Con la Estrategia Española de Salud Global 2025-2030, el Gobierno de Pedro Sánchez se apunta un tanto simbólico en política internacional: España se convierte en el quinto país de la UE con una hoja de ruta específica para su acción sanitaria exterior.
El documento, firmado por los ministerios de Sanidad y Exteriores, apuesta por un enfoque global, feminista y multilateral.
Se alinea con la Agenda 2030 y está lleno de términos como "derechos sexuales y reproductivos", "perspectiva decolonial" o "salud planetaria".
Sobre el papel, parece un ambicioso plan de cooperación. Pero tras la retórica grandilocuente, el texto muestra una visión autocomplaciente del sistema sanitario español. Una postal idealizada que no se parece a la realidad.
En plena crisis de la atención primaria, con listas de espera disparadas y déficit crónico de médicos, la estrategia se dedica a exportar un modelo idealizado que ni siquiera está funcionando dentro de nuestras fronteras.
La visión oficial del sistema sanitario español
Según el texto, el Sistema Nacional de Salud (SNS) "garantiza una prestación sanitaria integral, universal y gratuita", está "vertebrado en torno a la atención primaria y comunitaria" y se caracteriza por un "mínimo gasto privado de bolsillo" que evita "gastos catastróficos para las familias". Pero esa descripción no encaja con la realidad actual.
Los recortes acumulados, la saturación de las urgencias y el colapso de los centros de salud muestran otra cara. Una cara que conocen bien los profesionales sanitarios, cada vez más frustrados. Y que sufren los ciudadanos, cada vez más impacientes.
La situación hace aguas, incluso en comunidades gobernadas por el propio PSOE, como Castilla-La Mancha. Allí, como en muchas otras regiones, la atención primaria está desbordada y las listas de espera no paran de crecer.
Aun así, el Gobierno vende el SNS al exterior como si fuera un modelo perfecto. Una especie de producto de exportación, idealizado y fuera de toda crítica.
Atención primaria idealizada vs. realidad olvidada
La estrategia insiste en que una atención primaria reduce mortalidad, ingresos hospitalarios y visitas a urgencias. Cita incluso un estudio internacional según el cual "una atención sanitaria superior a 10 años con el mismo equipo de atención primaria y comunitaria es capaz de reducir en un 30% las visitas a urgencias, un 28% los ingresos hospitalarios y un 25% la mortalidad".
Curiosamente, eso es justo lo que no se hace en España. Las plantillas están mermadas, los contratos son precarios y los equipos médicos rotan constantemente, sin estabilidad.
El Gobierno defiende en los foros internacionales un modelo de atención primaria que no aplica en su propio país.
Los médicos de familia lo repiten a diario: no hay tiempo para los pacientes, ni recursos, ni reposición suficiente de jubilaciones. El modelo que se presenta al mundo es más una meta deseable que una realidad vigente.
Una estrategia "feminista, transformadora y decolonial"… pagada por todos
El documento abraza con entusiasmo una retórica identitaria. Define la estrategia como "una visión compartida, feminista y transformadora de la salud global".
Se compromete a aplicar un enfoque transformador que busque ir a "la raíz y causas de las desigualdades estructurales entre mujeres y hombres y personas de género diverso", y promete trabajar con perspectiva antirracista, interseccional y decolonial.
Todo esto, claro, en el marco de cooperación internacional, con dinero público y sin aclarar cuánto costará exactamente. En un contexto de inflación, déficit de profesionales o zonas rurales sin pediatra, cabe preguntarse si este tipo de inversiones ideológicas deben ser una prioridad.
Millones para el multilateralismo, migajas para los hospitales
El documento subraya el "apoyo decidido a la Organización Mundial de la Salud", a Unitaid, GAVI o el Fondo Mundial contra el SIDA, la tuberculosis y la malaria. Celebra que España fue "cofundadora de iniciativas clave como ACT-Accelerator y C-TAP" durante la pandemia, y se muestra orgullosa de haber donado millones de dosis de vacunas cuando "apenas el 50 % de su población estaba inmunizada".
Es decir, mientras muchos españoles aún esperaban su segunda dosis, el Gobierno enviaba vacunas fuera en nombre de la equidad global. Esa solidaridad no es necesariamente reprochable, pero sí lo es que se hiciera sin debate público ni transparencia presupuestaria, mientras en casa se denunciaba la falta de EPIs, camas UCI o personal.
La paradoja de la escasez: formar médicos para otros países
Otro de los objetivos destacados es "disminuir la brecha existente de personal sanitario cualificado" en países socios, mediante formación especializada y cooperación técnica.
Sin embargo, España sufre su propia crisis de profesionales sanitarios. Médicos y enfermeros denuncian condiciones laborales que los empujan al extranjero, mientras miles de estudiantes de Medicina no acceden al MIR por falta de plazas.
¿Tiene sentido gastar dinero en formar profesionales para otros países mientras no se cubren las necesidades básicas en casa?
Digitalización y resiliencia: buenas palabras, pocos hechos
La estrategia destaca el potencial de la salud digital, la interconexión de sistemas sanitarios y la ciberseguridad.
Pero en la práctica, muchos centros siguen con programas informáticos obsoletos, y los historiales clínicos no se comparten entre comunidades. En plena era digital, hay médicos que no pueden ver una analítica si el paciente ha cambiado de provincia.
Sobre emergencias sanitarias, el documento asegura que España apoya a otros países "independientemente de su situación administrativa". Mientras tanto, aquí ni siquiera se logra un reparto equitativo de recursos entre autonomías, y la coordinación ha sido deficiente ante alertas recientes, como la COVID, la viruela del mono o el rebrote de sarampión.
Propaganda internacional, abandono nacional
La Estrategia Española de Salud Global 2025-2030 es un documento extenso, ideológico y ambicioso, que proyecta al exterior una imagen de España como potencia sanitaria, solidaria y feminista. Pero es, sobre todo, un ejercicio de propaganda.
Promete al mundo lo que no garantiza en casa. Impulsa políticas identitarias sin medir su impacto real. Y destina recursos a causas globales mientras el Sistema Nacional de Salud se tambalea.
Quien espere una revisión crítica de los errores cometidos durante la pandemia, o un plan realista de mejora del SNS, no la encontrarán aquí. Solo hallarán una narrativa grandilocuente que vende humo en Bruselas y Ginebra, mientras en muchos de los centros de salud españoles siguen faltando médicos, recursos y soluciones.
Ana Hernández es Doctora en Química Orgánica, especializada en Química Médica y Biología, con más de veinte años de experiencia como investigadora tanto en España como en el extranjero. Es autora de múltiples publicaciones científicas y patentes.