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La mentira estadística nacional y el régimen sanchista

Las deformaciones y mentiras son tantas y tan sombrías que una más parece no importar.

Las deformaciones y mentiras son tantas y tan sombrías que una más parece no importar.
La presidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI), Nadia Calviño, durante la celebración de la firma de un acuerdo este martes, en Ciudad de Panamá (Panamá). EFE/ Gabriel Rodríguez | EFE

"De todas las enseñanzas que la vida me ha proporcionado, la más acerba, más inquietante, más irritante para mí ha sido convencerme de que la especie menos frecuente sobre la Tierra es la de los hombres veraces. Yo he buscado en torno, con mirada suplicante de náufrago, los hombres a quienes importase la verdad, la pura verdad, lo que las cosas son por sí mismas y apenas he hallado alguno.... Sí: congoja de ahogo siento, porque un alma necesita respirar almas afines, y quien ama sobre todo la verdad necesita respirar aire de almas veraces. No he hallado en derredor sino políticos, gentes a quienes no interesa ver el mundo como él es, dispuestas sólo a usar de las cosas como les conviene."[1]

No es la primera vez, me parece, ni será la última, espero, que destaco esta reflexión de Ortega y Gasset, que culmina escandalizándose porque la política, esa horrible política, estuviera penetrando en la ciencia, en la técnica, en aquello que debería estar más alejado de la mentira y la vileza. Añade inmediatamente después:

"Política se hace en las academias y en las escuelas, en un libro de versos y en el libro de historia, en el gesto rígido del hombre moral y en el gesto frívolo del libertino, en el salón de las damas y en la celda del monje. Muy especialmente se hace política en los laboratorios: el químico y el histólogo llevan a sus experimentos un secreto interés electoral. En fin, cierto día, ante uno de los libros más abstractos y más ilustres que han aparecido en Europa desde hace treinta años, oí decir en su lengua al autor: "Yo soy ante todo un político." Aquel hombre había compuesto una obra sobre el método infinitesimal contra el partido militarista triunfante en su patria. Hace falta, pues, afirmarse de nuevo en la obligación de la verdad, en el derecho de la verdad."

En otro momento, propone: "No hace mucho existía en París una «Unión pour la verité». Esta sociedad publicaba unos cuadernos donde los hombres de ciencia y de letras discutían entre sí, de espaldas al público, sin tolerarse vanos aspavientos, felonías ni otras ruindades inspiradas por el afán de quedar encima. Un rigoroso imperativo de veracidad presidía a la polémica. Yo pienso fundar en Madrid una sociedad parecida que se llamará «Diálogo». Sus miembros se reunirán un día a la semana para discutir sobre algún asunto. La controversia se recogerá taquigráficamente y se publicará a fin de que puedan participar en este canje espiritual personas lejanas. Una insolencia, una pedantería, una deslealtad serán automáticamente castigadas con la exclusión"[2].


Cada vez que recuerdo estas palabras siento que, en España, entre todas las tareas pendientes para la dignificación nacional, destaca una que es la constitución de algo así, una especie de lugar sagrado donde la mentira no tenga lugar y dónde los hechos y los razonamientos sobre ellos agrupados nunca pudieran considerarse consecuencia de una mala voluntad o del empeño en falsear, sino en todo caso del error, de la incompletitud de las observaciones o la insuficiencia de las explicaciones. Sería una ayuda inestimable para la democracia y los ciudadanos.

¿A cuenta de qué viene este largo introito? Pues a cuenta de Nadia Calviño y su libro Dos mil días en el gobierno, recientemente publicado. No es alguien sin importancia, porque ha sido ministra, vicepresidenta del gobierno y ahora ejerce de presidenta del Banco Europeo de Negocios. Y no es algo fútil lo que ha dicho. Se ha hecho ya famosa su afirmación acerca de la posibilidad y conveniencia de "ayudar a nivel técnico" a retocar las estadísticas. Pero vayamos primero a sus propias palabras.

En su libro hay una primera referencia, inquietante, a las estadísticas oficiales. "Poco a poco, las cifras de vacunación fueron ocupando la apertura de los informativos, tomando el relevo de las estadísticas de la enfermedad y mejorando así las expectativas vitales de las personas y las económicas de las empresas. Si todo iba bien, nuestra previsión era que, tras el rebote de la economía, la recuperación cogería ritmo en el segundo trimestre de 2021." Ya se intuye que los datos estadísticos no eran indiferentes al gobierno de Pedro Sánchez y que sentía la tentación de alterarlos por razones de interés partidista.

