
España está fuera de la agenda política. Y, por supuesto, marginada por las agendas culturales e intelectuales. He ahí la gran tragedia de una nación moribunda. ¿Dónde están los poetas que expresen su dolor?, ¿dónde se esconden los pensadores capaces de repetir, repensar, la canción de Blas de Otero:
Última hoja del otoño,
pensamiento de España.
¿Tierra tan vieja que
no ha lugar a la esperanza?
¿Dónde hallar cultura española que reivindique la Nación? ¡Quién se atreve a lanzar la primera piedra! Todo es cobardía a la hora de reconocer lo evidente: España está también ausente de la "cultura" española. Digan, pues, con el poeta Manuel Alcántara:
España,
sobre la mesa estás,
desmantelada.
La catastrófica casta política española, cuyo principal representante es Pedro Sánchez, ha conducido al país al despeñadero. La Nación es irreconocible en la mayoría de los territorios de la península y las islas; por supuesto, hay lugares como Cataluña y el País Vasco que de eso ni se habla, o sólo se trata en privado y con cautela. La España peregrina, bella expresión de Bergamín, también ha desaparecido. Casi todo es "pensamiento perdido" y "poesía del pasado". Y cada vez menos españoles entienden el significado de "ser peregrino en su patria" (Lope de Vega). El Estado está tan fragmentado que amenaza ruina; impuestos insufribles, inflación sin límites y crecimiento permanente de la deuda convierten a lo que queda de España en poca cosa; si el Estado no se derrumba definitivamente es, seguramente, porque está apuntalado por la burocracia de la Unión Europea, aunque también desde esta instancia hay gente que trabaja con ahínco para que España no sea nada ¿o acaso tiene otro significado el informe del Abogado general de la UE, Dean Spielmann, a favor de la auto-amnistía de la llamada Ley de Amnistía de Sánchez? Terrible.
Nada tengo que decir sobre es oscuro y sucio anticipo de sentencia de un no menos extraño Tribunal y mil razones para maldecir al siniestro personaje que la firmará; miren su cara, falsamente abotargada y meliflua, y hagan memoria de lo que hizo, hace años, este "tratante" en "Derechos Humanos": sacó de la cárcel a sesenta (60) criminales de ETA. Se cargó la "Doctrina Parot" y, por lo tanto, contribuyó de modo decisivo a "matar", otra vez, ahora civilmente a todas las víctimas de los criminales de ETA. Este fulano odia a España y adora a Sánchez. Sabe que hoy la Nación española está muy enferma. Este tipo de Luxemburgo, un "país" casi inexistente, fustiga a España y se entrega al separatismo catalán, o sea a Sánchez y sus compinches separatistas. Así son los burócratas de la UE. El informe de Spielmann es el fiel reflejo de una UE sin cabeza y sin corazón, desprecia las naciones y se entrega a los dictados de China. También la UE está al servicio del sanchismo, penúltima etapa del fin de España, de la nación española.
Sí, en este trágico contexto, es obvia la ingente tarea que tiene por delante quien quiera emprender el camino de la recuperación nacional. No importa que esta tarea la lidere un partido, una institución de la sociedad civil, o una persona individual. Todos se enfrentarán a las mismas dificultades. No será sencillo desarmar los totalitarismos separatistas. Costará aún mucha sangre y más empobrecimiento del país desalojar del poder a un déspota, acosado por la corrupción, y que ya ha pasado a la historia por amnistiar a los golpistas catalanes por un lado, y no auxiliar a cientos de miles de víctimas de la DANA de Valencia por otro. Son las dos piezas maestras del sanchismo: golpe de Estado permanente (ley de amnistía) y desprecio a las víctimas de la DANA ("si quieren ayuda, que la pidan"). Y qué decir de los atropellos a la lengua: nadie sabe cuánta energía habrá que utilizar para curar el terrible daño hecho no tanto al idioma español cuanto a los millones de ciudadanos que tienen derecho a su uso y disfrute. Tampoco podemos ser optimistas respecto a nuestra historia: preguntarse cómo restablecer la verdad histórica en una situación de encanallamiento absoluto, como la que aquí vivimos, es ya una tarea tan heroica como la de exigirle a millones de compatriotas que intenten descargar a sus conciencias del odio que nos han impuesto gente como Zapatero y Sánchez…
No obstante, después de la desnacionalización que los españoles estamos padeciendo desde hace más de cuatro décadas, creo que lo peor está aún por llegar, porque una parte importante, casi decisiva tanto numérica como "intelectualmente", de la sociedad española ha asumido, o sea ha tragado, que España no es viable como nación. ¡Horror! Deleznable es esa actitud, entre otros motivos, porque el separatismo, el socialismo y el comunismo actuales no tienen ni idea de cómo podría organizarse la convivencia a partir de una Confederación o similar, toda vez que ellos despreciaron las Autonomías, porque no eran otra cosa para los separatistas que una manera de vaciar al Estado de la sangre nacional, por decirlo con la terminología de Ortega. Estamos, pues, viviendo, malviviendo, dentro de un monstruo institucional, un mecano terrible, que podría llevarnos al precipicio, a una de esas trágicas confrontaciones colectivas que la Transición dio por cerradas para siempre. ¡Muerta la Nación todo es posible!
