- Desequilibrios en la flora intestinal. El estrés crónico puede alterar la composición de la flora intestinal, que es la comunidad de bacterias beneficiosas que habitan en el intestino. Estos desequilibrios pueden afectar la digestión y la absorción de nutrientes, lo que puede llevar a problemas como hinchazón, gases y diarrea.
- Disminución del flujo sanguíneo gastrointestinal. El estrés provoca una respuesta de "lucha o huida" en el cuerpo, que desvía el flujo sanguíneo de los órganos digestivos hacia los músculos y el cerebro. Esto puede disminuir la eficiencia de la digestión y causar malestar gastrointestinal.
- Cambios en los hábitos alimentarios. El estrés a menudo afecta los hábitos alimentarios, lo que puede tener un impacto negativo en la salud digestiva. Algunas personas tienden a comer en exceso o recurren a alimentos poco saludables y ricos en grasas o azúcares cuando están estresadas. Estos cambios en la dieta pueden alterar la función digestiva y aumentar el riesgo de problemas digestivos.
- Síndrome del intestino irritable (SII). El estrés crónico puede desencadenar o empeorar los síntomas del SII. Esta afección se caracteriza por dolor abdominal, distensión, cambios en los patrones intestinales (diarrea o estreñimiento) y malestar general en el área del abdomen. El estrés puede desencadenar inflamación y afectar la motilidad intestinal, lo que agrava los síntomas del SII.
¿Qué enfermedades digestivas puede desarrollar el estrés?
El estrés es un estado mental que se manifiesta cuando una persona se ve envuelta por una serie de situaciones que supera los recursos con los que cuenta para enfrentarlas. De esta manera, el individuo experimenta una sobrecarga que altera su bienestar, tanto físico, como psicológico y personal.
Una situación de estrés que se mantiene en el tiempo puede ser la causa de diferentes enfermedades a nivel digestivo. Una gastritis de estrés o gastritis crónica superficial, así como una dispepsia no ulcerosa en el estómago son algunos de sus efectos. El intestino también es probable que se vea afectado, ya que el estrés podría ser responsable del Síndrome de Intestino Irritable, una patología crónica inflamatoria del intestino que cursa con hinchazón o dolor abdominal, gases, diarrea o estreñimiento. Además, un estado de estrés es el principal motivo de los desequilibrios en la microbiota intestinal o disbiosis intestinales, que provocan malestar digestivo; y razón que se esconde tras el sobrecrecimiento bacteriano en la microbiota (SIBO, por sus siglas en inglés).
Por otra parte, debido a la secreción de cortisol, el estrés está involucrado de manera indirecta con el cúmulo de grasa en el hígado o hígado graso no alcohólico, aunque el responsable directo es el sobrepeso y la obesidad.
Cómo prevenir problemas digestivos causados por el estrés
- En la fase aguda de la gastritis de estrés, habrá que tomar fármacos protectores del estómago que frenan la producción de jugo gástrico.
- Llevar una alimentación en la que se suprima o reduzca el consumo de alimentos ácidos (cítricos, kiwi, fresa, etc.), los picantes, el alcohol, las bebidas gaseosas, los azúcares refinados y la grasa en general.
- Tomar probióticos, que contribuyen a estabilizar la microbiota y a reducir el grado de inflamación.
- Realizar actividades que ayuden a reducir el estrés como el ejercicio cardiovascular (caminar, correr, ir en bicicleta, natación…), el yoga, la meditación o las técnicas psicológicas de reducción de estrés (mindfulness o terapia cognitiva-conductual).