El segundo de sus textos ya es más explícito. Se refiere a los datos sobre el crecimiento económico que aceptaba el Instituto Nacional de Estadística, un ente que se creía, en el supuesto de una sociedad democrática saludable, debería estar, tanto sus miembros como sus métodos, al margen de toda manipulación política. Disponer de un sistema estadístico fidedigno es lo propio de las naciones democráticas y algo exigible en las relaciones internacionales entre Estados.

Dice así Calviño: "La brecha entre la realidad y las opiniones vertidas en el debate público tenía a veces tintes surrealistas. Por ejemplo, cuando me tocaba responder semana tras semana a las recriminaciones en el Congreso sobre el retraso de la recuperación en España. Escuchaba la letanía de que «éramos los últimos» en todo, cuando, en realidad, prácticamente todos los indicadores económicos estaban por encima del nivel pre-pandemia y apuntaban a una fuerte remontada tras la caída de 2020…"

Según la todavía presidenta del Banco Europeo de Inversiones, sólo discrepaban de la versión oficial del gobierno las estimaciones del PIB publicadas por el Instituto Nacional de Estadística (INE) en aquel periodo, "que luego fueron revisadas muy sustancialmente y ahora sabemos que infraestimaban muy significativamente la fuerza de la recuperación, como analizaré más adelante."

Dicho de un modo mucho más claro, deductivamente, la entonces responsable de la economía española debía disponer de datos sobre la situación que eran muy diferentes, al alza, a los determinados por los métodos del INE. O sea, ella disponía de cifras reales y el organismo estadístico nacional español, no, algo sorprendente.

¿Y de dónde sacaba tales datos que convenían curiosamente al gobierno del que formaba parte? ¿Qué metodología usaban sus fuentes de información? ¿Por qué sus resultados diferían de los del organismo oficial nacional? Nada se explica, salvo alusiones a datos de empleo (también del INE, se supone), de ingresos fiscales, de ventas minoristas… ¿Suficientes? ¿Por qué?

Naturalmente, se trataba de otra cosa. Era totalmente necesario que las cifras que se desprendían del Instituto Nacional de Estadística no desentonaran de las previsiones macroeconómicas que hacía el gobierno.[3] Tal vez como en el caso del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), había que seguir el camino de su máximo responsable, José Félix Tezanos, manifiestamente capaz de "cocinar" toda clase de datos seleccionados para que el guiso sea del gusto del palacio de La Moncloa y actúe como ariete propagandístico del PSOE.

En este caso, ella misma lo confiesa: "La oposición hizo muchos chistes sobre la V asimétrica, con ataques constantes para tratar de minar la confianza en el Gobierno, alimentados por distintas instituciones y centros de estudios, que tuvieron un comportamiento extremadamente errático en sus previsiones. "

¿Qué era la V simétrica? Pues la V era una forma geométrico-alfabética de expresar la cima del crecimiento previo a la pandemia, su caída como consecuencia de ella y la vuelta al crecimiento perdido a un nivel superior o inferior, pero, para la oposición, la recuperación económica no iba a ser tan potente como la caída, ni por sectores no por regiones, y el PIN anterior a la pandemia no se iba a recuperar hasta muchos años después. Esto es, la V era, en realidad, asimétrica a la baja.

Por esa razón concluye Nadia Calviño que "por desgracia, los graves errores de estimación[4] del PIB por parte del Instituto Nacional de Estadística (INE) desde la pandemia no ayudaron a dar una imagen fiel de lo que estaba ocurriendo en el país y alimentaron un discurso negativo en los medios de comunicación y políticos muy contraproducente para la economía y para el estado de ánimo de los ciudadanos." La economía española iba como una moto según el gobierno, pero en triciclo cambembo según la oposición.

¿Quién estaba equivocado? Naturalmente, y según Calviño, el Instituto Nacional de Estadística, un organismo gestado en el siglo XIX con diferentes nombres, con publicaciones oficiales desde 1901 y continuadamente hasta la Guerra Civil. Tras ella, el nuevo régimen creó el actual Instituto Nacional de Estadística en 1945, que ha sufrido sucesivas reformas estatutarias, las últimas en 2022 y 2025.

Desde 1989, en que por ley se constituyó como ente autónomo del gobierno para servicio del Estado, hubo algunas reformas en 2001, 2003, 2005, 2009, 2015 y finalmente dos veces más en la etapa del gobierno Sánchez, una de ellas mientras Nadia Calviño era aún su vicepresidenta y ministra de Economía.