Y a todo ello debemos añadirle, o mejor, tenemos la obligación de recordar que los españoles somos ya los ciudadanos más empobrecidos de la UE. Nuestra clase media está dando sus últimas bocanadas. El informe de Cáritas de la semana pasada confirma el imparable crecimiento de la pobreza en España, es trágico uno de sus datos: casi 2,5 millones de jóvenes sufren hoy exclusión social en España, el doble que en 2007. Vivimos mucho peor que hace veinte años. Somos de los más pobres de Europa, y, además, también somos los más encanallados porque nos hemos acostumbrado a "normalizar" lo anormal, lo injusto, lo falso y lo feo de nuestra sociedad. Vivimos entre un montón de escoria política y, además, nos están negando hasta el refugio del pasado: España y su historia, España y su literatura, la España de derechas e izquierda, la España de aquí y la de allá.
España, en efecto, está totalmente fuera de la Agenda Política. La conversación política prescinde de la nación española. España, sí, se dice de muchas maneras, pero todas ellas están siendo negadas por casi toda la casta política. La casta y sus mariachis huyen de la idea de España como si se tratara de la peste: los de la izquierda y los separatistas no quieren ni oír el nombre de la España; los de la derecha hablan retóricamente de España, pero, cuando alguien les habla de la España de Franco, o de la España Peregrina, tienen pavor. Nadie quiere enfrentarse al asunto. Se niegan, sí, a tratar en serio de España. Y es que la casta política daría cualquier cosa por borrar de un plumazo a los artistas, escritores, filósofos, poetas, cineastas y, en fin, a todos aquellos que no se entienden sin España. Cualquier cosa les viene bien salvo decir España. Odian la nación en cualquiera de sus versiones. Odian de lo que viven. Odian, repito, también a la España peregrina. Noto y palpo ese odio, cuando a la castuza política se le habla de la España peregrina. Frunce el ceño al oír la expresión del poeta: España peregrina. La rabia les impide comprender que España, como el ser de Aristóteles, es una, pero se "entiende" de muchas maneras. Esto hay que repetirlo hasta que les duelan los oídos a todos los que cobran un sueldo de España.
Sí, Bergamín y todos los poetas de la Generación del 27 cantaron a la nación española, pero los políticos tienen miedo, pavor, de enfrentarse a España, a la idea de Más España, del gran Jorge Guillén, y también huyen de la España de Alberti, el poeta que en el exilio sintió y expresó más hondamente la nostalgia por su arboleda perdida, España. Claro que Juan Ramón Jiménez, Emilio Prados, Juan Larrea, Luis Cernuda, y tantos otros de la España peregrina, cantaron a España y leyeron con fruición al gran Marcelino Menéndez Pelayo. ¿Entonces por qué tanto miedo a tratar directa y sin recelos ideológicos la Generación del 27?, ¿por qué tenemos que justificar ahora que la España peregrina tenía una idea patriótica de España?, ¿qué locuras sobre España han instalado aquí las elites políticas y sus terminales "intelectuales"?… No hace mucho me preguntaba un político de Madrid, un buen investigador, un gran historiador de los terribles crímenes de la Segunda República, por la idea de España de estos poetas, porque a veces se sentía abrumado por el miedo de sus compañeros a tratar con decencia el rollo de las dos Españas…; parece que sus compañeros de partido eludían cobardemente, o peor, le aconsejaban que no entrara en eso de los exiliados de la posguerra, porque les podía hacer daño a los intereses electorales de los cabeza de huevo de la calle Génova. Mi respuesta a la pregunta de mi amigo no pudo ser más sencilla: ojalá hubiera una disputa entre dos ideas de España, e incluso pudiéramos debatir con los sabihondos de hoy de la "tercera España", pero todo eso es falso. Retórica hueca. El problema es más grave, porque a la mayoría de la casta política le importa una higa la nación española.
