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La singularidad, una amenaza cada vez más cercana a la sociedad que conocemos

La inteligencia artificial ha dejado de ser un concepto futurista para convertirse en una realidad que desafía nuestra percepción.

La inteligencia artificial (IA) ha dejado de ser un concepto lejano para convertirse en una realidad cotidiana. Cada vez son más las aplicaciones que evidencian la creciente capacidad de las máquinas para superar las habilidades humanas en ámbitos específicos, como sucede con AlphaGo, capaz de derrotar sistemáticamente a los mejores jugadores de Go, el juego de mesa chino considerado el más difícil del mundo, desde 2016. Sin embargo, este avance no ha hecho sino plantear cuestiones fundamentales sobre el futuro de la humanidad, relacionadas con la llamada "singularidad".

La singularidad se define técnicamente como el momento en el que un sistema de IA decide, de manera autónoma, diseñar o construir otro sistema aún más inteligente que él mismo para resolver un determinado problema. Es decir, las máquinas dejarían de depender de los seres humanos para su desarrollo y evolución y seguirían su propia hoja de ruta, sin que nadie interviniera en sus decisiones.

La importancia de este suceso radica en la posible pérdida de control que experimentaríamos en el momento en que las máquinas tuvieran la capacidad de "reproducirse" y perfeccionarse a sí mismas. Esta preocupación se vuelve aun mayor por la rapidez con la que evoluciona la IA: mientras la evolución biológica necesita millones de años para desarrollar nuevas especies más inteligentes y adaptadas, la IA avanza exponencialmente, con mejoras disruptivas que pueden aparecer en cuestión de meses.

El avance imparable

Uno de los temores más comunes es la posibilidad de que las máquinas superen a la humanidad en inteligencia de forma global, no solo en tareas especializadas, lo que se denomina "inteligencia artificial general", en lo que activamente se encuentran trabajando grandes empresas como OpenAI, Google y Meta, entre otras. Y, como siguiente paso, algunos aventuran que las máquinas decidan desplazar a los seres humanos o incluso aniquilarnos. En el vídeo se desvelan algunas claves sobre cómo puede acabar esta evolución acelerada y la convivencia entre personas y máquinas.

En cualquier caso, hasta el momento la tecnología ha servido solamente como un potenciador de las habilidades humanas. Si, como sociedad, decidimos continuar desarrollando nuestra capacidad destructiva, conquistadora y ególatra, como hemos venido manifestando profusamente a lo largo de los siglos, las nuevas máquinas, inteligentes, harán todo esto de forma mucho más "eficaz".

¿Aliadas o amenaza?

Sin embargo, si el desarrollo de la IA nos llevara a una conciencia lógica más elevada y constructiva, podríamos llegar a convivir, e incluso cooperar, en un nuevo equilibrio biotecnológico. En definitiva, tenemos la oportunidad de utilizar la IA como catalizador de un salto evolutivo del ser humano, parecido al surgimiento de la antigua civilización egipcia.

En este contexto, resulta fundamental reflexionar sobre la naturaleza humana y el uso que hacemos de las tecnologías que creamos. El progreso no solo depende de la capacidad de innovación, sino también de la responsabilidad con que la ejerzamos. El futuro post-singularidad, cuando se haga realidad, exigirá una revisión profunda de nuestras motivaciones, valores y sistemas de gobierno. La cuestión que surge es si estaremos preparados para afrontar los desafíos que la singularidad nos plantea o si, por el contrario, dejaremos que la espada de Damocles se cierna sobre nuestra civilización sin que tomemos medidas efectivas para encauzar el rumbo de la inteligencia artificial.

Antonio Flores Galea, ingeniero superior en Telecomunicación y en Electrónica por la Universidad de Sevilla y es MBA por la escuela de negocios IESE. Profesor de Inteligencia Artificial y Big Data en la Universidad Francisco de Vitoria.

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