Su hostilidad al trabajo del Instituto, entonces y al parecer bastante autónomo del gobierno, se refleja en estas palabras: "Ya en 2020 se empezó a observar una divergencia entre la estimación del PIB que publicaba el INE y el resto de los datos relevantes…En el Ministerio de Economía, teníamos claro que había un problema con la metodología de estimación del PIB del INE. Nunca hemos sabido bien por qué, pero el caso es que el organismo de estadística mantuvo durante años una estimación de la actividad muy inferior a la real."

Según la entonces mano derecha de Pedro Sánchez en la gestión de la economía española "esa infraestimación de la actividad económica por la máxima autoridad estadística oficial afectó, casi con toda seguridad, a la toma de decisiones empresariales y de inversión. Y hubiese podido llevar también a decisiones erróneas de política económica, que hubiesen producido un sobrecalentamiento de la economía, de no haber tenido nosotros tan claro que había un error, adaptando las medidas a la realidad que nos mostraban todos los datos económicos, salvo el PIB —el Producto Interior Bruto, la magnitud macroeconómica que refleja el valor monetario de la producción de bienes y servicios de un país durante un determinado periodo de tiempo."

En la versión de Calviño, "por respeto institucional, yo no quería cuestionar en público el trabajo del INE, lo que me exigió hacer verdaderos malabarismos en las entrevistas y preguntas parlamentarias. Pero sí podíamos tratar de ayudarles a nivel técnico[5] para mejorar sus metodologías, y eso hicimos, procurando llevarlos a buscar la coherencia de los distintos indicadores, a incorporar técnicas más modernas, a adaptarlo al creciente peso de la economía digital y aprovechar la disponibilidad masiva de datos en tiempo real…

Sin embargo, "a pesar de la evidencia, la infraestimación del PIB se mantuvo durante tres largos años. Después de sucesivos ajustes, tras la revisión de gran calado más reciente, de 18 de septiembre de 2024, se ha constatado que el crecimiento acumulado por la economía española desde 2019 fue superior en 3,6 puntos porcentuales al inicialmente estimado, con especial incidencia en 2021 y 2022. Una desviación muy importante, sin precedentes en el ámbito estadístico." Ahora sí, asimétrico y, al alza, por arriba. Desde luego, increíble por lo favorable al gobierno que resultaba. Cuando menos, extraño.Y escandaloso.

Ya antes, certifica Calviño, se habían corregido asimismo las estadísticas de paro: "Para ello, teníamos que crear y activar instrumentos con mecanismos eficaces de control, que fomentaran la ocupación y diesen un apoyo adecuado a las diferentes situaciones familiares, aflorando así la economía sumergida y poniendo fin a la anomalía de unas estadísticas de paro que no se correspondían con la situación real de la economía."

El INE ha estado gobernado por reconocidas autoridades, desde Andrés Fernández Díaz a Blas Calzada, pasando por muchísimas personas de méritos y capacidad demostrados. En la actualidad, desde 2022, coincidiendo con el mandato ministerial de Calviño, está presidido por Elena Manzanero, licenciada en Económicas y Empresariales por la Universidad de Sevilla, que formaba parte del funcionariado de la Institución y presidió el INE andaluz. Y no se olvide que, además, es directora de la Oficina del censo electoral y el Consejo estatal de empadronamiento, entre otras cosas. Eso sí, guarda silencio ante las acusaciones bien graves de negligencia profesional de sus colegas.

Las deformaciones y mentiras son tantas y tan sombrías que una más parece no importar. Pero en este caso, que un alto cargo europeo como Nadia Calviño haya silenciado que presionó al Ente y forzó cambios, no sólo en los métodos y en los mecanismos sino en las personas que dirigían el INE en su tiempo, es inquietante porque la Unión Europea prohíbe las presiones de los gobiernos a los entes estadísticos nacionales de los países miembros, como es natural.

Las consecuencias de un sistema estadístico manipulado por los gobiernos son muchas y muy importantes. De una parte, conllevaría la manipulación partidista de la realidad social y económica nacional. Imaginen que la inflación oficial no se corresponde con la real, o el PIB, o la tasa de paro. ¿Quién podría confiar en los datos oficiales que presentara España en los organismos internacionales y en la propia Unión Europea para la obtención de medidas favorables?

Tampoco es baladí el quebranto democrático que causaría que los ciudadanos no tuvieran acceso a datos reales sino manipulados sobre los diferentes asuntos que trata la estadística nacional. ¿Qué podría ser considerado verdadero y qué falso? ¿Cómo repercutirían las deformaciones, ocultaciones o falsificaciones en el voto ciudadano, que da por correctos - no tiene otro remedio -, los datos oficiales?