¡Cómo no sentir vergüenza de quienes no saben nada de la cuestión de España en nuestro pensamiento y nuestra literatura! ¿Cómo los de la Generación del 27 no van a pensar la patria española, si, precisamente, han sido ellos los que han inaugurado una genuina ontología moderna de España? En esa poesía está contenida toda una metafísica de España. Los que se quedaron aquí, después del 39, como los que salieron al exilio, hablaron sin límite alguno de España. Naturalmente, los que se fueron, como dijera Gerardo Diego, encontraron en el asunto de España un tema clave de su poesía, pero, además, consiguieron que las nuevas generaciones de poetas españoles tuvieran España como asunto central. "Dudo que país alguno, nombre de nación alguna", decía César Alonso de los Ríos, "haya sido tantas veces utilizado como símbolo de sus poetas". "En todos mis libros", le decía Rafael Alberti a Antonio Rayo, en una entrevista que publicó Triunfo, en su número 553, está presente España siempre, totalmente siempre, y aunque parezca que no se está hablando de ella, lo está siempre"…
El tema de España en la poesía española contemporánea fue muy bien tratado por José Luis Cano, crítico y poeta, en su famosa antología: Carlos Bousoño fue ya en 1945, según Cano, el primero en introducir en su primer libro, Subida al amor, "tres hermosos y graves poemas sobre España". También Dámaso Alonso, un año antes en Oscura noticia recupera el tema de España. En fin, es imposible estudiar a la poesía española contemporánea sin el tema de España: Cremer, Nora, Otero, Celaya, Caballero Bonald, Ángel González y, por supuesto, los componentes de la Escuela de Barcelona, Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo, Ginferrer…, todos ellos tienen a España en su centro. He aquí unos pocos ejemplos. Aleixandre: "España, escoria y flor". Cernuda: "Sí, yo soy español, lo soy". Blas de Otero: "Madre y maestra mía, triste, espaciosa España…". José Agustín Goytisolo: "Soy, me decía, del país más hermoso de la tierra;/ te imaginaba, España, pobre y pura,/ maravillosa como el agua, libre". Y qué decir de Celaya y de su contundente seguridad sobre España:
Nosotros somos quien somos.
¡Basta de Historia y de cuentos!
¡Allá los muertos! Que entierren como Dios manda a
sus muertos.
Generaciones enteras de poetas de izquierdas cantaron como nadie a España… Y, sin embargo, ahora la casta política de la izquierda rechaza y anatematiza a todos los que cantaron España, y a la castita de la derecha le da miedo defenderlos. El colmo. La patria que cantaron los poetas es despreciada, en el fondo, por esos falsos europeístas del PP, aliados fieles de los socialistas en Europa. Van todos cogidos de la mano. La tragedia de la poesía española, como la del pensamiento español, es doble. Ningún otro país ha tenido tantos escritores y pensadores como España a la hora de defender su nación, pero ningún otro país ha tenido tantos y tan malos políticos que desprecien a la inteligencia española. Sí, sí, aquí abundan, o mejor dicho, abundaban los grandes poetas y extraordinarios pensadores que han hecho de España, de la defensa de la idea de nación, su principal destino vital e intelectual, pero a la par escasean los políticos que sigan sus ideas. Pocos poetas y pensadores de cualquier país tomaron como asunto central de su arte su nación, España, como han hecho los españoles, y, sin embargo, la "España oficial", la España de Sánchez, los pisotea.
España, en fin, estuvo siempre presente en la poesía, la filosofía y la novela de nuestro país, pero ha desaparecido casi por completo de la agenda política y cultural. España, hoy, es solo un artículo de una Constitución en almoneda. La Nación España, sí, está al margen de unas "elites" políticas e intelectuales que matan todo lo que les da vida.