Para terminar, ¿cómo podría asegurarse que los recursos se gastarán en los sectores, regiones y problemas si los datos de origen no son fielmente descritos? En caso de persistencia y de continuidad de tales prácticas, ¿cómo podría evitarse un descrédito internacional y el absentismo de los inversores si nadie puede fiarse de unas cuentas y cifras podrían haber sido mangoneadas por el gobierno de turno?

En estos últimos días se ha desvelado que la propia Calviño mantuvo tensas conversaciones con el antecesor de Elena Manzanero en el Instituto, Juan Manuel Rodríguez Poo, economista y catedrático con especialidad en Estadística y Economía cuantitativa. Según ella, el INE no reflejaba bien la situación tras la pandemia. Tan lejos llegó el enfrentamiento y la petición de corte de cabezas por parte de la hoy presidenta del BEI, que Rodríguez Poo fue laminado y no quiso dar explicaciones. Dimisión por motivos personales.

Entre nosotros, se ha contado que exigió más ceses. Entre otros, el de la entonces directora del departamento de Cuentas Nacionales, María Antonia Martínez Luengo, a quien la exministra calificó de "inútil y que, tras su purga, fue nombrada en 2024 directora de estadísticas macroeconómicas de Eurostat. También pidió la cabeza de Alfredo Cristóbal, que no consiguió porque sigue siendo director general de Estadísticas Económicas. Esto es algo más que una discrepancia metodológica. Es una depuración política.

¿Ha sido Nadia Calviño la única en tratar de atormentar hechos y datos para que sirvan a su amo político? Claro que no. Es una forma más de la mentira en serie, en este caso, series estadísticas, que asolan a las sociedades occidentales. El filósofo Alexander Koyré, en su largo artículo sobre la mentira[6] escribió: "Nunca se ha mentido tanto como en nuestros días y que nunca se ha mentido tan masiva y tan totalmente como ahora…El hombre moderno - también ahí pensamos en el hombre totalitario - se baña en la mentira, respira mentira, está sometido a la mentira en todos los instantes de su vida." Es el dominio de la "cacocracia".

Que a la presión sobre los jueces, magistrados y fiscales, a la compresión de viejos y nuevos medios de comunicación, a la intromisión en los derechos de las personas, a la ocupación de organismos y entes que deberían ser nacionales y no partidistas, a la ignorancia de deberes gubernamentales básicos como la presentación de presupuestos anuales entre otros muchos desmanes, se una ahora la confesa manipulación estadística, con graves consecuencias para el prestigio nacional, ya se hace insoportable.

Sabemos que la mentira es la reina del mundo. No desde ayer. Es un arma antes que un pecado o un delito. A unos les vale para dominar y a otros para escapar de la dominación. No parece que vayamos a encontrar un camino que consagre el derecho a no mentir, que proclamaba Camus, y el derecho a no ser mentido ni por nadie, ni por los medios de comunicación ni, mucho menos, por el gobierno.

Pero, claro, ¿cómo se puede ejercer el derecho al voto libre y conscientemente si todos los datos que manejamos sobre la realidad nacional son víctimas de una tortura oficial que logra que vasos medio vacíos parezcan siempre medio llenos o que incluso no parezcan vasos sino escupideras o cálices? ¿Cómo si, además, los programas electorales se hacen para no cumplirse y no se cumplen?

Cómo poder hacerle espacio a la verdad en medio de unas condiciones históricas y sociales empapadas de la mentira, se lo preguntaba nuestro pensador Ignacio Gómez de Liaño hace casi 40 años[7]. Demócrata y optimista, creía que sí, que se podía. Yo me pregunto cómo es que estamos aguantando tanto.


[1] Obras Completas, Revista de Occidente, sexta edición, Madrid, 1963. "Verdad y perspectiva", en Confesiones de "El Espectador", 1, 1916, tomo II, pág. 16

[2] Op. cit., en tomo III, pág. 256, artículo en La Nación de Buenos Aires, 6 de abril de 1924, "El deber de la nueva generación argentina".

[3] Sobre todo, después de que Eurostat obligase al gobierno a contabilizar las cuentas del banco malo conocido como Sareb.

[4] Es una gravísima acusación contra la institución autónoma y sus responsables que se supone será refutada en breve. ¿O no?

[5] Para ello, cuando menos, se precisa una gran formación estadística, pero no dice cómo se obtuvo ni quiénes la ostentaban. Ella parece que no.

[6] Koyré, Alexander, Reflexiones sobre la mentira.

[7] Gómez de Liaño, Ignacio, La mentira social, Tecnos. Madrid, 1989. Prólogo.

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